Agredir con palos al pueblo

Jóvenes del servicio militar obligatorio se dirigen con palos hacia donde se encuentran gente protestando por la falta de luz. Se han reportado casos de personas brutalmente golpeadas, con fracturas en el cuerpo y la cara.

Se supone que a los jóvenes que cumplen el servicio militar obligatorio, si es que en su país está establecido, se les entrene e instruya para ser soldados, militares bien preparados para una guerra, sea porque tropas enemigas han invadido su país, o como es en el caso de la OTAN, se unen ejércitos de las naciones integrantes para defender a una miembro de una invasión extranjera.

Sin embargo, en Cuba el servicio militar obligatorio, hoy por hoy, está siendo entrenado para atacar al pueblo que proteste en las calles. Este hecho, la protesta cívica pacífica, es un derecho que los ciudadanos pueden ejercer libre y legalmente en cualquier país democrático del mundo, porque así está establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. (Pulse el link para que pueda leer íntegramente la declaración, cuyo contenido jamás se ha dado a conocer en Cuba. Es importante que usted sepa qué y cuáles son esos derechos que el régimen, aunque ha afirmado en múltiples ocasiones que los respeta, es mentira. Cuba es uno de los países donde más se violan los derechos humanos).

Pero como sabemos en Cuba no existe un gobierno democrático, es un estado totalitario comunista que reprime, detiene y encarcela a sus ciudadanos por ejercer otro de sus derechos inalienables: el de la libertad de opinión y expresión.

En cuanto a las protestas pacíficas de los cubanos por las calles de Cuba, en casi 64 años de dictadura comunista se han llevado a cabo muy pocas: las del 5 de agosto de 1994, conocida como «El Maleconazo», las del 11 de julio de 2021 y las de estos últimos días después del paso del huracán Ian por el Occidente de la isla, principalmente por la provincia de Pinar del Río.

El miedo inoculado desde la infancia en la psiquis, la voluntad, el espíritu de los cubanos como estrategia eje del régimen totalitario es de importancia vital para mantenerse en el poder y a la vez reprimir al pueblo y someterlo a los trabajos o misiones que el estado considere necesarios en todo momento. Entre las prioridades del Partido Comunista de Cuba nunca ha ocupado un lugar importante el bienestar y la prosperidad de los ciudadanos. Su prioridad inviolable es mantenerse en el poder, enriquecerse, gozar de todos los bienes que obtienen gracias a sus posiciones –mansiones dignas de la más alta burguesía de cualquier país, buena y exquisita comida, bebidas alcohólicas y refrescantes de todo tipo, sobre todo las importadas, impensables para el consumo del pueblo cubano. Este pueblo está subalimentado y ahora sufriendo miseria acaso como nunca antes –aunque padece de carencias vitales hace más de 60 años–. En Cuba no se vive, se sobrevive siempre en una pobreza atroz.

Según múltiples testimonios expresados en Facebook, Tuitter, TikTok y otras redes sociales, hay hambre, mucha hambre, creo que se puede calificar que en algunos pueblos y en la capital de hambruna. Existe una total falta de medicamentos básicos, de transporte, de electricidad y de agua. Los apagones son diarios.

Desde el 27 de septiembre, cuando el huracán Ian de categoría 3 (125 millas por hora) entró en Pinar del Río, la provincia no tiene agua ni luz. A las pocas horas del paso del monstruoso ciclón, todos vimos con espanto que en la isla entera se había ido la luz. Un país entero sin electricidad por más de dos días y hoy, al cabo de una semana, todavía quedan muchas provincias o ciudades que no tienen luz, la principal razón por la cual el pueblo desesperado sale a las calles a pedir a gritos: «¡Pongan la luz!» «¡Queremos luz!»

Los cubanos tomaron las calles gritando «¡Libertad!» «¡Váyanse!» (exigencias dirigidas a los que integran el gobierno comunista) «¡Pongan la electricidad!» Algo muy significativo que yo vi asombrada en los vídeos que iban llegando a través de las redes sociales, fue la absoluta falta de miedo, el coraje, la determinación del pueblo de que quieren un cambio de gobierno.

Hubo patrullas de policías volteadas por la gente airada, otras en la que se vio claramente cómo jóvenes les tiraban piedras, gajos de árboles y otros objetos mientras que éstas aceleraban la velocidad huyendo de aquellas calles. Vi uno en que cinco o seis carros policiales daban marcha atrás a medida que la multitud caminaba hacia ellas desafiante. La gente le contestaba a la policía con atrevida confrontación dejándoles saber que no les tenían miedo.

Ciertamente, la rebelión nacional del 11 de julio de 2021 marcó un hito histórico, pero no menos decisivas en la derrota del comunismo en Cuba han sido estas manifestaciones. La sociedad civil ha tomado consciencia de que su dignidad, sus derechos, su humanidad han sido sistemáticamente ultrajados por el estado cruel y sangriento del actual dictador Miguel Díaz-Canel.

Alzheimer y la muerte de mi hermana

Mi hermana Zory con su esposo, Eddy Suárez. Preciosa foto que para mí simboliza su felicidad durante más de 50 años de matrimonio. Se amaron hasta su reciente muerte.

Eddy murió hace cuatro años, llevaba tiempo padeciendo de fibrosis pulmonar y enfisema. Había fumado por mucho tiempo. Se le fue haciendo más difícil respirar con los años. Murió atendido por Hospice en su hogar. Podríamos decir que mi hermana empezó a morir más rápidamente el día que él respiró por última vez. Fue lento, agónico ese padecer de Eddy. Zory murió el 3 de agosto de 2021. Sus cenizas las enterramos en la tumba junto a la que contienen las de Eddy, el 17 de agosto, tres días antes de su cumpleaños. Habían comprado las tumbas hacía años para enterrarse de cuerpo entero, pero después decidieron incinerarse.

Mi hermana padecía de demencia del tipo Alzheimer. Pero no murió de esa temible enfermedad, fue de un paro cardíaco, una muerte inesperada, repentina como un rayo. Pero sin truenos que le advirtiera ni a ella ni a nadie lo que se acercaba. Mejor así, apenas sufrió en su momento final, la muerte se la llevó en cuestión de minutos.

Acababa de desayunar, la empleada que le iba a dar las medicinas, me dijo que se veía bien, que parecía estar bien, y cuando la llevó a acostarse, la tapó y fue a recoger la mesa y hacer otras cosas antes de irse me dijo que sintió un sonido extraño que salió de la boca de Zory, no fue un grito. Excepto por su cerebro, su cuerpo gozaba de buena salud, algunas veces le subía o bajaba un poco la presión, aunque tomaba medicamentos para la hipertensión. No padecía de nada que le impidiera caminar o estar sentada. Pero por alguna razón que solo ella sabía o no sabía quiso estar acostada siempre, todo el día y la noche, se levantaba nada más que para ir al comedor y al baño.

¿Qué haría todas esas horas del día sola? Ella prohibió terminantemente que la visitara nadie, y jamás volvió a salir de su casa por casi dos años, en que empeoró su estado notablemente. Sólo iban a verla la muchacha que la atendía por la mañana y por la noche, una amiga de muchos años y algunos médicos, aunque la mayor parte de las citas se llevaban a cabo por internet. Y yo. Pero un buen día me empezó a mirar y decir cosas digamos feas, desagradables, actitud que fue intensificándose hasta que me dijo que nunca más fuera por su casa. No quería verme. Me insultaba, me humillaba, me decía cosas tan horribles que cualquiera se podía dar cuenta de que no estaba bien. Era una mujer muy enferma y yo lo sabía. He consultado con profesionales y leído estudios sobre el Alzheimer y parece ser un síntoma o rasgo común de esa enfermedad: atacar, desconfiar, ser agresiva, culpar e incluso amenazar a alguien muy cercano de su familia. A veces a quien más cercano es.

Contra mí fue creciendo un odio que no lo puedo describir, lo vi en sus ojos, lo oí salir de sus labios. Una vez me gritó cuando me aparecí en su casa, como solía hacer, a la hora en que sabía que estaría allá la muchacha que la cuidaba –quería personalmente yo, sin que me lo contaran, ver si estaban dándole las pastillas bien, qué me podía decir en algún momento a solas la empleada, ver a Zory con mis propios ojos, tratar de conversar con ella un poco, sin poder nunca porque no comprendía y no podía unir sus pensamientos, y expresarlos, en fin, saber de su estado, saber de ella, verla–, ese día me dijo agitada que como volviera a su casa se iba a tirar al piso y darse golpes en la cabeza contra la pared y después iba a llamar a la policía para decirle que yo la golpeaba. Le creí. Otra vez se rió mirándome y dijo como quien sabe mucho que yo quería envenenarla (delante de otras personas que estaban allí).

