El arte funciona como máscara, según la antropología lo ha detectado tanto en nuestro pasado “primitivo” como en nuestro presente atribulado por el miedo de descubrir el rostro. La máscara ha regresado a su papel ritual que incluye el gesto de protección contra el mal.
Los invito a leer el blog Bodegón con teclado. Arte, literatura, etc. editado y en gran parte escrito por mi excompañera de estudios universitarios Liliana Ramos Collado. Así lo describe ella:
«De entre todos los géneros pictóricos, prefiero el bodegón. A la mesa va a parar siempre toda la cultura de una sociedad: el orden de sentada de los comensales, el orden en que la comida es servida, el orden en que aparecen los objetos y los alimentos alineados en la mesa, el orden o el desorden de la escena, la mezcla de lo vivo y lo muerto, lo comestible y lo indigesto, lo humilde y lo exótico, todo se encuentra cercano a la punta de nuestros dedos, en una cálida cercanía y accesibilidad. Sea el bodegón vanidoso de los holandeses, sea el bodegón austero de un monje como Juan Sánchez Cotán, sea el nuevo bodegón heteróclito de David LaChapelle, todos coinciden en invitarnos a esa mirada rastrera que suscitan las cosas cotidianas. Así quiero que sea este “bodegón con teclado”: heterogéneo, inepto para una digestión fácil debido a lo variado del menú, próximo al flatus, inquieto y pormenorizado, erudito y a la vez rústico. Que siempre, sobre esta mesa digital, cada cual encuentre lo que le resulte apetecible o aquello que en su extrañeza le dé deseo —y a la vez, miedo— de probar. —Lilliana Ramos Collado, editora»
Y así como deseaba que fuera su blog, así logró hacerlo: a la perfección. Leer a Liliana era una aventura seductora. De súbito te veías siendo adentrada por ella con magistral acierto en temas culturales del más variado género, que te dejaban fascinada por el descubrimiento, el conocimiento asombroso que te esperaba, por la novedad desempacada ante tus ojos sobre algo que antes ignorabas o conocías sólo en parte. Y es que ella, mujer de vastísima cultura, sabía cómo hacerte descubrir elementos que creías conocer, pero no sabías y te asombran, a la vez le daba giros inesperados, contextos muy antiguos o novísimos a una manifestación profunda, enriquecedora a ese motivo, sin hablar de su lenguaje, su palabra escrita, la exacta o la sugerente. Ella enriquecía esa expresión artística para dejar el efecto que quería en ti. Leer un texto de Liliana es un placer perdurable.
Fuimos compañeras de estudios cuando cursábamos la Maestría en Literatura Comparada en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico a finales de los 70, principio de los 80. Época irrepetible por maravillosa y signante.
Conocí a Liliana en una clase de literatura en la que la noté sólo porque nos sentábamos casi frente a frente en el aula. Pero a medida que pasaron los días me impresionó la inteligencia de aquella muchacha expuesta en sus audaces preguntas o comentarios dirigidos a la profesora pero también a todos nosotros, por supuesto.
Solíamos encontrarnos en los pasillos o escaleras de la facultad, leyendo en algún banco, usualmente cerca del teatro. Área preciosa, llena de árboles cuyas ramas inquietas danzaban lentas al darles la brisa. Nos reconocimos como homosexuales desde los primeros días de clase y ése fue el sello del reconocimiento mutuo, además de nuestro mutuo interés en nuestro pensamiento y conocimiento sobre materias compartidas. Fueron años felices hechos de lecturas, debates, aprendizaje, algunas expectativas que no se hicieron realidad, pero existían, crecían, se alejaban y todo permanecía igual. Yo tenía compañera, ella también. Ni ella ni yo las amábamos, lo que se dice amar. Pero Liliana y yo nos dejamos de ver por un tiempo. Me fui a España por uno meses, perdí el interés en la academia, mi deseo era entonces vivir en Europa. Pero no conseguí un buen trabajo y a los seis o siete meses regresé a San Juan, era 1978. Nos volvimos a encontrar Liliana y yo. Terminamos los cursos posgrados y el examen de Maestría.
En 1981 vine para Miami. Regresé a San Juan en 1999, y me la encontré sentada leyendo en la librería que en nuestra época estudiantil amábamos: La Tertulia. Hablamos poco, pero no escondimos el agrado de volver a vernos. Nunca más nos volvimos a ver.
