Un capitalismo inclusivo

Screen Shot 2015-01-25 at 4.00.03 PMPublicado en El Nuevo Herald el Sábado 24 de enero de 2015

Dos eventos de importancia incalculable se dieron en 2013 y 2014: la publicación de El capital en el siglo XXI, del economista francés Thomas Piketty, en el que el autor explica cómo se ha producido la concentración de la riqueza y su distribución en los últimos 250 años. Piketty sostiene que cuando la tasa de acumulación de capital crece más rápido que la economía, la desigualdad aumenta; y propone impuestos progresivos (la idea de que la carga fiscal debe caer más pesada en las personas que más pueden permitírselo).

Y un impuesto mundial sobre la riqueza con el fin de ayudar a resolver el problema actual del aumento de la desigualdad.

El segundo evento que está teniendo gran fuerza entre los demócratas como Elizabeth Warren, Bernie Sanders, Bill y Hillary Clinton, etc., fue la Conferencia sobre el Capitalismo Inclusivo, realizado el 27 de mayo de 2014. Más de 220 líderes del mundo de los negocios –entre ellos el expresidente Clinton– y las finanzas se reunieron en Londres para discutir el futuro del capitalismo y cómo podemos actuar para hacerlo más justo, sostenible e inclusivo.

Este evento, subtitulado “Construir valores, renovar la confianza”, fue convocado para hacerle frente a dislocación y la desconfianza que prevalece en nuestra sociedad. Aumentos en la desigualdad de ingresos en todo el mundo, escándalos empresariales y financieros, desempleo históricamente elevado y persistente y el lento crecimiento económico que está socavando la cohesión y la estabilidad. La confianza en los negocios ha disminuido en la mayor parte del mundo, y se están cuestionando asuntos fundamentales acerca de la capacidad del capitalismo para ofrecer beneficios a todos.

Christine Lagarde“En el pasado, los economistas subestimaron la importancia de la desigualdad. Se centraron en el crecimiento económico, en el tamaño del pastel en lugar de su distribución. Hoy, somos más conscientes de los daños causados por la desigualdad. En pocas palabras, una distribución del ingreso severamente torcida perjudica el ritmo y la sostenibilidad del crecimiento. Y conduce a una economía de la exclusión, y a un páramo que descarta el potencial humano. El reconocimiento de este hecho por la Conferencia sobre Capitalismo Inclusivo es increíblemente importante”, dijo Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional.

Screen Shot 2015-01-25 at 3.40.56 PMEl capitalismo inclusivo rechaza el argumento de que lo que importa es la igualdad de oportunidades, porque las oportunidades no son iguales para todos. Pongamos algunos ejemplos:

En 2013, el CEO de Cheniere Energy, Inc., Charif Souki, obtuvo un ingreso de $141,949,280. Mario J. Gabelli, de Gamco Ivestors, inc., ganó $85,049,800; Daniel R. Heese, de Sprint Corporation, obtuvo un total de $49,077,600; Leonard Schleifer, de Regeneron Pharmaceuticals, ganó $36,272,665. La lista sigue, aunque no es tan larga. Pero tengamos esto en cuenta: el salario promedio de un estadounidense era en 2013 de $35,239 al año.