La última vez que la vi con vida fue cuando me botó de su casa y me amenazó: «Aquí no vuelvas más», decidí no hacerlo. Me daba por vencida, yo no podía hacer nada por ella excepto estar al tanto y recordarle a su amiga sus citas con el médico. Y hasta eso se me prohibió, su amiga parece que por órdenes de ella, dejó de contestar mis llamadas, aunque a veces me las devolvía tarde o al otro día, cuando no estuviera con Zory. La situación era insoportable. Solo podía hablar para saber de ella con mi prima, con ella sí hablaba todos los días, a veces varias veces. Y a ella sí le contaba cosas y supe más tarde que a la muchacha que iba a darle las medicinas. Su amiga empezó a cambiar de actitud conmigo inesperadamente, desde que se hizo cargo de sus finanzas, porque Zory no podía ni le interesaba abrir el correo, mucho menos pagar cuentas, hacer nada que no fuera estar acostada. Y esos eran los tiempos que a mí más me entristecían y preocupaban. ¿Qué haría, pensaría –si pensaba–, recordaría todas esas horas? ¿Qué hacía? He leído sobre la agitación que padecen muchos enfermos de Alzheimer, ¿estaría ella en estado de agitación interna sin saber qué hacer? Pero todo era inútil, decía que primero muerta a que nadie estuviera con ella en la casa, quería estar sola encerrada siempre.

Mi hermana sufría de depresión profunda y ansiedad, algo que suelen tener las personas con Alzheimer. Y que nadie me diga otra vez que ellos no sufren porque están «ausentes», «no piensan» «no saben nada», etc. Me niego a creer eso. Ellas y ellos tienen momentos de lucidez fugaz. Al principio saben que algo extraño les pasa en su mente, que se olvidan de todo, aunque recuerden bien los años lejanos de sus vidas, tienen alucinaciones, mienten, intentan constantemente disimular su mal. Y sí, sufren, aunque queramos pensar que no. Y me incluyo, par mí lo más espantoso de ver o imaginar que están en una agonía, que sufren. Es más fuerte que yo, por eso creo en el tratamiento paliativo y en Hospice.

Zory empezó a mostrar síntomas de estar «mal de la cabeza» (no voy a dar ejemplos, fueron más que suficientes, variados y de sospechosa intensidad) por lo menos dos años antes que se la diagnosticara la neuróloga. Fue precisamente la razón por la que la llevé a la doctora en enero de 2020. La neuróloga le ordenó un MRI y un SCAN de cerebro, también un encefalograma y un estudio verbal largo, de preguntas y respuestas y una conversación normal con el neurosicólogo que iba anotando todo lo que ella decía o cómo reaccionaba. Recuerdo la tarde en que fuimos a saber el diagnóstico, la doctora lo dijo claramente: leyó el documento: demencia tipo Alzheimer, nos los enseñó. Zory no dijo una sola palabra. Yo tampoco. Le recetó unas pastillas para la memoria, las que se dan en estos casos. Pero la doctora fue clara conmigo estando un momento a solas: «Aquí no se puede hacer nada, esperar.» Las pastillas para la memoria no sirven para nada, que nadie se haga ilusiones. Una vez diagnosticado el temible mal, no hay esperanza, el Alzheimer lo único que hace es avanzar hasta la muerte.

Volviendo a la mañana de su muerte, me cuenta la muchacha que la cuidaba y con quien, por lo que pude apreciar se tomaron mucho afecto y confiaban la una en la otra, que al escuchar el sonido que salió de Zory, corrió a su habitación La vio muy mal, le tomó la presión 80 sobre 50, llamó al Rescue, pero cuando llegaron los paramédicos apenas tenía pulso y estaba casi sin poder respirar. La colocaron sobre el piso, me cuenta, y le dieron descargas de energía con el desfibrilador. Cuando llegaron al hospital ya casi no tenía pulso, se hizo todo lo posible. Mi hermana murió a las 10:45 de la mañana el 3 de agosto de 2021 en la sala de Emergencia del hospital. Era su hora.

La amiga de Zory, a quien de inmediato llamó la muchacha que la cuida y es testigo de lo que pasó, me dijo por teléfono que mi hermana estaba «muy malita, pero no voy a decir nada, yo no hablo más», me alarmó mucho, no entendía. La muchacha que cuidaba a mi hermana le pidió desde hacía tiempo a esa mujer mi teléfono para mantenerme al tanto, pero la amiga de Zory nunca se lo dio. Siendo yo la hermana, la única hermana.

Bien, pues como dije, llamó la amiga y me dijo que estaban tratando de resucitarla. Pero se fueron para el hospital. Salí de inmediato para allá. Me abrieron el salón donde estaba. Me acerqué al cadáver, ¿el cadáver de Zory? Zory, ¿muerta? Lloré mucho sin creer lo que veía y yo sabía. Le cerré los ojos que tenía entreabiertos y le hablé al oído: «Te quiero, Zory, te quiero mi hermanita, sabes que nunca nos llevamos muy bien, pero yo te perdono todo, siempre te perdoné, perdóname tu a mí, te quiero, te quise siempre». Le dije al oído otras cosas, lo que surgía de pronto en mi mente, que era de un dolor paralizante, que me apretaba el pecho. Dolor sí, con un inmenso amor. Lloré mucho viendo su rostro, miré sus manos, las tomé entre las mías, estaban casi transparentes, delgadas como nunca las había visto, heladas. Uno de los mayores deseos de mi vida, de toda mi vida, había sido que mi hermana me quisiera, me aceptara como yo era, nos comprendiéramos, pero nunca me quiso, y sé bien que en el fondo nunca me aceptó.

Se fue Zory. No hablaré más con ella ni la veré más ni escucharé su voz alegre y animosa cuando contestaba el teléfono. Está con Dios, se lo pido desde el fondo de mi corazón, que haya nacido de nuevo a la eternidad. Junto a nuestra Mima, y también con su esposo, Eddy. Con abuela, a quien ella quería de una forma especial, entrañable. Dios se la llevó antes de que tuviera que atravesar la última agonía del Alzheimer. Por eso le doy gracias al Creador.

Mi descubrimiento de las Experiencias cercanas a la muerte (ECM)

La primera vez que supe algo sobre este fascinante tema fue cuando cayó en mis manos el libro de la psiquiatra y escritora suiza Elizabeth Kübler-Ross Sobre la muerte y los moribundos. Una obra que hizo historia porque a partir de ella comenzaron primero con cierta lentitud y escepticismo, después con gran interés, los estudios científicos sobre cómo vive los momentos últimos antes de la muerte –días, horas– una persona y qué sucede después de la muerte. ¿Es verdad que todo se acaba, no hay nada más, solo la putrefacción del cuerpo?¿O hay vida, otra vida de la cual no conocemos absolutamente nada? Hasta hace muy poco eran mayormente las personas que practican alguna religión o están vinculadas a los temas de espiritualidad, las que creen en la otra vida, la que nos aguarda después de morir.

Después leí otros libros de la eminente doctora, sin duda la pionera en la ciencia de los cuidados paliativos que tanto se practican hoy en el mundo. Muchos médicos se han visto después de estos descubrimientos en la necesidad de estudiar, entender y aceptar que, aunque ellos se formaron académicamente y en su vida profesional práctica para salvar vidas, han comprendido que deben en vez de intentar obsesivamente de salvar una vida, ayudar a morir compasivamente, en lugar de invadir el cuerpo con toda clase de tratamientos, a veces inmensamente angustiosos y dolorosos para quien va a morir, deben dejar que la naturaleza siga su curso, dejar ir al paciente y no sólo dejarlo ir, sino hacer todo lo posible para que sea en paz, sin dolores, sin los espantosos momentos -para él y su familia– que suelen acompañar a un moribundo.

Soy católica y creo que la muerte es una transición a la otra vida, la vida eterna, es parte integral de mi fe. Por lo menos a mí no hay que mostrarme «evidencia» alguna. Lo creo, lo sé. Pero admito que de pronto hallar que ciencia y espiritualidad no sólo no están separadas y bien separadas, negándose la una a la otra, sino que se dan la mano, que están vinculadas de una misteriosa manera, como bien sabemos hoy en el campo de la cosmología y otras ramas del saber, me ha capturado la atención de forma insospechada. Se ha convertido mas que en un tema de interés, en estudio serio y con necesidad de darlo a conocer, aunque mucha gente sabe ya sobre las experiencias cercanas a la muerte. Conste, muchos no lo creen, aunque cuenten con más que suficientes evidencias.

Esas evidencias existen hoy como nunca antes. El primero en sacudir al mundo científico con sus investigaciones sobre las experiencias cercanas a la muerte fue Raymond Moody, doctor en psiquiatría y filosofía. Su libro seminal, Vida después de la vida, que leí hace años y después lo he seguido como una verdadera estudiante, a él y a otros médicos que han evidenciado una y otra vez la verdad que yace en sus investigaciones, vivencias donde rige la ciencia, estudios y ponencias. Por supuesto, me interesan también las conferencias internacionales que se llevan a cabo anualmente en diferentes ciudades sobre los últimos descubrimientos en ese campo o lo que comparten cada uno de los prestigiosos ponentes.