Sola, silenciosa, absorta en la lectura. Sentía que era ése uno de los filamentos fundamentales que nos vinculaba, que nos unía identitariamente y aunque lejano, sentimentalmente. Lo que nos hacía de una misma fibra humana: la pasión por la lectura.
Y aquí nos encontrábamos de pronto, ella en su país, como un pez en el agua, sumergida en su cultura, sus tradiciones, sus símbolos y costumbres, su habla, su paisaje, su historia. Y se hallaba como nunca encantada en la vida académica. Yo, habiéndolo dejado todo atrás en Miami, estaba por unos meses de paso en Puerto Rico rumbo a Chile para después, que se cumpliera la indescriptible e inmensa ilusión de regresar a vivir para siempre en Cuba siendo miembro de una congregación religiosa. Anunciar que había llegado el Reino de Dios, propagar la Buena Nueva del Evangelio en mi país deshecho, descristianizado, ¿no era suficiente razón para sentirse feliz? Lo era.
¡Que transformaciones tan insospechadas y poderosas se dan en una persona en su búsqueda incesante de sentido, de razón de ser!
En pocos años supe que Liliana había cambiado la enseñanza de la literatura por la de arquitectura. No tuve la oportunidad ni el tiempo de hacerle la pregunta que estoy convencida tendría una magnífica respuesta: ¿Qué hizo que girara tan radicalmente su gusto, su dedicación en la enseñanza universitria? De las letras a la arquitectura. ¿De las palabras a la piedra, el vidrio, el concreto, la madera, el plástico, los metales, la cerámica? ¿Que consecuencia tuvo en ella una mirada u observación repentina, qué metáfora, imagen, epifanía? ¿Qué inmenso descubrimiento caló su visión interior, que le hizo ver la belleza espléndida, misteriosa de la arquitectura? ¿Que relación íntima tiene con la literatura? La diferencia entre ambas formas de arte es aparente. A ambas las une una visión estética fascinante. Tiene que ver con ocupar el espacio en blanco con belleza.
¿Quién fue Liliana Ramos Collado? ¿Qué hizo, qué legado ha dejado en su país, además de la incomprensión, el desprecio, la calumnia de algunos de sus coterráneos? No me cuestra trabajo alguno imaginar a un machista envidioso por los triunfos, los puestos no obtenidos por la tramoya y la maroma profesional, sino ganados por su talento y conocimiento, sí, un machista puertorriqueño haciendo trizas su reputación, tratando de destruirla, porque no sólo er mujer, ¡era gay! Tratemos de ignorar estas zancadillas que tantas encontramos en nuestro camino. El talento no se perdona.
Pero volvamos a preguntar: ¿Quién es Liliana Ramos Collado? Quiero de nuevo que sea ella misma la que se describa, la que diga lo que hace. Que se presente. Después hablaré yo muy poco, sobre ella.
Lilliana Ramos-Collado, Ph.D. (Puerto Rico, 1954) es una persona feliz.
Además, es poeta y ensayista, y Catedrática en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico —donde dicta cursos de teoría e historia de la arquitectura, y de cultura visual. Fue Curadora del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico por muchos años y, hasta finales de 2014, fue Directora Ejecutiva del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
Obtuvo grados de maestría en Literatura Comparada y en Traducción (1996, 1998) y un doctorado en Literatura Española con especialización en literatura medieval (2003), todos de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Obtuvo también un postdoctorado en estudios patrimoniales y herencia cultural en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile (2008).
Ha publicado los poemarios proemas para despabilar cándidos (Premio Revista Sin Nombre 1976; Editorial Reintegro: 1981), reróticas (Libros Nómadas: 1998), Últimos poemas de la rosa. Ejercicios de amor y de crueldad (Editorial Erizo, 2013), y una segunda edición aumentada de Últimos poemas de la rosa. Ejercicios de amor y de crueldad (Trabalis Editores, 2015). Se acaba de editar una segunda edición de reróticas (Trabalis Editores, 2016) al cuidado de la poeta Mayda Colón. El poemario poemas gulembos, publicado en octubre de 2016 bajo el sello de Ediciones Aguadulce, es su entrega más reciente. Se encuentra en proceso de diseño el poemario Wee Hours, a cargo de la artista gráfica Yolanda Fundora, y será su primer poemario escrito en inglés.