Screen Shot 2015-01-25 at 3.48.28 PMA esto fue a lo que se refirió Obama en su discurso del Estado de la Unión. No mencionó el término “capitalismo inclusivo”, pero impulsó sus postulados al solicitar al Congreso: “Cerremos las lagunas tributarias que fomentan la desigualdad al permitir que el uno por ciento más rico evite pagar impuestos sobre su riqueza acumulada. Podemos usar ese dinero para ayudar a más familias a pagar sus gastos de cuidado infantil y enviar a sus hijos a la universidad. Necesitamos un código fiscal que ayude a los trabajadores a progresar en la nueva economía… Ayudemos a las familias trabajadoras a llegar a fin de mes sin dificultades. Démosles las herramientas que necesitan para conseguir empleos bien remunerados…. Mantengamos las condiciones que fomentan el crecimiento y la competitividad. Ese es el rumbo que debe tomar Estados Unidos… Quiero decirles a todos los miembros de este Congreso que todavía se niegan a aumentar el salario mínimo lo siguiente: Si realmente creen que ustedes serían capaces de trabajar a tiempo completo y mantener una familia con un sueldo anual inferior a 15,000 dólares, inténtenlo. Si no, voten para darles a millones de las personas más trabajadoras un aumento… Les pido a ambos partidos que me otorguen la autoridad de promoción comercial a fin de proteger a los trabajadores y celebrar nuevos tratados comerciales sólidos con países de Asia a Europa que no solo sean de libre comercio sino que también promuevan un comercio justo… Pero el 95% de los consumidores del mundo viven fuera de nuestras fronteras y no podemos renunciar a esas oportunidades… Cerremos las lagunas tributarias para dejar de recompensar a las empresas que mantienen las ganancias en el extranjero y premiar a aquellas que invierten en Estados Unidos. Usemos esos ahorros para reconstruir nuestra infraestructura a fin de atraer a las empresas para que traigan los empleos de vuelta a casa… Y es por eso que mi plan hará que el cuidado infantil de alta calidad esté más disponible, y sea más asequible, para todas las familias de clase media y de bajos ingresos con niños pequeños; con más cupos y un nuevo recorte de impuestos de 3,000 dólares por niño, por año.

barackobamaPerdonen sus detractores, pero este histórico discurso y su esfuerzo para que se levante el embargo a Cuba hacen de nuevo que este presidente sea uno de los mejores que hemos tenido.

Enlaces útiles sobre el Capitalismo inclusivo:

Del placer y el olvido

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El vagón del subway iba lleno, como siempre a esa hora del rush de la mañana. Yo, 16 años, cargada de libros rumbo a George Washington High School –lugar de inicios voluptuosos–, de pie agarrada a uno de los postes donde se encontraban las manos de todo tipo de gente, apretando el tubo para no caerse. Rieles entrecruzados, frenazos bruscos del tren IRT, que atravesaba Manhattan.

Miré la mano que me estaba rozando, subí por el brazo hasta llegar a la cara. Atracción inmediata. El joven me miraba fijamente, con expresión de deseo, algo ingenuo me pareció, lo que me atrajo más, diciéndomelo todo con los ojos. Y yo, que no tenía ganas de ir a la escuela, lo miré también. Sonreímos y nos bajamos en Washington Square, en Greenwich Village, adónde solía saltar clases para escaparme y ser parte de la cantata y las guitarras. Era la vida rebelde; allí era yo misma, experimentaba la plena libertad dentro de la incertidumbre de una generación algo perdida, por lo menos yo lo estaba. En ese espacio y ese tiempo se estaba gestando mi otra identidad, se enraizaba mi segunda nacionalidad.

Nos bajamos del tren. Estaba bajo el hechizo de sus ojos verdes inolvidables. Pelo negro, boca hecha para la mía, que comprobé hasta la locura horas más tarde. Hacía poco que se había mudado para Nueva York; me lo dijo en su cama, después de hacer el amor, en ese instante dilatado de gestos y palabras lentas, de intimidades y caricias.

DSCF9306Estuvimos horas en Washington Square, sentados en la fuente, caminando a la deriva mirando a la gente sin saber adónde íbamos. Me sentí feliz con mi conquistador apasionado. ¿Cómo era aquello posible? Siempre me sentía tan inapropiada ante los ojos masculinos.

No sé cómo terminamos uniéndonos a un grupo en la fuente que brindaba con vino y nos lo ofrecieron. Uno de ellos, sin camisa y riéndose, dijo que le había llegado la tarjeta y se tenía que ir para Vietnam. Tanta confusión había; y yo sentía que nos unía la alegría de estar en contra de casi todo, la rebelión latía como una bomba de tiempo en el pecho, cómplice de la revuelta, que no sólo era visible exteriormente, el disturbio grande se hallaba dentro.

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¿Sabía yo las causas de aquel ciclón interior que removía mi vida? No, no entonces, porque vivía, no analizaba, no tenía aún la facultad de reflexionar en el tiempo, los signos, las marejadas, los destrozos, la lenta reconstrucción del sí mismo.

Mi compañero y yo hablábamos de cosas que mirábamos y nos daban risa o nos sentíamos parte de ellas sin decirlo de esa manera. Me sorprendí –¿o asusté?– cuando me tomó la mano y me la apretó, como si fuera su novia. Me gustaba la aventura aquella. Qué delirio. De pronto le dije que por qué no nos íbamos de allí, ¿por qué no a los Claustros?