Si quiere leer más sobre las ECM, puede hacerlo en fuentes de alta credibilidad, éstas en inglés, como Near Death Experiences (NDE), University of Virginia School of Medicine y The Science of Near Death Experiences, National Library of Medicine.

Aquí les dejo una explicación bastante completa de en qué consiste este fenómeno sin duda comprobado por la ciencia, estudiado en universidades y objeto de investigación y aceptación de científicos de alto prestigio internacional, ateos muchos e ellos, otros abiertos a la posibilidad de que, en efecto, existe un «más allá» pero carentes de fe, y aún otros que, después de ser testigos de cientos de casos y visto los resultados que dejan en las personas que lo experimentan, se han transformado para acoger este descubrimiento no sólo en su cerebro, también en su corazón que ha dado un vuelco, o una conversión en la que lo espiritual ocupa un lugar tan vital como la mente.

He cortado el ensayo de abajo para una versión más corta, pero puede acceder al texto completo pulsando en el título de abajo.

Experiencia cercana a la muerte

Las experiencias cercanas a la muerte o ECM (en inglés, near-death experiences o NDEs) son experiencias, generalmente lúcidas, testimoniadas por personas que han estado a punto de morir o que han pasado por una muerte clínica y han sobrevivido. Las ECM pueden incluir algunos de los siguientes elementos fenoménicos: experiencias fuera del cuerpo, incremento de la percepción sensorial, emociones intensas, sentido de alteración del tiempo y el espacio, viaje hacia o a través de un túnel, visión de una luz brillante y de paisajes paradisíacos, encuentro con seres personales (familiares o amigos fallecidos, figuras religiosas etc.), revisión de la vida, aprendizaje de un conocimiento especial, encuentro con una barrera o límite y regreso voluntario o involuntario al cuerpo físico. Los aspectos genéricos de la ECM se dan en todas o casi todas las sociedades humanas, pero los estudios realizados hasta el momento evidencian que la frecuencia y naturaleza de algunos de sus elementos fenoménicos pueden estar influidos culturalmente.

Algunos investigadores, como Bruce Greyson, creen que las ECM son una fuerte evidencia de que la consciencia como tal puede existir separada del cuerpo (supervivencialismo). Esta hipótesis explicaría igualmente el fenómeno de lucidez terminal que se observa previo a la muerte en personas con trastornos mentales severos, tales como esquizofrenia crónica, alzheimer u otras demencias; el cual sucede a pesar del daño cerebral que les impide mantener un estado de lucidez normal. Para otros, estas experiencias tienen lugar debido a uno o varios factores fisiológicos o psicológicos que afectan al cerebro en momentos de agonía.

Definición

Hasta hoy en día los investigadores no han logrado establecer un acuerdo común sobre la definición de ECM. Esta sección enumera algunas definiciones de autores relevantes en el campo de estudio de las ECM.

De acuerdo a Fernández Palacio, el principal problema con estas definiciones es que utilizan nociones demasiado genéricas o ambiguas: «subjetividad profunda», «evento trascendental», «experiencia perceptual», «inusual», «intensa y significativa», «ultramundana» etc. Por su parte, las definiciones construidas como meras enumeraciones de elementos fenoménicos frecuentes (viaje a través de un túnel, ver una luz etc.) no son propiamente definiciones, pues buscan dar un carácter genérico a algo a partir de otra cosa que no es genérica (los elementos frecuentes no son universales).​

Según Raymond Moody

El psiquiatra estadounidense Raymond Moody fue el primero en acuñar la expresión «experiencia cercana a la muerte» (near-death experiences) en su libro Life after life (Vida después de la vida) de 1975, para referirse a «cualquier experiencia perceptual consciente que tenga lugar en una situación de proximidad a la muerte».5​ Moody distinguió seis tipologías de casi muerte y afirmó que había encontrado testimonios correspondientes a todas ellas excepto para la última situación, de reanimación espontánea:

  1. Situación en la que el sujeto cree que va a morir, pero sobrevive.
  2. Situación en la que el sujeto se encuentra en un estado grave y desahuciado por los médicos, pero la muerte clínica no llega a producirse y él puede recobrarse.
  3. Situación de muerte clínica a la que el sujeto sobrevive por reanimación, sin que se haya dictaminado fallecimiento.
  4. Situación de muerte clínica en la que en un primer momento los intentos de reanimación son infructuosos y se dictamina fallecimiento, pero luego se reintenta la reanimación y entonces funciona.
  5. Situación de muerte clínica en la que ni siquiera se realizan técnicas de reanimación, se dictamina fallecimiento, aunque luego se aplica reanimación y esta surte efecto.
  6. Situación de muerte clínica de la cual el sujeto sobrevive sin que intervengan técnicas de reanimación.

Según Bruce Greyson

Bruce Greyson esbozó definiciones de la ECM como un «evento subjetivo profundo», un «evento profundamente trascendental», experiencia «mística» o «inusual», siempre ocurriendo en el umbral de la muerte.6​ En un artículo de 2003 afirma que se entienden por ECM a las «experiencias inusuales, frecuentemente realistas, y algunas veces profundamente transformadoras, que les ocurren a la gente que han estado fisiológicamente cerca de la muerte (…) o psicológicamente cerca de la muerte (…)».

​Según la NDERF

La Fundación para la Investigación de las Experiencias Cercanas a la Muerte (NDERF, por sus siglas en inglés) define a la ECM en base a los componentes de la experiencia y la casi-muerte. Es, primeramente, «una experiencia lúcida asociada con la conciencia percibida al margen del cuerpo», lo cual excluye descripciones únicamente fragmentarias y memorias desorganizadas, y en segundo lugar debe producirse bajo la amenaza de muerte inminente.

Según la IANDS

De acuerdo a la Asociación Internacional para el Estudio de las Experiencias Cercanas a la Muerte (IANDS), la ECM debe entenderse como «un profundo evento psicológico», basado en «un patrón de percepciones», que puede ocurrirle a una persona que está cerca de la muerte o, al menos, en una situación de crisis física o emocional.

Principales organizaciones dedicadas a las investigaciones de las NDE:

International Studies of Near Death Stories. IANDS

Results of world’s largest Near Death Experiences study published. University of Southhampton

Near Death Experiences Research Foundation. INDERF

Otros artículos y estudios que le pueden interesar, algunos de éstos contienen buenas bibliografías.

Experiencias cercanas a la muerte. Spiritual Awakenings International.

Experiencias cercanas a la muerte. Revisión. Ernesto Bonilla.

El DMT y las experiencias cercanas a la muerte. Steve Taylor, Psychology Today.

Beyond Goodby. CNN

The Science of Near Death Experiences. The Atlantic.

Tales of the Dead Come Back: How Modern Medicine Is Reinventing Death. National Geographic

Olga Connor: recuerdos, sueños

Me perdí esta presentación jocosa y triste, histórica y novísima, como es la misma mujer que habla, Olga Connor, presentando el libro Exiled Cuba, de Raúl E. Chao. Ocurrió la noche del 25 de octubre de 2012. Qué pena no haber ido al Instituto de Estudios Cubanos en la Universidad de Miami a escucharla. Yo vivía entonces en Hollywood, aquí en la Florida y apenas venía a Miami. Además no supe que ella estaría esa noche en el IEC dando esa charla, que me pareció maravillosa: es la esencia intelectual, emocional, divertida y profundamente seria de Olga expresándose a sí misma. Ella forma parte del libro de Chao, hubiera estado incompleto sin ella.

Porque me parecen importantes en nuestra experiencia como cubanoamericanos que se exiliaron al principio de la década de los 60, gente que oscilamos entre dos culturas, a veces manifestándose en la misma identidad, decidí publicar aquí sólo 4 de sus ponencias. Esto se lo agradezco a Wenceslao Cruz, que logra grabar muy bien eventos que tenga que ver con Cuba y su cultura para divulgarlos en su canal de Youtube. Les recomiendo ver y escuchar estas magníficas presentaciones de Olga Connor sobre la cultura cubana que he puesto aquí.

Desde que me mudé a Hollywood, donde viví 14 años, apenas salía de mi entorno más cercano. Me había alejado lo más que pude de la política, en especial de todo lo que tuviera que ver con Cuba, y me interesaba muy poco venir a Miami. Mi vida de tertulias, reuniones, conferencias, etc., se habían acabado. Eso sí, seguía leyendo siempre sus magníficos escritos en El Nuevo Herald, en donde yo también continuaba siendo columnista.