Otros libros recientes de Lilliana son Jean-Michel Basquiat: una antología para Puerto Rico (MAPR, 2006), Inés María Mendoza: En sus propias palabras (FLMM, 2008); Arnaldo Roche Rabell: Azul (en colaboración, MAC, 2009), Careos/Relevos: 25 años del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico (MAC, 2010), Largo saber, breve palabra: citas y pensamientos de Inés María Mendoza (en colaboración, FLMM, 2010), NosOtros: David LaChapelle’s Humanity on the Edge (MAC, 2011), una edición crítica y comentada de la novela Garduña, de Manuel Zeno Gandía (EDUPR,2010), figurasenfuga/richardpagán (MAC, 2012), Puerto Rico: Puerta al Paisaje (MAC, 2016), Caracol Tormenta Ola / The Shell The Storm The Rose: Consuelo Gotay (MAFO 2016), y prepara para el 2019 la colección de ensayos Patrimonio Urbanismo Arquitectura y la colección de artículos sobre literatura La patria en ruinas. Siete visitas a la catástrofe.
Lilliana también ha publicado artículos de comentario cultural, de crítica y teoría literarias, de fotografía, arte y arquitectura en catálogos, libros colectivos, y en revistas generales y profesionales, la mayoría de cuyos artículos han sido re-publicados en este blog, Bodegón con Teclado. Dirigió la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y editó su Revista. Codirigió la revista Reintegro de las Artes y la Cultura y también Nómada: teoría creación crítica. Fue editora senior de la revista ArtPremium. Además, co-edita —junto a Fernando Feliú Matilla— una serie de novelas naturalistas puertorriqueñas de finales del siglo XIX y principios del XX, agrupadas en la colección «Clásicos no tan Clásicos» de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico (EDUPR). Ya se han publicado siete de estas obras, cada una en edición crítica y anotada.
Además, Lilliana es columnista de las revistas digitales:
Revista Cruce http://www.revistacruce.com/
Visión Doble http://www.visiondoble.net/.
Al presente produce y es anfitriona del programa radial Los5sentidos, que sale al aire por Radio Universidad de Puerto Rico todos los jueves a las 3:00 pm. Si lo quieres escuchar a la hora de la transmisión, puedes sintonizarlo vía el siguiente enlace : http://www.radiouniversidad.pr, y, bajo el menú «Escucha», pulsa «Descargar».
Por un Edipo adivino: Breve reflexión sobre el buen gobernante
Nada de esto existe ya. Liliana no ha muerto, sigue viva pero en otra dimensión tristísima de la realidad. ¿Que realidad será la que empezó poco a poco a apoderarse de la mente ilustrada al máximo, mente ee un genial escritora e insaciable lectura?
Repentinamente supe, a medida que el horror me invadía, el horror y un dolor tan hondo que me dejó sin habla, sin poder comprender nada, que algo había pasado con mi excompañera de estudios inmensamente admirada por mí. A pesar de nuestra separación, yo vivía en Miami, ella en San Juan, solía visitar a veces su página en Facebook. Verá aquí el lector que toké de esa red social algunas fotos que publico aquí. Su magníico blog era de lectura casi obligada par mí, una obligación que me daba mucho placer.
Para averiguar sobre ella fui a su página de Facebook y a su blog. En efecto, hacía tiempo que no publicaba nada. Sin embargo en la Universidad de Puerto Rico, al indagar en Google aparecía como activa dando clases en la Escuela de Arquitectura y haciendo su programa de radio Los5sentidos. En ninguno de los lugares que entré se decía que ella había dejado de trabajar, no se informaba en lo absoluto sobre su estado, lo que le había pasado.
Seguí buscando en Google: vídeos de conferencia que ella había dado, ensayos de ella en distintas publicaciones, reseñas de ella sobre libros de otras, reseña sobre su nuevo libro, sus columnas en El Nuevo Día, el mejor periódico de Puerto Rico sin duda. Nada, nada sobre la desaparición de Liliana, pero sí observé que las fechas de todo lo publicado eran de antes de 2021. Hasta que se se abrió ante mis ojos este reportaje de la cadena de televisión puertorriqueña WAPA:
Cito sólo algunos párrafos de una de las lecturas que más me han impresionado en mi vida:
Salvan la importante colección de libros de la doctora Lilliana Ramos Collado
Wapa.TV
Mar 7, 2024

«Gran parte de la valiosa colección de libros que conformó la biblioteca personal de la doctora Lilliana Ramos Collado estuvo a punto de perderse, así lo constataron varias publicaciones en redes sociales el año pasado.