Abordamos otro subway. Él me acariciaba la mano y acercaba su cabeza a la mía, sentados muy juntos. Y me besó.

3380487860_82f4c1959f Los Claustros.

Llegamos; apenas visitamos varias salas del museo, cuando salimos por una de las puertas y vi que le encantó el aire libre, el espesor del bosque, los árboles, la maleza. Saltó uno de los muros y alzó los brazos desde el otro lado para aguantarme cuando yo brincara. Lo hice, y empezamos una caminata sobre las hojas secas de otoño.

Nos detuvimos debajo de unos arbustos y nos acostamos sobre las hojas. Ya serían como las dos de la tarde. Me besó, y en un acto de arrojo sin pena ni conflicto ni freno, lo besé también. Fue un minuto de mi larga vida que no olvido: era yo sin ser yo, ese falso yo integrado ya por una cierta seguridad, afecto (en mi caso lésbico el afecto venía de lo femenino (mis experiencias eróticas eran con muchachas), poder y control. Nada de eso parece que desempeñaba ningún papel ahora. Insegura, sin poder alguno, sintiendo un afecto fuertemente desordenado para mí entonces, me hallé casi desnuda junto a él, con aquel frío que me hacía feliz, pero cuando estábamos al borde de la locura cuerpo contra cuerpo, sentimos el silbido de un policía que detrás del muro nos llamaba,

Si no fue este, fue un muro igual. Si no fue este, fue un muro igual.

y al mirarlo asustados vimos los gestos que hacía de que desapareciéramos de allí.

Nos fuimos corriendo, contentos, porque nos sentimos –sin tener conciencia– poseídos por la fuerza de Eros, ya no éramos nada, y éramos todo.

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Los Claustros desde arriba. Los Claustros desde arriba.

Entramos a su apartamento, hicimos el amor desesperados. ¿Qué era lo que yo estaba haciendo? No me importaba, yo no era dueña de nada.

Sonó el teléfono, era su hermano que estaba al llegar. Me quise ir enseguida. Salí apresurada buscando el subterráneo, ya de noche, y me monté en el tren con el olor suyo, olor de un hombre en mi cuerpo. Esa noche me llamó por teléfono. Y al otro día varias veces, y al otro. Mi hermana contestaba y me daba los recados que yo escuchaba en silencio. Sabía que no le había dado mi dirección.

Y sin saber porqué, nunca más hablé con él ni lo volví a ver.

Y no recuerdo su nombre, el de aquel joven hermoso que un día se grabó en mi existencia para siempre. ¿Dónde estará hoy?

La hija pródiga. Charlie MacKesey, 2013.                                                  La hija pródiga. Charlie MacKesey, 2013

Transiciones, pasado y presente

Tema de la exitosa y revolucionaria serie de televisión The L Word (L por lesbiana) que transmitió Showtime del 2004 al 2009. Yo la acabo de ver en Netflix. No la conocía. Ha tenido un efecto positivo y liberador en mí: lo que en algún artículo reciente catalogué correctamente como la repulsiva promiscuidad del homosexualismo sale aquí en toda su magnitud, y desastre emocional para ellos, digamos aquí ellas. Hay un diagrama dibujado por uno de los personajes que va empatando con líneas sobre quién tiene una relación sexual con quién, y así se va viendo que casi todas se acuestan con todas. O casi todas. Pero sucede algo, y es que para mí inesperadamente surgió ante mis ojos una de las mejores obras de arte vistas en la televisión. Esto es literatura llevada a la pequeña pantalla, lo mejor después del séptimo arte, llamémosle entonces el octavo, televisión at its best. No se pierdan esta serie –sin anuncios–, la pueden ver , además de en Netflix, en Amazon (The L Word, The Complete Series), http://sharetv.com, http://watchseries.lt/season-1/l_word, http://www.imdb.com/ o e ITunes!