Después empecé a venir a ciertas reuniones sola, a las amigas con las que convivía no les interesaba. Iba a las presentaciones de libros,  principalmente a las de Books and Books y a la Feria del libro de Miami. Siempre vi a Olga. Y aunque hayan pasado años desde la última vez que nos vimos, muchos más desde que conversamos por última vez, algo intrigante, misterioso me ocurre. Sueño con ella. Son sueños recurrentes, algunas veces muy hermosos, otras algo inquietantes. Fue y es una mujer muy importante en mi vida. Pero nuestra relación de años, honda y marcante, se quebró, dejamos de vernos, nuestros rumbos de vida se transformaron. Yo la sigo queriendo y la querré siempre.

Olga fue más que una amada e íntima amiga, fue una gran maestra. Es una de las personas más inteligentes y cultas que he conocido. Siempre estaré agradecida de que me haya empleado para trabajar junto a ella en El Nuevo Herald. Fue Olga Connor quien me enseñó a escribir reportajes –el primero que hice no lo olvido, «Historia de dos hermanos» en 1989, fue una verdadera clase de periodismo para mí. Cómo lo aprecié. Mis largas y complejas entrevistas a los hermanos Adolfo Rivero Caro, comunista, y el otro, Emilio Adolfo Rivero Caro, que sufrió 19 años de prisión precisamente por luchar en contra del comunismo cubano, fue excepcional. El marxista Adolfo, que en paz descanse, murió de cáncer, no fue a visitar a su hermano ni una sola vez a la cárcel en 19 años. Recuerdo que Emilio, un gran intelectual y defensor de los derechos humanos, me contó que cuando vio a su hermano en la prisión, cuando fue a visitarlo, le preguntó: «¿Vienes a oler la sangre familiar ahora que papá murió?» El padre de ambos había muerto hacía muy poco. Años después Adolfo, el comunista, renegó del partido y se convirtió en un disidente con problemas dentro de Cuba. Al llegar a Miami, yo lo conocí, trabajó en El Nuevo Herald, se convirtió, algo común, en un republicano de ultraderecha con una fe en el capitalismo plutocrático que rozaba el fanatismo, lo mismo que cuando era comunista. Este es un fenómeno que se ha dado no pocas veces en la diáspora, digno de estudio antropológico quizá.

Pero volviendo a Olga, me enseñó a editar mejor los textos, a diseñar páginas de periódicos. Mis estudios universitarios y mi experiencia como redactora y documentalista había sido principalmente en la escritura de ensayos literarios y después en la redacción de noticias, libretos y entrevistas para la televisión. El periódico es otra cosa, es algo fascinante. Pero ella es más que periodista, es escritora, tengo dos preciosos libros de ella. Sin embargo lo más impresionante, para mí en todo este espectro es su inteligencia, no la sé describir. Y si la aprecias con su humanidad que toca fondos oscuros y cumbres borrascosas, te desborda.

Bien, pues esto que menciono es sólo una de las cosas que me dio generosamente Olga. Pero hay otras que dejaron una huella tan viva, no se borra con el tiempo. Como su risa inolvidable, su alegría, y su ira, que la viví con miedo, fueron instantes tan dramáticos, yo me convertía como en una espectadora de una obra de teatro. Pero no era teatro, era real, aunque siempre quiso ser actriz. Sus momentos de depresión, de llanto existencial, que también viví. Es uno de los recuerdos que quisiera olvidar: su sufrimiento. Cómo me penetró y ahogó el sufrimiento de Olga. Yo también sufrí mucho. Olga es un precioso y profundo canto a la vida total, integral o integrada, como un todo que alguien, ella, vive intensamente sin que se escape casi nada. Es una mujer buena, en el mejor sentido de la palabra, como diría Antonio Machado.

Pero que yo sepa Olga no sufre ya, hace mucho tiempo tocó y toca muy de cerca la dicha, lo más que se puede acariciar en esta corta existencia. El amor llegó, ama o amó a un hombre «apasionadamente», me dijo –no sé si siguen juntos, porque hace tiempo ya de esto–, es un erudito gallego, uno de sus grandes descubrimientos fue que El Lazarillo de Tormes no era un libro anónimo. Los padres de Olga son de Galicia, emigraron a Cuba y allá nació ella, habanera raigal. Esa dicha la colma sus dos hijos y sus nietos, que conocí de niños. Entre ellos está Laurita, la niña de sus ojos, bellísima, muy parecida a ella.

Dentro de pocos días Olga cumplirá años, el 19 de agosto. Y yo, que celebro su nacimiento con amor, le doy gracias a Dios porque entre sus misteriosos designios estuvo que nos encontráramos en esta vida.

Putin nos empuja hacia un infierno nuclear

Vladimir Putin cuenta con más de 6,200 armas nucleares.

Dora Amador

(CNN Español) — Dos frases dichas el 3 y el 4 de marzo por dos líderes políticos de gran peso mundial me han causado pavor. Podría ser por la explosiva situación que vemos día a día con la crudeza de la realidad que transmiten las cadenas de televisión de la guerra de Ucrania, pero no parece ser así. Lo que dijeron Sergey Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, y Emmanuel Macron, presidente de Francia, es para cualquier persona que tenga un ápice de conocimiento político o simple sentido común, motivo de gran temor. Lavrov aseguró que la única alternativa a las sanciones impuestas contra Rusia sería la Tercera Guerra Mundial y que esta implicaría el uso de armas nucleares.

Para que tengamos idea del terror que quiere causar Vladimir Putin –quien ha puesto ya en estado de alarma y exhibido ostentosamente sus armas nucleares–, tengamos muy en cuenta que Rusia tuvo el arma nuclear más poderosa: se llamaba Zar y se estima que tenía una potencia de 50 megatones, muy superior a las que estallaron en Hiroshima y Nagasaki.

Divulgan material inédito de la bomba nuclear más potente 1:40

Si complementamos lo anterior con el comentario hecho por el presidente de Francia, no hay duda de que se dispara la alarma. “Lo peor está por llegar”, afirmó Emmanuel Macron. Esto lo dijo después de hablar por teléfono con Vladimir Putin por 90 tensos minutos.

Rusia ha logrado penetrar Ucrania y entre sus objetivos parece estar el de dar un golpe de Estado y colocar en el poder a un Gobierno títere a favor de Putin, como el de Aleksandr Lukashenko en Belarús. Posiblemente, asesinando al actual presidente Volodymyr Zelensky.

No deja de resultar cínico uno de los más fuertes pretextos que ha dado Rusia para atacar a Ucrania: que quería “desnazificar” al país, porque, según decía, el nazismo estaba floreciendo en ese país. No mencionan que Zelensky es judío. Y fue el mismo presidente ucraniano quien le mandó a decir a Putin que estaba asesinando a sobrevivientes del Holocausto. Pero, vamos, ¿cuándo le ha interesado al gobernante ruso la verdad? Es experto en mentiras, golpes de Estado, imposición de dictadores, control, como todo buen agente, que lo fue, de la KGB soviética.

El valiente mandatario ucraniano, que se ha vestido de soldado listo para enfrentar las tropas rusas, hizo un emotivo y urgente llamado de alerta a Europa la noche del 4 de marzo, cuando Putin ordenó atacar Enerhodar. Ahí está la central nuclear de Zaporizhzhia, la mayor de Europa y una de las 10 más grandes del mundo. Durante ese ataque, se desató un incendio que por buen rato tuvo al mundo en vilo viendo aquello y temiendo que las llamas surgieran de un reactor nuclear. Afortunadamente, el fuego aunque muy cerca, fue en los perímetros fuera de la planta y pudo ser controlado.

El presidente Zelensky acusó al Ejército ruso de atacar deliberadamente el complejo nuclear de Zaporizhzhia, y dijo que una explosión allí sería “el fin para todos, el fin de toda Europa”. En un video de un minuto de duración publicado en las redes sociales, Zelensky agregó: “Solo las acciones inmediatas de Europa podrían detener al Ejército ruso”.

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El Tribunal Penal Internacional ha iniciado una investigación sobre la situación en Ucrania para determinar si se han cometido crímenes contra la humanidad, algo que a Vladimir Putin parece importarle poco, por supuesto. Pero yo creo que sí, pues si se ha usado la bomba termobárica contra la población civil, eso podría ser considerado un crimen de guerra bajo la Convención de La Haya. CNN vio lanzadores de cohetes termobáricos en la frontera con Rusia, pero aún no hay pruebas de que estas armas hayan sido usadas en el conflicto.

Los efectos sobre las personas expuestas a esta bomba son terribles, debido a que la nube gaseosa que se forma primero puede filtrarse por todas partes, como edificios, trincheras y búnkeres, y luego llega el segundo explosivo que enciende la nube y provoca una explosión masiva y duradera con enormes efectos destructivos y consecuencias aterradoras.