«Afortunadamente, gracias a la iniciativa de varias organizaciones culturales pudo ser rescatada y está ahora disponible para el público en varias instituciones públicas del país… éstas decidieron tomar acción cuando el pasado 29 de julio de 2023 trascendió que la importante colección de la Dra. Ramos Collado había sido abandonada frente a su hogar y corría el riesgo de perderse.
«Conscientes del inmenso valor de los libros que la profesora reunió a lo largo de los años, representantes de las citadas instituciones, junto a familiares y amigos, se presentaron el pasado 31 de julio de 2023, en la residencia de quien fue directora del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), catedrática de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y curadora del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico. (MAC). Juntos, trabajaron para recuperar los ejemplares y llevarlos a un almacén privado. Posteriormente, se llevó a cabo durante seis meses el proceso de clasificación de los libros, que fueron fumigados para evitar la presencia de plagas que pudieran dañarlos.
«El 90% de la colección, equivalente a 350 cajas con sobre 9,500 volúmenes quedó a salvo. La misma incluye libros históricos/raros de diversos temas tales como poesía, literatura, historia, cultura general, religión, estudios de género, ciencias, teatro, arte y arquitectura.
“Nos sentimos sumamente satisfechos del trabajo colaborativo que llevamos a cabo para rescatar tan importante colección de nuestra amiga, la doctora Lilliana Ramos Collado. Desde el primer día que supimos sobre el peligro que corría dicha colección, nos movilizamos y comenzamos a sumar colaboradores, quienes han sido clave en el proceso. Gracias a este esfuerzo colectivo es que hoy podemos decir que gran parte del acervo cultural de la doctora Ramos Collado ahora estará disponible para la referencia del público a través de diversas instituciones, museos y bibliotecas del país”, expresó Marianne Ramírez Aponte, presidenta de la Junta de Directores de la Alianza de Museos de Puerto Rico, miembro de la Junta de Gobierno del CENCOR y directora ejecutiva y curadora en jefe del MAC.

«La sobrina de Ramos Collado, Gretchka Pujols, agradeció a todas las entidades que colaboraron en este esfuerzo, muy en especial al MAC y al CENCOR, toda vez que expresó su satisfacción porque la colección de su tía se mantenga al alcance de un público amplio. “Estos libros, a través de los cursos y discursos de mi tía Lilliana fueron fundamentales en la formación de muchas mentes destacadas del Puerto Rico actual. Nos alegra saber que la biblioteca seguirá siendo accesible a diversas colecciones en toda la isla, continuando así el legado de proporcionar sabiduría a futuras generaciones”, manifestó.
Observe que en el reportaje no se menciona nada de por qué había sucedido este caos. Nada de lo que le había pasado a Liliana: si estaba enferma, si había muerto. ¿Que periodismo es éste? Seguí indagando. Nada de lo que quería saber encontraba. Fue como si se hubiera firmado un pacto entre la prensa, las instituciones culturales, gubernamentales par no decir qué habí pasdo con Liliana.
Decidí llamar por teléfono a la actual directora del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico, Marianne Ramírez Aponte, muy cercana por muchos años a Liliana, quien había sido antes que ella, la directora de ese museo. Le expliqué quién era, le pregunté por la escritora, casi rógandole. Me respondió con evasivas, no pude saber nada tampoco. Entonces se me ocurrió buscar en Facebook el perfil de la hermana de Liliana, que buscando supe que se llama Karen Karen. Le envié un mensaje de texto. Después de presentarme y explicarle el motivo de mi llamada, ésta fue parte de su respuesta:
«Mi hermana tiene Alzheimer y ya casi ni habla. Aún después de 2 años de haberla recluido sigue siendo muy fuerte para mí. Es desgarrador ver cómo una mente tan brillante y hermosa se va apagando y lo más triste es que ella lo sabe. Lo de su biblioteca fue algo muy duro, pero ella durante la pandemia se enclaustró en la casa y ahí se desató el infierno. Ella no permitía a nadie, ni a mí. Cuando me hice paso a la tremenda la encontré en condiciones infrahumanas, alimentándose mal, sus libros, fuera de los estantes, estaban en gran medida infestados de polilla y comején. Logré sacar muchos libros sanos y la decana de arquitectura se llevó más de 15 cajas. No me atreví donar los que quedaron por las condiciones en que estaban, no tenía los recursos para fumigarlos, pero sobre todo no me atreví a ofrecer libros que pondrían en peligro cualquier otra biblioteca. Nadie sabe lo que pasa y no tengo por qué dar explicaciones a gente que no conozco así que decidí ni contestar, yo sé cómo está y dónde está. Hasta le preparé una biblioteca en su aposento con escritorio, estante con sus favoritos, su butaca de lectura y una de sus obras, pero ya se apaga. No importa lo que pueda decirte. Buen día y gracias por preguntar, es un gusto».