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Ayer a la una de la tarde tuve la tercera cita con la sicóloga para mi terapia semanal, se llama Lynn M. Spinner. Me la recomendó mi psiquiatra, Dr. Diana Glaccum,  que mencionó el nombre de otra, pero me dijo que Lynn «me retaría más», y por supuesto la elegí a ella. Y es cierto, escucha con mucha atención y de pronto hace preguntas agudas, que sin duda te «retan» a buscar una respuesta que no te has dado, aunque la pregunta ya había rondado mi cabeza o mi corazón antes de que ella la hiciera.

Con ésta son dos veces que he estado en psicoterapia. Siempre, con cada una de ellas he sacado provecho, he salido como sanada de algo descubierto en mis adentros, en algún lugar oculto, pero listo a salir. Y a cada una de ellas he ido con issues emergentes distintos, para los cuales pienso que necesito ayuda, orientación. Pero siempre salen a flote las heridas del pasado, que son como el eje torcido alrededor del que gira todo.

Inevitable que se empeñe en salir la niñez: el abandono, el abuso, la búsqueda de amor, cierta desolación. Gracias a Dios ya gran parte de eso está curado, pero los recuerdos viven, y cuando estoy con una psicóloga no sé por qué es lo primero que hablo, pero no duelen como antes y sobre todo, los reconozco. Hace tiempo, estaban bloqueados, lo cual era la peor de las situaciones y yo las desconocía. Se fueron abriendo clósets, empecé a ver esqueletos horrendos, o cadáveres insepultos en mi subconsciente, la sombra de la cual nos habló Jung, y que grabé en mi mente. La reconozco, mi sombra me acompañará siempre. La abrazo. Eso es un gran paso en la búsqueda de la curación.

Esta terapia que comencé hace tres semanas me está haciendo bien, me siento libre, acogida sin que la sicóloga me juzgue, sin juicios ni prejuicios. Con ella he establecido ya una relación de confianza. Hay química. Le cuento todo, no retengo nada. Una conversación semanal que dura una hora. Ella escucha, yo hablo y hablo y hablo. Pocas veces me interrumpe, siempre con alguna pregunta sobre lo que estoy diciendo.

Al fraile dominico Eduardo también lo veo todos os meses, a quien yo misma le pedí que fuera mi director espiritual, después de haberle escuchado sus homilías en las misas, de haberlo observado mucho. Me pareció, y es, un joven ardiente en su misión evangelizadora, apasionado por Jesús y la propagación de la Palabra. ¡Qué bien lo hace! Contagia su fe, su alegría, su juventud, su ardor.  Y mi fe no es menor, pero siento que empecé a atravesar la Noche Oscura del Alma de la que poéticamente nos advirtió que hay que atravesar San Juan de la Cruz. Es por eso que estoy yendo a misa más y mi oración la hago más larga, hoy recé incluso la Liturgia de las Horas y continué con la práctica de la meditación a veces con mantras y música Zen, budista, otras cristianas, pero debo de meditar dos veces todos los días. Por la noche, cuando me acuesto, enredo el rosario en mi mano, pero no lo rezo, porque me quedo dormida. Duermo en paz toda la noche.

El padre Eduardo se ha quedado un poco asombrado de que sólo lo haya ido a ver una vez, en junio fue. No sé qué me ha pasado, pero conozco muy bien la doctrina y el juicio católico sobre los actos. También conozco la compasión, la comprensión de un guía espiritual como Eduardo.  Le confesé no sólo mis pecados sino mis dudas, mis tentaciones sexuales tan fuertes. A esta edad, Dios mío. Estaba muerta y desperté como si fuera una adolescente que de pronto descubre el placer erótico.

Me trato de aplicar  la frase:  «You may have feelings, but you don’t have to act on them».

No sé qué saldrá de esta nueva edición de terapia y mis visitas a la psiquiatra, pero ésta es solo para recetas. Los medicamentos para la ansiedad y la depresión me tienen bien controlada. Ambas doctoras me ayudan en esta situación tan difícil que atravieso: Adel en el hospital hoy, mañana, si todo sale bien, la llevan en ambulancia para su nuevo hogar, un Assisted Living Facility donde supuestamente pasará el resto de sus días. Su casa, preciosa, amorosa, acogedora, hogar, en la que viví mis últimos 14 años está ya vacío. Todo lo ha regalado, y muchos amigos han llegado a buscar algo. La mudada es hoy, pero ella va para allá mañana, donde estaré yo esperándola con su silla de ruedas eléctrica cuando llegue la ambulancia. Me quedaré allá hasta el domingo, ayudando a que se acostumbre a su nuevo hogar, acompañándola en este nuevo tránsito de la vida, uno de los últimos. Me lo pidió: no estar sola cuando llegue. Y no lo estará.