Cómo no recordar las palabras de la exsecretaria de Estado de Estados Unidos, Madeline Albright, en un artículo que escribió para The New York Times el 23 de febrero, titulado “Putin está cometiendo un error histórico”. Dice Albright: “Putin habló sin emociones y sin notas sobre su determinación de reanimar la economía de Rusia y sofocar a los rebeldes chechenos. Durante el vuelo de regreso a casa, registré mis impresiones. ‘Putin es pequeño y pálido’, escribí, ‘tan frío que parece casi un reptil’. Dijo [Putin] entender por qué el Muro de Berlín tuvo que caer, pero no esperaba que toda la Unión Soviética se derrumbara. ‘Putin está avergonzado por lo que le pasó a su país y está decidido a restaurar su grandeza’”.

He ahí el infierno nuclear al que nos está empujando Putin si después de Ucrania, se empeñara en invadir y ocupar países de la OTAN. Que no quepa duda de que sería la Tercera Guerra Mundial y acaso, la final.

¿Será la invasión rusa de Ucrania el preámbulo de una tercera guerra mundial? | Opinión

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Los planes ulteriores del exagente de la KGB soviética, Vladimir Putin, actual presidente ruso, nadie los puede predecir ni adivinar. Lo intentan expertos politólogos, eruditos sobre el comportamiento del aspirante a emperador con ansias desmedidas de restaurar el imperio de la Gran Madre Rusia.

Inútil, varios jefes de Estado y altos funcionarios participantes en la Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada el pasado fin de semana, lo han afirmado de una u otra forma: no saben cuál es su agenda a largo plazo, aunque por sus palabras nostálgicas del desplome de la Unión Soviética podemos deducir que desea que volvieran a formar parte de Rusia. Ha calificado el hecho como que “la desaparición de la Unión Soviética es la mayor tragedia mundial del siglo XX”.

¿Qué persigue Putin? Sabemos que no quiere que Ucrania se haga miembro de la OTAN, ni que la OTAN tenga presencia en Europa del Este, que se eliminen todos los misiles colocados en los países de esa organización internacional que están a corta distancia de golpear a Rusia y quiere incorporar a su país la parte este de Ucrania, como hizo con Crimea. Pero con su actitud amenazante, ha logrado lo contrario: Ucrania, que no consideraba formar parte de la OTAN ahora lo pide a nivel nacional en amplia mayoría.

En el momento que escribo este análisis, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas está reunido y en una sola voz le pide a Putin que detenga la invasión. Pero sabemos que la toma de Ucrania es inminente. El hecho es de inmensas proporciones globales.

El pequeño eslavo en estos instantes ha de sentirse inmenso, teniendo al mundo en vilo. Placer, puro placer putinesco, que roza con la revancha por su pequeñez más humana que física: ciudades bombardeadas, millones de refugiados, cientos de miles de muertos.

Mucho se ha dicho y escrito sobre sus planes de anexarse a Ucrania —país de 42 millones de habitantes— y las devastadoras consecuencias que ese acto le traerá. ¿Alguien duda de que el conflicto puede escalar a una guerra nuclear? Yo no la tengo, las guerras se saben cómo y dónde comienzan, pero no cómo ni dónde terminan. Pasemos a ciertas conjeturas que considero bien fundadas.

▪ Ucrania puede ser el primer bocado. Pero el apetito no queda satisfecho. Los países bálticos y Polonia pueden ser la próxima mordida. Invadirlos, así como a Georgia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, sería un logro maravilloso para él, nostálgico de la Cortina de Hierro que existió como bloque de defensa ante la OTAN durante el Imperio Soviético y la Guerra Fría. Pero esto no podría suceder, porque esos países de Europa del Este ahora son miembros de la OTAN, y Rusia sería atacada de inmediato. Entonces, ¿qué duda cabe que entremos de lleno en una Guerra Mundial?

▪ Hasta hace muy poco, la seria amenaza de la toma de Ucrania por parte de Rusia pensé que podría no ser más que un plan bien trazado de Putin para negociar gran parte de América Latina, y de esa forma ampliar y ejercer su poder en una nueva esfera de influencia en territorio muy cercano a Estados Unidos. Los mejores restaurantes de Miami Haz una búsqueda por barrio y por el tipo de comida que te apetezca LEER MÁS Por tanto, dando y dando: No invade a Ucrania, y a cambio la Gran Madre Rusia se extiende militar y económicamente hacia Cuba, Venezuela, Nicaragua, y posiblemente otros países. Territorios peligrosamente cercanos a Estados Unidos.

▪ Vladimir Putin, rabioso ante las sanciones que le ha impuesto Estados Unidos decide dar un paso de una trascendencia terrible: intenta derribar nuestra red eléctrica (grid), que es la generadora de electricidad en todo el país, la transmite y distribuye. Buscaría la impotencia de Estados Unidos al dejarlo a oscuras y sin un sistema de redes de comunicación y ejecución nacionales. Sabemos que somos vulnerables, pero que se ha estado trabajando intensamente en este campo, por tanto es poco probable que Rusia triunfe. Sin embargo, si el mandatario del Kremlin decide atacar cibernéticamente a Estados Unidos habremos entrado en una guerra nueva, tremendamente impredecible y que el temido botón nuclear sea el que, finalmente, se toque con fuerza.

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¿Cuán lejos puede llegar Trump?

 Dora Amador

trump

(CNN Español) — Lo que sucedió el fin de semana del 29 y 30 de enero en Estados Unidos nos muestra que Trump quiere continuar con su peligroso e incendiario discurso y que quiere un estallido social.

No exagero. Parecería que es un plan bien trazado y es mi intención alertar a aquellos que todavía no están aterrados con lo que está pasando en este país.

Expondré lo sucedido en varios estados que me dan alguna idea de lo que Trump pretendería conseguir: ¿quizás la irrupción de una rebelión, o tal vez una insurrección armada en todo el país para destruir la democracia e instaurar una dictadura liderada por Trump?

Sabemos que desde la Casa Blanca intentó socavar los resultados de las elecciones y que trató de truncar el camino de la democracia al no reconocerlos.

Por la cantidad de personas que asistieron al mitin de Trump del sábado 29 de enero en Conroe, Texas, (algunos medios reportan que fueron miles de asistentes, aunque CNN no lo ha podido verificar de forma independiente), podríamos pensar que el exmandatario cree que fue un éxito. ¿Qué causó en la gente esa demostración de adoración y seguimiento fiel a su líder? El discurso del que para ellos es un “héroe” y para mí, recordando a Joseph Campbell, experto en mitología, “de las mil caras”.

Advirtió Trump: “Si estos fiscales extremistas, despiadados y racistas hacen algo malo o ilegal, espero que tengamos en este país las protestas más grandes que jamás hayamos tenido en Washington, en Nueva York, en Atlanta y en otros lugares porque nuestro país y nuestras elecciones son corruptas”.

En otras palabras, Trump agitó a las masas, agitadas ya, para que salieran a las calles, tal y como lo hizo al incitar el ataque al Capitolio, el 6 de enero de 2021, para que desguazaran a todos los que se opusieran a su presidente republicano, convencidos como están de que no había perdido las elecciones en 2020, lo que es falso, porque insisten en la mentira de que hubo fraude por parte de los demócratas.

Solo cabe imaginar que los trumpistas que tomarán las calles, si al creador de “La Gran Mentira” (de que fue él quien ganó las elecciones, no Biden) lo encarcelan, habría llegado la hora de pelear, y a estas alturas sabemos que muchos podrían estar armados con rifles de asalto, pistolas y un temible etcétera, que incluye bombas y explosivos, como ahora sabemos que sucedió en las afueras del Capitolio durante la insurrección.

Es importante aclarar que el llamado hecho por Trump ese sábado aludiendo a “los fiscales despiadados” que lo quieren condenar, se refiere a la fiscal general del estado de Nueva York, Letitia James, que dice que ha identificado «declaraciones engañosas” de la Organización Trump sobre sus impuestos. El equipo legal de los negocios del expresidente ha dicho que su cliente no ha cometido fraude.

James le envió una citación para que testificara bajo juramento. La fiscal de distrito del condado de Fulton, Georgia, Fani Willis, solicitó y logró que un jurado investigador pueda citar a testigos en la pesquisa que ella lidera sobre el intento de Trump de anular ilegalmente el resultado de las elecciones presidenciales de 2020 en Georgia. Trump dice que no ha hecho nada malo y que la investigación en su contra está motivada por factores políticos.

Ese es un crimen que en Georgia conlleva hasta 20 años de prisión. Willis ha pedido la protección del FBI tras las muchas amenazas, incluso de muerte, que ha recibidJunto a estas dos brillantes fiscales se encuentra también Alvin Bragg, fiscal de distrito de Manhattan y sucesor de Cyrus Vance Jr, quien inició una investigación contra Trump por presuntos fraudes en sus negocios, manipulación del valor de sus propiedades para ahorrar dinero en préstamos y evadir impuestos. De nuevo, Trump ha dicho que la investigación tiene una motivación política.