Leyendo su mensaje, empecé a llorar. No podía, no podía creer aquello, y era cierto todo.
Ella me contestó:
«También estoy llorando, cada vez que alguien bonito pregunta por ella y me puedo sincerar es como volver al día uno. Ella ahora es mi niña. Está en Hacienda Paraíso en Toa Alta, me la traje cerca. Sí, me reconoce aún y sabe que cada vez que voy es para salir a pasear y se pone contenta.
«Puedes buscarlo en FB para que veas qué bonito lugar. Tiene un cuarto privado, como se merece».
Karen Karen.
¿Quién arrojó los libros de Liliana para la calle, frente a su casa? Sé que cuando a una persona le diagnostican Alzheimer u otro tipo de demencia, ya ha empezado a padecer de la enfermedad por más de uno o dos años, incluso mostrando síntomas. Como he leído muchos de sus posts en Facebook, calculo que ya estaba padeciéndela desde 2018 o 2019. Dice su hermana que cuando llegó la plaga del Covid en 2020, ella se encerró y no permitió que nadie entrara a su casa. Sin embargo ese año siguió publicando en Facebook. No hablaré del estilo o de lo que escribía. Noté diferencias, aunque siempre con expresiones bromistas y cómicas como para igualarse en su compartir con amigas y amigos de es red social y no parecer una gran intelectual que buscaba compartir con amigos cosas de interés sin mucha altura literaria, filosófica y tal.
Daba la sensación de sentirse feliz, siempre al parecer muy contenta o entretenida con los proyectos que hacía en su casa, de esos proyectos u otros entretenimientos, o de sus libros, que eran su vida, sacaba selfies. Selfies de ella, de la biblioteca infinita, ella escribiendo, taladrando algo, entre las plantas en su jardín, le encantaba retratar los zapatos que llevaba puestos, sus lápices y plumas favoritos, su gato amado, de nombre Poe, en honor a Edgar Allan Poe. No dejó de demostrar su alegría con el gatito, sus juegos, y sin duda, cómo se querían. Creo que en la terrible soledad en que vivía, rodeada de todo lo que amaba, menos del gran amor en su vida, que no conocí ni supe quién era, fue muy importante sentirse acompañada de sí misma, y dejarse ver incesantemente en Facebook, red social que sin duda utilizaba muy bien, de ahí los selfies. En esta última etapa de cordura de Liliana, creo que dio y recibió amor a raudales celebrándose a sí misma, diríamos a lo Walt Whitman, en su casa grandiosa. Su casa era ella, la concha, el espejo que la envolvía con sus objetos preferidos, con sus inmensas pasiones. Era la lectora, la escritora espléndida, sublime que fue. Una de las mejores escritoras no sólo de Puerto Rico, sino de América Latina. Recomiendo con intensidad su obra poética. Obras maestras.
Le agradezco tanto a Karen Karen que haya hecho posible que yo haya podido saber de Liliana. Sí, ha sido terrible, devastador para mí este conocimiento, tanto, que no intentaré describir la huella helada, como de muerte que ha dejado en mí para siempre.