«I just feel like when you fall in love you can’t help who you fall in love with. You love who you love; it just is what it is». Laurel Holloman (Tina, The L Word))

Ritos de Paso: la experiencia de otra transición

Mis amigas de convivencia en la casa de Hollywood, Florida (Peace House se le llamó por muchos años), se mudan dentro de dos semanas para hogares distintos, en circunstancias parecidas. Adel se va para un Assisted Living Facility en Hallandale, lo que hará mis viajes menos agobiantes por el tráfico de la autopista I-95. Zoila se va para casa de nuestra amiga Isabel, en Miami, miembro también de nuestra comunidad franciscana, y que por años se fue a pasar fines de semana a Peace House, con nosotras.

Es triste ver desaparecer una casa muy querida, donde viví 13 años. Todos los árboles y el jardín los sembré y cultivé yo con amor, también el huerto donde puse un Sagrado Corazón de Jesús precioso, a Francisco y la Virgen rodeados de flores y follaje. Muchas tardes y noches me sentaba allí, en el patio, a meditar y tomar el fresco que movía las ramas del flamboyán que vi crecer y florecer en todo su esplendor. En el huerto enterré a Toti, mi preciosa perrita Yorkie. Ahora me pregunto qué hacer, quiero desenterrarla y traer sus cenizas para que estén conmigo. Jamás he querido a una perrita como a ella. Mi querida compañera de 15 años.

Fueron momentos muy significativos los que vivimos en esa comunidad. Desde que Adel se puso mal nos dejamos de reunir todos los meses, como hicimos por nueve años –cuento desde que me mudé allí, pero el grupo se reunía desde hacía 15–. Ahora se sigue reuniendo en diferentes casas de Miami, pero todo se va acabando.

Tomé la decisión de mudarme a esta nueva casa donde viven unas 300 personas hace 5 meses. Un Assisted Living Facility que ya quiero y siento como un hogar. Donde he hecho nuevos amigos, tengo un cuarto grande y cómodo, y vivo a gusto. Algo que lo hace especial para mí es la cercanía a la iglesia St. Dominic. Me es fácil ir a misa ahí. Me hice parte de un grupo de oración que se reúne los lunes por la noche. Fue para mí una bendición hallarlo —¿o debo decir que me halló él a mí y me atrajo enseguida?–,  porque había renunciado a a la comunidad franciscana desde hacía tiempo, ya carente de significado para mí, honestamente, y de nuevo contar con una comunidad de fe fue maravilloso. Después descubrí que ese grupo se había iniciado para estudiar por un año los Ejercicios Espirituales en la Vida Diaria, que dirigen miembros de la CVX (Comunidades en Vida Cristiana) que siempre quise hacer, y ahora llegan a mí sin buscarlos, ¿no es providencial? Cuántas cosas lindas e inesperadas: una residencia en la que disfruto de la soledad y el silencio que quiero en mi cuarto, pero donde he hecho amigas con las cuales comparto a diario, con servicios religiosos católicos tres veces a la semana –hay otros evangélicos–,  la comunión en ambas especies, y una libertad plena de vida y tiempo.

A. se enfermó más, está ya inválida, vive a base de morfina por el dolor horroroso de las cuatro vértebras que se le quebraron por la osteoporosis y la rodilla; padece del corazón, pero su principal enfermedad, causante de mucho de lo que padece es la artritis reumática, que la hace muy vulnerable a las infecciones por el sistema inmunológico fallido. Pero está comprobado, después de los momentos tan duros que hemos pasado durante los últimos tres o cuatro años, en que la sentí cerca de la muerte, que Dios la quiere aquí, entre nosotros todavía. Y después de Dios, yo.

Estas mudanzas son como una vida que comienza para todas, y estoy segura que ellas, como yo, se van a sentir bien y en paz y alegría por la decisión tomada. Ello no elimina la gran sacudida que significa una experiencia de transición como ésta, que tiene mucho de simbolismo. ¿El preludio del fin en esta tierra? Es muy posible.