Algo más que dijo en su discurso incendiario ese sábado el expresidente es que consideraría indultar a los asaltantes del Capitolio si ganaba las elecciones de 2024, porque cree que han sido tratados injustamente. Ya se podrán imaginar la súbita esperanza que estos criminales convictos podrían experimentar al escuchar esa promesa.

¿Y qué decir de los que podrían andar sueltos preparados para hacer lo que sea por su jefe, que nos gobernó por cuatro años erráticamente, propagando desinformación, acercándose a polémicos líderes como Vladimir Putin y Kim Jong Un, que hacía muchas veces declaraciones racistas y xenofóbicas e incurría en abusos de poder?

Pero con el discurso de ese sábado en Texas no termina el peligro si no hacemos algo para evitar lo que podría avecinarse.

El domingo 30, Trump dijo en un comunicado que el entonces vicepresidente Mike Pence pudo haber cambiado los resultados de las elecciones y que tenía “el poder de hacerlo”. Eso es falso, según ha dicho varias veces el mismo Pence. También dijo Trump que quería que Pence lo hiciera.

A Trump no le importó en lo absoluto la insurrección sediciosa y terrorista que se desarrollaba en el Capitolio el 6 de enero de 2021. Sabemos que pasaron horas en las que vio por televisión los acontecimientos y no hizo nada, a pesar de que su hija Ivanka le rogó varias veces que detuviera aquello, según dijo Liz Cheney citando testimonios de “primera mano” sobre el momento. Le importó poco o nada que la turba buscara a su vicepresidente Mike Pence.

Y luego nos enteramos de que Trump evaluó muy seriamente algunas propuestas para apoderarse de las máquinas de votación. Fuentes cercanas al entonces presidente le han dicho a CNN que analizó seriamente los planes creados por sus asesores para usar el Departamento de Seguridad Nacional con el fin de apoderarse de las máquinas de votación para socavar los resultados de las elecciones. Según el diario, el entonces comandante en jefe rechazó hacer la solicitud al Pentágono, una idea que presentaron unos asesores. De igual forma, dice el periódico, el exsecretario de Justicia William Barr lo rechazó. Ninguno lo hizo, pero queda demostrado una vez más hasta dónde estuvo dispuesto Trump para hacer creer que quien ganó las elecciones fue él y no Biden, una mentira que muchos trumpistas creen ciegamente, como creen que no hubo intento de golpe de Estado.

El 8 de noviembre de 2022 serán las elecciones legislativas y de gobernadores en Estados Unidos. Faltan muchos meses, pero sospecho que el tiempo que queda será peligroso y violento. Así y todo, no olvidemos que en nuestras manos está, votando ese día contra viento y marea, que no triunfen los que anhelan con pasión desenfrenada destruir la democracia de la república. Que ganen los que creemos en la democracia, en la libertad, la justicia, la paz y el respeto a los derechos humanos.

A pesar de todo lo que ha dicho el que para mí es el peor presidente que ha tenido Estados Unidos, confieso que lo que más estupor me causa es la inmensa cantidad de republicanos, que opino que son inmorales, o que por su inmensa ignorancia votarán por Donald Trump si logra postularse y no está enfrentando investigaciones por los señalamientos en su contra.

Nota del editor: Dora Amador es periodista. Fue columnista de El Nuevo Herald por 20 años. Redactora de noticias y editora de redacción de reportajes en los noticieros de las 6 pm y 11 pm del Canal 23 de Miami. Fue documentalista del Canal 23 y del 51. Ha ganado cuatro Emmy por sus documentales “Cuba: del trauma al triunfo”. “Historia del exilio cubano 1959-1989″ y “La crisis de octubre”. En El Nuevo Herald fue ganadora del premio “Guillermo Martínez Márquez Excellence in Journalism Award”. Es autora del libro “La sonrisa disidente”. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora. Mira más en cnne.com/opinion

Mujeres en el presidio político cubano

Acabo de descubrir en ese extraordinario archivo que es Internet Archive, que el 27 de junio de 2021 la revista cultural Incubadora publicó este artículo en el que entrevisto a seis expresas políticas cubanas en El Nuevo Herald. Le agradezco a Incubadora su obra de rescate y actualización de una historia dispersa vital.

El 10 de marzo de 1991 El Nuevo Herald sacó este impagable dossier sobre las Mujeres en el presidio político cubano. Dossier que resumía los testimonios de América Quesada, Lidia González, Ofelia Duque, Luisa Pérez, Georgina Cid e Hilda Felipe junto a una introducción de Dora Amador. En el mismo, Amador denunciaba el olvido que había sufrido -hasta ese momento- el presidio político femenino tanto dentro como fuera de Cuba. (Agradecimientos a Salomé García).

Algunas personas me han pedido que publique aquí algunas de las columnas de Opinión aparecidas en el periódico El Nuevo Herald, de Miami, a través de los años. Con gusto lo haría, pero el periódico está rehaciendo su departamento online de Archivos y las he tenido que buscar en otras partes de la red. Resulta muy difícil, pues fueron 20 años de trabajo intenso. Tan pronto como El Nuevo Herald termine de renovar su Archivo, pondré links.

El acuerdo nuclear con Irán va

 ¿Qué es la madurez?

Por piedad, levanten el embargo a Cuba

El coraje de Oswaldo Payá Sardiñas.

Crónicas del Miami amable

Hablemos de la muerte

Ahora que regreso sólo con recuerdos

Los derechos humanos de las personas mayores II

El veto de Obama

Ser cubanoamericana

Llegó el ángel del insomnio

Hallo en el insomnio como una llamada. No me rebelo, lo atiendo y obedezco con cierto agradecimiento que brota espontáneo, libre. Me llama para que me levante de la cama. Esta madrugada maravillosa, de noche silenciosa llena de horas sin interrupción, espacio y tiempo míos para leer o escribir, recordar, revivir el obstinado pasado, para rezar, meditar, ser.

Hola insomnio, llegas de nuevo como un ángel que me toma la mano con suavidad y me trae a la sala, a mi butaca. Me recuerda siempre encender antes la velita. Me gusta la pequeña llama que me acompaña en esta jornada nocturna que no sé adónde me lleva, pero me dejo llevar. Seductora experiencia que se da sin tiempo, el tiempo queda abolido. Sólo somos el ángel y yo, esperando a ver qué pasa. Creo que ella o él sabe lo que va a pasar, yo no, yo solamente siento que tengo que entregarme a lo que vaya llegando con una suavidad y ternura que me impiden tener miedo ni tristeza ni nostalgia ni anhelo.

Qué bueno entregarse, dejarse llevar por un deseo ajeno que te conduce a nada más que ser y estar en el vacío inmenso, callado, latente de la noche infinita del cosmos, del cual somos parte integral.

Y ahora cierro los ojos y llegan despacio imágenes del pasado reciente o muy, muy lejano. Zory siendo devorada por las llamas cuando la están cremando y la deshace ese poderoso viento que junto a las llamas sueltan las máquinas del horno. Es parte de la cremación, viento y fuego sobre un ser humano que era vital, ahora ardiendo. Cuando se apagan las llamas se trituran en un aparato los huesos, y a lo que se le llama cenizas no es más que huesos triturados transformados en polvo, aunque siempre quedan pedacitos de huesos sueltos. Es el polvo de mi hermana.

Mi hermana está quemada, no existe su cuerpo, lo que queda de ella, «las cenizas», las colocaron en una cajita, una urna y de ahí se la llevaron para una tumba en la tierra. Yo vi cuando colocaron la urna pequeña que contiene lo que era ella sobre la tierra y la cubrieron de cemento para sellarla. Ahí estará por siglos lo que fue una mujer llena de vida y ambición, de lucha y trabajo, mucho trabajo, adoración al dinero, su dios, su único dios, también de pasión y sexo con su marido por más de 50 años. Lo amó y lo dominó, era un muñeco en sus manos. Así lo quiso y estoy convencida de que era el único hombre en el mundo capaz de vivir con ella. De soportar su egoísmo, su autoridad aplastadora, su ira enquistada que estallaba con facilidad, sus gritos, su odio. Porque ese hombre no pensaba, era un pene y una boca, comía y templaba. Y la obedecía, sin duda la quería.

Zory, Zorita, le decíamos en la familia. Su nombre era Zoraida Octavila Amador Morales. La primera hija de mi madre. Mi primogénita, seis años mayor que yo. El segundo nombre se lo puso Mima por su querida amiga, Octavila, que murió de cáncer en el ceno en La Habana en la década de los 50. Yo recuerdo muy bien cuando la fuimos a ver al hospital, ya muriéndose. Estábamos Zory, Mima y yo alrededor de su cama.