Diré algo que está fundado en mi intuición y un misterioso conocimiento interior que tengo sobre la persona de Liliana. Fue una mujer que amó mucho, y ese amor que la hizo inmensamente feliz fracasó. Se separaron. La última foto que coloco de ella aquí, en el Bistro París, no es un selfie, y ella misma lo dice, quiere que quede claro, pero no es necesario para el que saber ver. Como la inmensa mayoría de las fotos que se hizo dentro de su casa – de ella misma, de sus libros, etc. –, ésta se la tomó quien estaba sentada frente a ella. La sonrisa y la mirada me convencen que son las de una mujer enamorada e inmensamente feliz. No sé si la fecha en que la publica corresponde con el día o la noche en que le sonreía la vida. Puede haber sido una foto de hacía años.
La foto anterior a esta es de un artículo publicado en el periódico The Guardian. Se titula Contacto perdido. Cómo un año sin abrazos puede afectar su salud mental.
Saber lo que he sabido de Liliana me ha afectado inmensamente. Desde que conversamos su hermana y yo, desde que sé de la monstruosa enfermedad que padece me he hecho mil preguntas. No he hallado respuestas. O sí, quizá es una respuesta lo que a veces me viene a la mente. Tiene que ver con el conocimiento, la escritura, los escritores, la razón de ser, la vida, la vejez, la muerte. El amor. Y para mí, la fe en Dios, algo que no garantiza en lo absoluto que algún día no padeceré del mismo mal.
Me imagino a esta mujer derrotada botando sus libros, sus manuscritos, sus publicaciones. ¿En estado de furia lo hizo? Probablemente. Pero que conste, ignoro por completo qué se movió dentro de ella, si algo racional, algún rayo de lucidez la impulsó, o fue la enfermedad que ya había consumido su cerebro.

Aquí reside Liliana Ramos Collado hoy, en el Hogar Hacienda Paraíso.
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viernes, junio 28, 2013
Paradojas de la rosa
¡Rosa, oh pura contradicción, gozo de ser
sueño de Nadie debajo de tantos párpados!
—Epitafio de Rainer Maria Rilke
quisiera morir
herida
por la espina de una rosa
dormir absorta
en la molicie de sus párpados
que mi corazón
ensartado en la fronda hirsuta
de la rosa
pudiera seguir amándola
por el placer que suscita ese
dolor
que arrecia apenas ante el abismo
de su belleza
(fragmento)
Últimos poemas de la rosa. Ejercicios de amor y de crueldad, de Liliana Ramos Collado
(Tomado del blog Boreales, de Yolanda Arroyo Pizarro).
Alguno ensayos publicados en el blog Bodegón con teclado:
Breve historia de «El arte de la memoria»
El beso: Reflexiones deliciosas
En busca de Marcel Proust… Poeta
Arquitectura: Cuatro libros excelentes
Estar y no estar, pero ser. Un testimonio sobre «Cachaperismos» I y II
La batalla de los sueños: Una reflexión
Una gran amiga se fue
Es domingo, 14 de julio de 2024. Estoy en el hospital South Miami, junto a mi amiga Rosa María García Sarduy, «Nenita». Prima hermana del escritor cubano Severo Sarduy. Cuando Severo estuvo en Miami por última vez, ya enfermo de Sida, Nenita estaba tan feliz de tenerlo a su lado por unos días. la alegría brillaba en sus ojos. Su diversión y compromiso era llevarlo a distintos lugares de Miami y conocer los «santuarios» del exilio cubano. Como ella, él era nativo del legendario Camagüey, en el que vivieron una infancia larga y dichosa que se iba definiendo por el mismo camino al que ambos fueron orientados: la homosexualidad.
Mi incondicional compañera desde la década del 70 en que nos conocimos en San Juan y a quien creí casi inmortal. Tal vitalidad dejó de existir esta noche de un fatal derrame cerebral. Se cumplió su deseo, lo que más le temía, lo único, me dijo, que le pedía a Dios a medida que se aceleraba el vértigo del tiempo y veía una tras otra a otras amigas irse: que no le diera un derrame u otro evento cerebral que la dejara viva, pero sin poder hablar o mover solo una parte del cuerpo, quizá desfigurada la cara, esas horrendas huellas que deja en una persona un stroke. Dios la complació. Después de varios ataques isquémicos transitorios que le empezaron el viernes en la noche y le continuaron el sábado (en total no tuvo más de dos o tres, pero son muy impresionantes) hasta que al amanecer del domingo llegó el monstruo que la dejó inerte, no volvió a cobrar la conciencia, en unas horas murió.