Yo ya me adapté, porque vine para acá en marzo y ahora se van ellas a principios de septiembre. La separación fue en un principio muy difícil, lloré muchas veces. Pero la oración, la confianza en Dios, como siempre, me dio fuerzas para seguir adelante, paso a paso. Hoy no tengo duda alguna que todo esto ha sido una obra del Espíritu Santo, que siempre quiere lo mejor para quien le abre el corazón y sigue sus movimientos internos, como la brisa suave que te va llevando en tu docilidad a donde él desea.

Aunque va a tener ayuda para todas sus necesidades físicas, Adel sabe que puede contar conmigo para todo, no estará sola mientras yo viva. Aunque relativamente lejos, puedo estar en su nuevo hogar en unos 20 minutos. Zoila vivirá acompañada con su amiga muy querida y no está ni remotamente tan enferma como A. Aunque mentalmente no puede más, está agotada. Le deseo la paz que busca con la oración y la fe como brújulas.

Así voy yo, mi brújula es el amor.

Llegó la vulnerabilidad y la soledad de esta edad. Hacemos lo que podemos por mantenernos sanas física y espiritualmente. Creo que se logra. Y con la ayuda de Dios, así será hasta que nos llegue la hora de la partida hacia la casa de Nuestro Padre. Tengo fe y esperanza. Quiero que vivamos muchos años más, que esta nueva etapa sea para bien, y el amor de Jesús habite en nuestros corazones. Pero si nos toca vivir poco, bienvenida sea la partida.

Marisela memorable

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  • «Todo amor y toda amistad no son más que un justo vaivén de la aproximación y de la distancia».

 Jorge Luis Borges

https://www.youtube.com/watch?v=-X1ZO-DMe7w&feature=youtu.be

Esa frase de Borges la descubrí en Twitter. Eso fue hace días. Esta tarde tuve el  fuerte deseo de escribir sobre la amistad, y en medio de eso, como suele ocurrir en el multitasking voy a FaceBook y busco la página de una de mis más entrañables amigas de todos los tiempos: Marisela Verena. Pinareña, como yo, enamorada de la Cuba que dejó de niña, como yo.

Nos conocimos en 1972, año en que regresé de Nueva York a San Juan de Puerto Rico. La conocí una noche de bohemia en Isla Verde cuando visité con unos amigos un lugar para mí desconocido donde ella cantaba esa noche con su inolvidable guitarra canciones nuevas para mí, que me hechizaron.  A partir de ese momento la quise mucho, y la sentí en lo más hondo de mi corazón como una amiga verdadera, como alguien a quien se admira, se quiere, se confía en ella. Y así fue, química mutua por muchos años. Pero la vida da vueltas y más vueltas, en 1981 vine para Miami (debo decir alguien me impulsó a irme de Puerto Rico, para separarnos, nuestra amistad era muy cercana en aquellos tiempos–, separándome así también de lo más querido, fuera de Cuba, que había hallado en el itinerario del exiliado, Puerto Rico. –Nueva York me fascinó siempre, pero lo que es querer, no, Nueva York no me inspira cariño–, San Juan fue como una segunda patria y mis grandes amigos, mi vida universitaria,  la vida loca y divina que duró algunos años, me formaron.

Pero algo me llamó aquí. Y aquí me quedé, mi madre se mudaría para Miami también con su esposo en 1982. Nos reencontramos Marisela y yo en diciembre de 1984. Intenté volver a vivir allá.  Tres años en este ciudad, el Miami congelado en el tiempo, era más de lo que podía aguantar. Y lo hice. Me invitó a vivir con ella en su casona detrás del teatro Tapia en el Viejo San Juan. Tiempos hermosos aquellos. Pero regresé a Miami en julio de 1985. No pude con Puerto Rico tampoco. Ya mi vida había cambiado. Supe que Marisela se disgustó mucho con mi mudada a un apartamento en la avenida Taft, en San Juan, sola.  Se negó a hablarme, lo cual ella sabía que me hacía daño. Mi inmensa, eterna, gran amiga, Rosa Prats me sostuvo emocionalmente, como lo ha hecho en mis momentos de fragilidad desde que nos conocimos allá, en el mismo Puerto Rico en 1965. Eso es una larga amistad.