Ahora Zory «descanza en paz». Ruego porque esté con Dios y las personas que, de acuerdo a su pequeña capacidad de amar, más quiso en su vida: Eddy, su esposo, Mima y abuela. No creo en el infierno, yo sé que ella no está en el infierno, está en el paraíso de los buenos, aunque no fue una mujer buena, pero no fue culpable de ser mala, supongo que circunstancias de su infancia –nuestra infancia, nuestro monstruoso padre–, de la vida misma, la hicieron así: narcisista maligna, que es uno de los trastornos de la personalidad narcisista -hay varios tipos de narcisismo- de acuerdo con la Asociación Americana de Psiquiatría.

Al narcisista maligno le es imposible establecer una relación interpersonal, pues carece de empatía, remordimiento y sentimiento alguno por el otro. Su juego es deshumanizar a sus víctimas y hacerlas responsable de su delito mediante la manipulación sistemática de aliados. A quienes seduce con sus elocuentes mentiras y verdades a medias. Requieren excesiva y constante admiración (es un síntoma que denota una baja autoestima y una gran preocupación por hacer bien el trabajo y por cómo son vistos por los demás). En sus relaciones interpersonales son explotadores. Se aprovechan de los demás para conseguir sus propios fines. Es frecuentemente envidioso de los demás o cree que los demás le tienen envidia (pueden llegar a devaluar a personas que hayan recibido una felicitación, un premio, al pensar que ellos son más merecedores de los mismos). Por ello se comportan de manera arrogante.

Pobre hermana mía. Debí de ser más compasiva, más comprensiva, pero me lo impedía a cada paso, me odiaba tanto. Poco a poco voy sobreviviendo intentando alejar los lacerantes flashbacks que como una carga siempre han sido parte de mi vida, pero que desde que murió son más insistentes. Recuerdos súbitos y recurrentes que llegan desde la infancia a su lado, cuando comenzó el abuso pero yo no sabía que aquello era abuso, infantil, o en la adolescencia, la mutilante salida de Cuba, yo con 13, ella con 19 años. La tarde gris en que en una estación de trenes, después de un precioso día de paseos caminando con ella y mi primo Carmelo, acabado de llegar de Cuba, que nos había ido a visitar a Port Chester, Nueva York, donde vivíamos en 1963 con mi padre y mi madrastra, me dijo mirándome fija y fríamente que regresara a casa sin ella, porque se iba a vivir con Carmelo a Manhattan y no regresaba. Que le dijera a mi padre que se iba de la casa y no volvía, que era mayor de edad. Creo que nadie ha odiado tanto a un padre como ella, y eran exactos: egoístas, avaros, seres quebrados.

Carmelo, nuestro primo, que acababa de llegar de Cuba, mi hermana Zory a la derecha y yo.

Y así, helada, totalmente desconcertada volví a la casa y lo comuniqué. Un inmenso sentido de desolación me acompañó desde la estación de trenes y siguió conmigo como una sombra en aquella casa donde vivíamos Georgina y Joseíto, hermanos de mi madrastra, Maíta, la madre, y ahora yo sola con ellos. Mi padre y su esposa estaban en Miami. Georgina de inmediato llamó a mi padre y se lo informó.

Me acerqué a la ventana de la cocina del apartamento donde mis ojos chocaron con el edificio vecino, casi pegado al nuestro, de ladrillos rojos. Había un gran vacío, un precipicio estrecho entre las dos monumentales construcciones de apartamentos. Mi hermana me abandonaba, fue el segundo gran abandono. El primero fue el de mi padre, que se divorció de mi madre por tercera vez cuando yo tenía dos años. Ahora éste. Nunca más supe de mi hermana, cuyo cariño jamás experimenté, hasta que llegó mi madre de Cuba en julio de 1963, que fuimos las dos a buscarla a la estación de autobuses. Mi padre, algo triste y preocupado, me pareció, me había llevado desde Port Chester a la casa de mi hermana en Manhattan. Y las dos fuimos a buscar a nuestra madre, que arribaba a Nueva York desde Miami.

Yo los quiero a ambos: a mi padre y a mi hermana. Y quisiera que estuvieran vivos, cerca de mí y fuéramos una familia feliz. Pero aunque se repitiera lo que sucedió –esta pequeña parte de mi vida que he contado– desearía que volviera aquel tiempo. Verlos de nuevo, quererlos. Hoy los he perdonado con toda mi alma, ¿quién soy yo para juzgarlos? Cada uno de los dos tuvo sus propias experiencias que les hicieron daño. Eran seres dañados, como yo. Los perdono, que me perdonen ellos a mí por haberlos juzgado tan duramente por tantos años, aunque marcaron con hierro ardiente y oxidado lo que fue un día una niña y una adolescente inocente. Es lo que más admiro, amo y respeto de la vida de todo ser humano: la ingenuidad. Es sagrada.

Sólo pido que mi hermana esté con Dios, que ame, porque amada es, infinita e incondicionalmente, como ama Dios. No olvidemos: la misericordia supera la justicia.

Mi abuela en su cumpleaños 60, sentada en el centro y rodeada de algunos de sus nietos. Mi hermana Zory es una de las que está sentada en el suelo, es la segunda de la derecha, a la izquierda de Ana Teresa. A la izquierda de mi hermana está Pucha, le sigue Cuca, frente a Cuca está Mayra, a la izquierda de Mayra, Oildita, le sigue Estelita que me tiene sujeta por las piernas. Yo soy la niña que está de pie con el lazo blanco en la cabeza, pegadita a mi querida Estelita. Arriba, empezando por la izquierda, Rodolfito, Lolina, Wichi, abuela, Carmelo y Rody.
A la izquierda, abajo: Zory, mi hermana, al lado, Mime (Estela Ramos Miranda, hermana de mi abuela) a la derecha de Mime, abuela, arriba Mima, conmigo en brazos, a mi lado está mi padre, Pedro Amador. Detrás de mí, la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que colgaba en la pared frente a la puerta de entrada de la casa.

La última foto de Zory, tomada en su casa, ya enferma de Alzheimer, por la muchacha que la visitaba diariamente para darle las pastillas y ayudarla .

Mi acto de repudio en el Versailles y otras bajezas de los cubanos trumpistas

A veces, muchas veces, me repugnan a los cubanos. Son como una cucaracha agonizante boca arriba expulsando ese líquido oscuro que sueltan dando pataletas. Pero no los veo morir. Siguen retorciéndose destilando odio. Me estoy refiriendo ahora a los cubanos del exilio que aplauden con sus patas de cucarachas al presidente Trump. Según una encuesta reciente, la mayoría lo apoya, sin importar la fecha en que salieron de Cuba: hace 60 años o hace cinco. 

Después me inspiran una inmensa compasión. Los veo como seres mutilados que cargan heridas abiertas y andan doblados por el peso, la catástrofe, la laceración punzante de saberse sin patria , por haber sufrido –muchos, no todos– sabe Dios cuántos horrores en la isla y el pueblo que maldicen, desde que se fueron. Pobres hombres y mujeres aplastados, condenados, expulsados del Paraíso.

El sábado 26 de septiembre de 2020 en horas de una tarde temprana, fui victima de un acto de repudio en el Versailles, exactamente en la cafetería que queda al lado del restaurante, donde se acude, con hambre y regocijo de compartir por unos instantes nuestra cultura culinaria e identidad. Me gritaron, me levantaron las manos y los brazos amenazantes, aunque nadie me dio un golpe físico. Era más de una docena de hombres y mujeres en un estado magníficamente delirante a toda voz, buena muestra para ser analizadas por antopólogos y psicólogos junguianos, específicamente junguianos.

“¡Comunista!”, me gritaban, otros se reían burlándose de mí y se miraban entre sí. Me odiaban cuando me gritaban, “¡Vete para Cuba!”, “¡Que se vaya!”, “¡Que se vaya!”, “¡Estúpida!”, “¡Comunista!”. Era el estribillo.

El escándalo se formó cuando me tocó el turno de pedir un cortadito y frente a mí había un señor entregándole a una empleada unos documentos, a la vez que le decía: “Ahí está todo, por quién votar y cómo hacer todo”. Yo, en voz baja, estaba muy cerca de él, le pregunté: “¿Por qué usted le indica a una ciudadana por quién votar y que le dé las instrucciones y papeles a las otras empleadas? Votar es un acto libre, es un derecho y un deber, usted parece intimidar” Y entonces me contestó fuera de sí: “¿Por qué se mete en esto? Lo hago porque me da la gana”, y le le dije sin levantar la voz, “Seguro que usted es de los de Trump”. Se puso furioso, ya otros habían escuchado y visto la expresión de rabia de aquel cubano que empezó a hablarme haciendo gestos amenazantes, en voz alta y molesta.