Noches antes en su casa me había enseñado la foto de una de sus amigas del grupo con quienes jugaba cartas las tardes de martes y jueves. Era una mujer relativamente joven, mirando hacia el frente sentada en una butaca. Me dijo que le había dado un derrame cerebral y no podía moverse ni hablar desde hacía meses. Nenita estaba sumamente impresionada con contecimiento que acabó con la vida de su amiga de años.
Aquellas tardes en que se reunían ls amigas con gusto para pasar juntas y lo mejor que se podía alegres las últimas tardes en compañía, horas que eran preludio del final de cada una de sus vidas, se habían convertido en un compromiso casi sagrado para Nenita. Nunca faltaba, y eran tardes que la animaban a seguir asistiendo y compartiendo sus últimos momentos depaso por este mundo. Ellas lo sabían, sin que eso, aparentemente, disminuyera el gozo de las tardes, los chistes, la competencia suspicaz del juego. Todo lo contrario, se divertían, se acompañaban, a medida que las mesas iban quedando vacías. Otra más que se iba. Pasaba el momento de tristeza, el velorio, el entierro, la despedida y de nuevo, decididas otra tarde a jugar otra partida.
El resto de ese grupo particular de señoras a quien se unió porque tantas de sus más íntimas y queridas de largos años habían muerto, e insistía siempre con una sonrisa o riéndose con ganas, en que había que divertirse, nada de encerrarse en la casa como una vieja insoportable.
Mi amiga fue siempre una mujer vivaz, entusiasta, que se animaba con gran facilidad – siempre me asombraba– a ir a una obra de teatro, una exposición de arte, algún evento cultural de los crecientes que iban naciendo en la metrópolis fulgurant en que se ha transformado esta ciudad, otrora llamada desierto o cementerio cultural y era cierto. Pero no, el Miami actual de Nenita había que sorberlo completo, y no se lo iba a perder, a pesar de su larga edad.
A medida que una persona cuple más años en la vejez, más sola se va quedando, muchos se le adelantan en el viaje, mientras ella espera la llegada de su tren cada vez más cercano, o inminente, y lo sabemos.
La mañana de ese domingo de su muerte, me senté un rato a su lado, tomándole su mano en la mía, mientras le miraba el rostro. Tenía una máscara de oxígeno, los ojos cerrados, permanecía inconsciente desde la madrugada, cuando le había llegado el golpe último y mayor
A su lado, dándole todo lo mejor de sí en ayuda, cariño, atenciones diarias cada vez más necesarias estaba Nazira Salmán, cubana de ascendencia palestina que la amó entrañablemente. Se habían conocido hacía dos años y medio antes, en casa de una mujer que gusta mucho de celebrar tertulias, ofrecer cenas y lugar de encuentro cultural en wu casa, su nombre es Alejandra Cosío del Pino. Fue una noche afortunada par ambas. Así comenzó una amistad cercana, inseparable que se estrechó y se hizo imprescindible en la vida de ambas.
Unas noches antes, el 22 de junio, nos habíamos reunido en casa de Nenita para celebrar su cumpleaños. Fue un noche festiva, escuchamos música, hablamos, Nazira cantó, como siempre precioso. Saboreamos una combinación de tapas y suculentos platos y vinos españoles exquisitos. Nenita era de ascendencia asturiana, había vivido años en Madrid y después en Nueva York, donde montó galerías de arte que en poco tiempo se hicieron famosas y la hicieron, sin duda, felicísima. Era su pasión.
Cuando decidió mudarse para acá, su casa de Coral Gables se convirtió más que en una galería en un museo de obras de arte cubanas. Era un placer estar con ella allí, en su mundo, rodeada de todo lo que amaba, ¡y cómo amaba la vida y el arte!
Nenita, Nenita, te llevas contigo tu joie de vivre que yo nunca tuve ni tendré. Quizá fue por eso que me sentí siempre tan a gusto a tu lado desde que te conocí, hasta que fuimos estrechando el vínculo de una verdadera amistad, sincera, transparente. Y pude ver que junto a ese júbilo genuino también habitaba algo muy valioso que no está tan a la vista: tu nobleza, tu responsabilidad, tu compasión demostrada en actos de bondad hacia la otra, el otro. Y el cariño entre ambas fue creciendo y ahondándose. Ése no se fue contigo, amiga mía, permanece y permanecerá.