Volví a ver a Marisela una noche muy linda en que se apareció  a mi apartamento en Coral Gables. La recuerdo entrar con una botella de vino en una mano y un ramo de rosas en la otra. Mi madre había muerto hacía poco. Se lo agradecí  y agradeceré siempre, su presencia esa noche. No nos volvimos a ver hasta hace relativamente poco, en el teatro Artime.

Hoy pienso en ella con gran ternura y gratitud, con mucho respeto ante semejante talento. La cantautora que siempre querré. Este Padre Nuestro en arameo, que conocía, pero solo en la versión que nos dan los evangelios los comparto aquí esta noche. Gracias a ella, que lo puso en su página.

Marisela. Ambas buscamos el nirvana una tarde de risas, notas y juegos. Son muchos los momentos inolvidables que he compartido con ella. Dios quiera que se reanude esta amistad quebrada por no sé qué. Aunque las dos creemos que sigue sólida, con algunas grietas curables, estoy convencida. Hemos sido –nos lo dijimos esa noche en el Artime– muy importante la una en la vida de la otra. A través de FaceBook la voy descubriendo de nuevo, juguetona, olímpico sentido del humor, culta, buena, bella.

Han pasado muchas cosas en nuestros caminos divergentes, muy distintas experiencias y tantos años. Pero seguimos iguales, por dentro, claro, y ahí nos vemos. Mari, te quiero.

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Estados de ánimo, estado del alma

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Le pedí a mi psiquiatra que me cambiara el diagnóstico de bipolar, porque yo jamás había estado hospitalizada en un hospital psiquiátrico ni experimentado esas depresiones profundas ni los estados de manía que describen todos los libros y artículos médicos sobre los rasgos distintivos de esta enfermedad. Para ello me pidió que nos viéramos todos los meses para conversar un rato más largo y ver cómo me iba. Yo no he tomado las medicinas que al principio me recetaron para las personas bipolares desde hace mucho tiempo, me hacen mal. Lo que tomo es Effexor y Clonazepam, porque no hay duda de que soy ansiosa y melancólica, ha sido así toda la vida. Pero nada de temer, hace años que no me da un ataque de pánico.

Bueno, pues esta semana, me he sentido irascible de nuevo, triste, preocupada quizá más de la cuenta por lo que pasa en el mundo –hoy escribí en El Herald una columna sobre la terrible situación que se está viviendo en el Medio Oriente. (La matanza en escalada). Y no me quedo indiferente, tengo un compromiso muy serio con la justicia, la paz, el bien común. Mi periodismo se ha centrado en esos temas, con pasión, con ilusión, pero me doy cuenta tristemente que ha sido inútil.

Mi estado de ánimo no me engaña, ni yo me quiero engañar más a mí misma, asumo el estigma, si le pedí eso a la psiquiatra, aunque las razones que di son todas verdaderas –he funcionado perfectamente en la vida profesional y estudiantil siempre, no así en la experiencias amorosas, en la que la felicidad ha sido fugaz y la separación eterna–, yo padezco de bipolaridad, de una forma leve supongo, pero lo soy.
Aquí les dejo un buen artículo sobre escritores bipolares, vamos, que estoy en buena compañía, todos perturbados y muchos suicidas. A mí me salva Cristo, mi fe en él, y no quiero ni puedo suicidarme, Dios me dio la vida, un precioso don, ¿cómo me la voy a quitar?

La toma de conciencia plena de mi enfermedad, este vaivén, esta fluctuación de estado de ánimo, que en mi caso se demora a veces semanas o meses, incluso años, en muy pocas ocasiones las he sentido en un mismo día, me sirve de aviso, me mueve a la precaución, a alejarme de situaciones estresantes. ¡Y he vivido por 13 años seguidos con alguien a quien quiero con toda mi alma, y sigo queriendo, y está muy enferma! Ahí, en esa fragilidad, en esa impotencia total ante lo que se avecina yace mi temor mayor. ¿Pero sé yo acaso lo que se avecina?

No. Puedo morir esta noche de un infarto, de lo que sea, y ella vivir por otros años más. Ignoramos por completo los planes de Dios. Pero le pido siempre que se haga su voluntad en mí, en ella. Porque siempre permaneceremos unidas en el corazón de Cristo, en su Amor.