Ardió Troya en el Varsialles. Algunos se levantaron de las mesas, muchos se viraron hacia mí, las empleadas empezaron a gritar “¡Trump!, ¡Trump!, ¡Trump!”, pero no tres veces, muchas, muchas veces lo repetían y aplaudían. 

Se levantaron los que, con sobras de pastelitos u otra comida en la boca, la abrían escupiendo para unirse al coro y repetir frenéticamente el nombre del presidente. Era su líder, su fürer, cómo no defenderlo con todo, aunque se les saliera el café por entre los dientes.

Yo no concebía lo que mis ojos y oídos estaban viendo y escuchando. Me dio un salto el estómago y sentí el impulso de contestarles a todos, mirando a todas partes. Buscándoles sus rostros. “Fascistas, cubanos trumpistas, prepárense porque van a ganar Biden y Kamala!”. Entonces fueron más las risas, se reían con ganas. “¡Vieja comunista!”. Ya la gente ocupaba de pie el centro de la cafetería, allí estaba yo también, casi en el centro, a mi lado se hallaba mi amiga con quien había ido a tomar café allí, que es puertorriqueña, una doctora en medicina con vastos conocimientos en psiquiatría, hoy retirada. No abrió su boca, solo miraba espantada. Ella lleva muchos años viviendo en Miami, nada cubano le es ajeno. Pero esto, esto que estaba viendo, era la primera vez que lo veía, me dijo después muy impresionada. 

En un momento me fijé en un joven que tenía muy cerca, que se reía de mí en mi cara. Y le pregunté: “¡Cuándo saliste de Cuba?” me pudo escuchar a pesar de los gritos de aquellas personas fuera de sí. “Hace 10 años, pero no importa cuándo salimos. Trump es el hombre y va a ganar estas elecciones. Trump!, Trump, Trump!”. Y me miraba mientras repetía el nombre. Me dio lástima y le dije mirándolo a los ojos: “Tienes un caudillo dentro. Lo necesitas. Se llama Fidel Castro, pero gritas Trump. Un nazi, un dictador, un criminal, por ése vas a votar.” Aumentó su risa, el número de sus carcajadas. 

Dije dirigiéndome a todos, alzando la voz, sintiéndome impotente, para que me oyeran: “Además, no es Trump, es Putin a quien él obedece”. Segundo incendio troyano, mucho más fuerte en el Versailles. Incendio de risas histéricas. Incendio de ira tal y como hemos visto que son los actos de repudio en Cuba. “¡Está loca!” oí decir entre las voces. “¡Es una fidelista!”

La cajera que tenía en frente pidió como en súplica que ya, que se acabara aquella “discusión” sobre política. La miré, pagué la cuenta y nos fuimos. Atrás quedaron las risas, ls gritos, incluyendo el de las empleadas que noté nerviosas, de la cafetería del Versailles.

Regresé a casa y leí, minutos después, la noticia sobre el periódico Libre, de extrema derecha, que había estado insertándose por seis meses todas las semanas en el diario donde trabajé muchos años, El Nuevo Herald. 

Y recordé el año 2016, cuando empecé a intuir problemas crecientes en el periódico contra mí porque publicaba artículos en contra de Trump. 

Mi editor, que jamás me censuró a pesar de verse varias veces en apuros por mis columnas y enviarme emails en los que me decía lo que escuchaba en la sala de redaccion sobre mí y lo que escribía, y que debería de evitar decir ciertas cosas ofensivas sobre Trump, porque, según lo que a él le decían “es el presidente de Estados Unidos,  hay que respetarlo”. Además, “nada ha sido probado». Andrés Hernández Alende, escritor y periodista, no se dejó intimidar, pensaba como yo, es demócrata y sabe de qué podrida madera está hecho Trump. Pero se vio presionado, era demasiado, y yo no cedía, exponiendo mis razones con hechos comprobados por los investigadores y periodistas de prestigiosos periódicos y organizaciones. Yo no escribía mentiras, todo era verdad. Mi trabajo era investigar y difundir la verdad. Fui primera en esas páginas que denunció el asunto del dossier, de la interferencia rusa en las elecciones, que seguí paso a paso, de otras cosas que, según supe, no creían en absoluto los editores y otros periodistas de Herald, derechistas trumpistas, aunque fundamenta lo dicho con fuentes de la más alta credibilidad. Ese es el trabajo muy difícil y gratificador de un buen periodista. Así lo hice durante 2015, 2016, 2017 y 2018, en que en el mes de junio la dirección –las ex directoras hoy– de El Nuevo Herald, marcadamente pro Trump decidieron que yo no escribiera más columnas de opinión en el diario. Después del vergonzoso escándalo de la inserción del periódico Libre, dirigido “por Demetrio Pérez, Jr., el ex miembro de la Junta Escolar de Miami-Dade, delincuente convicto que tiene un pasado oscuro que ha sido cubierto prominentemente por el Herald”. [Lapsos en comunicación llevaron a publicación de suplemento insertado con textos ofensivos.

Por Andrés Veglucci, 20 de septiembre de 2020, El Nuevo Herald].

Me alegro de que McClatchy, la empresa estadounidense dueña de The Miami Herad y El Nuevo Herald haya despedido de su puesto a su directora editorial, Nancy San Martin, y haya sacado también de su cargo, aunque no despedido a la publisher y executive editor de ambos diarios, The Miami Herald y El Nuevo Herald, Mindy Márquez. Su director actual es Jay Ducassy, alguien con vasta experiencia periodística y confiable.

Este es un ejemplo de lo que saió pubicado en Libre y difundido por El Nuevo Herald 

“The columnist wrote that Michelle Obama reminds him of a “black monster” in Dante’s Inferno. Other times, he wrote that Islam is “filth,” Native Americans “primitive” and Africa the “ass of the world.” On another occasion still, he called George Floyd “ugly,” a “common criminal” and the protests over his death at the hands of police “racial whoremongering.” 

And then there’s the time that he wrote, in all apparent seriousness, that Black Lives Matter protesters should summarily be put to death.” 

That’s only a small sample of the work of Roberto Luque Escalona, a Cuban exile writer whose vituperative and obscenity-laced opinion pieces ran in a thick insert named LIBRE that its publisher paid to distribute inside every Friday’s edition of el Nuevo Herald, the Miami Herald’s Spanish-language sister newspaper this year. After ending the relationship with LIBRE last week, Herald newsroom leaders said.

«El columnista escribió que Michelle Obama le recuerda a un» monstruo negro «en El Infierno de Dante. Otras veces, escribió que el Islam es «inmundicia», los nativos americanos «primitivos» y África el «culo del mundo». En otra ocasión aún, llamó a George Floyd «feo», un «criminal común» y las protestas por su muerte a manos de la policía «prostitución racial».

Y luego está el momento en que escribió, con toda aparente seriedad, que los manifestantes de Black Lives Matter deberían ser ejecutados sumariamente «.

Esa es solo una pequeña muestra del trabajo de Roberto Luque Escalona, un escritor cubano exiliado cuyas opiniones vituperadoras y llenas de obscenidad aparecían en un grueso inserto llamado LIBRE que su editor pagó para distribuir dentro de la edición de cada viernes de el Nuevo Herald. Periódico hermano en español del Miami Herald. 

Por décadas el exilio “histórico” cubano (y ahora mucho de los que siguen llegando), se ha quejado y acusado a El Nuevo Herald de ser comunista, “el Granma” de Miami. De veras que los cubanos pueden ser cerriles. Ese periódico ha estado minado de personal editorial de derecha siempre. No lo sabré yo, que trabajé en su sala de redacción por 10 años. Y como columnista por más de 25.

Así suceden las cosas significativas a las que deberíamos prestrle más atención, si de veras los cubanos quieren una Cuba democrática y donde se respeten los derechos humanos y una prensa libre en un futuro, que veo cada vez más lejano. 

El mismo sábado 20 de septiembre en que me hacían un acto de repudio por expresar mi opinión libre ciudadana en contra de Donald Trump, en respuesta a un intimidador y ser de inmediato llamada “comunista” “estúpida”, “vete para Cuba”, etc., en el restaurante cubano más famoso de este Miami revuelto y brutal, se descubría  que las directoras de El Nuevo Herald, importante diario con decenas de miles de suscriptores, estrechaba sus lazos a escondidas con un divulgador y delincuente trumpista, Demetrio Pérez, Jr., para influir en los votantes hispanos del Sur de la Florida de forma que saliera electo el actual presidente, delincuente, asesino que permitió y propagó mentiras sobre el cobid19, agente de Vladimir Putin, jefe de gobierno de un país enemigo, misógino, psicópata, mentiroso patológico, aspirante a dictador totalitario como Fidel Castro. 

Esos son los cubanos trumpistas, igualitos a los cubanos comunistas. 

doramador12@gmail.com