Considero algo diletante –y lo digo en sentido peyorativo– protegerme o querer unirme en mi padecimiento a gente famosa, a escritores de un talento que yo jamás tendré, músicos, pintores, en fin, el mundo del arte, que es cierto, me fascina. Estudié literatura comparada y mis años universitarios posiblemente sean los más felices. Aprender, ¡que maravilla me parecía! Leía todo el tiempo, con una intensidad voraz. La Biblia la leí en clases de literatura, sin una gota de fe. Sin Job no existiría Dostoyevski, ni Kafka. Qué distinto ahora, Dios mío, leer con fe la Palabra. Saber que está viva, que es eficaz, que nos habla a cada uno de nosotros cada día, algo nos dice, nos guía.

Descubro muchas cosas en este tiempo, valoro más el ahora, sin querer retenerlo. Que pasen las horas y los días, que pasen, y yo con ellos, sutilmente

Otros enlaces útiles:
Trastorno bipolar de animo

Librópatas

El trastorno bipolar es gobernable

La vida de Adele en mí

 

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Acabo de ver La vida de Adele (La Vie d’Adèle). Supe de ella cuando se ganó la Palma de Oro, primer galardón del Festival de Cine de Cannes de 2013. Pensé ir a verla originalmente cuando la estrenaron en Miami en muy pocos cines, pero decidí que no la vería, a pesar de la crítica tan favorable que recibió, además de otros premios después del de Cannes, y por lo atractiva que fue la enorme publicidad internacional que recibió, no por el tema, porque nunca me han interesado las películas gays, las pocas que he visto son muy malas.  Ésta fue una excepción. ¡Y qué excepción! Felicito al director, Abdellatif Kechiche.

Ayer por la tarde, algo aburrida, me suscribí de nuevo a Netflix, y como siempre, lo primero que hago es ver lo que tienen en películas extranjeras. Hollywood ya no puede ser peor. Fue una sorpresa encontrarla en el primer lugar, tan rápido, pensé, si tiene menos de un año de estrenada. Por supuesto, la vi completa. Al terminar, sin comprender del todo lo que sentía, tuve la necesidad de ponerla en mi blog pero no para hacer una crítica de ella, sino para compartirla con otros e intentar explicarme cómo me tocó la fibra más profunda de mi ser, un ser que hoy rechazo. Busqué y la encontré en Youtube en francés con subtítulos en español, completa.

Sin escandalizarse por favor. Están advertidos. El filme tiene escenas de gran contenido erótico, pero no es en lo absoluto pornografía, son escenas sublimes de dos muchachas que se entregan apasionadamente a su amor.

lavidadeadeleLa vi con mucho interés, y me iba reconociendo en mis años de juventud y adultez, porque así se desarrolla la vida homosexual: primero inocencia, después amor apasionado de entrega a tu pareja con los conceptos de una vida normal, tradicional (amor, fidelidad, compromiso… ), pero no es así. La subcultura gay, que me repugna hoy, está llena de promiscuidad, infidelidades, y el eros se erige como algo tan poderoso que te destroza, ése fue mi caso. Ése es el caso de estas dos muchachas.

No sé si me explico. Al decir que me identifico con los dos personajes, la maestra y la pintora, es porque fui ambas en mi vida pasada. No voy a contar más nada, la/os dejo con la película magistral, ojalá entiendan porqué he dicho esto, que es poco, podría adentrarme mucho más en la psicología de las dos, pero no puedo ahora, me ha afectado esta relación tan hermosa que culmina en un  fracaso.

Las críticas de la película abundan. Prefiero que la vean y juzguen. Es maravillosa, pero como muchas obras de verdadero arte, te interpela, te cuestiona, y en este caso, me abrió más los ojos de los que ya los tenía ante el sufrimiento de las relaciones intensamente amorosas, y la separación. ¿Habrá algo más punzante, más letal al corazón que la separación? Como ellas, sufrí e hice sufrir. Sin quererlo de esa manera, fue la vida, digamos.

Y para la/os cubana/os que se cuestionan cómo se hace «T» («tortilla», en inglés hay algo vulgar similar cuando se dice «the l word» for lesbian), bien, aquí tienen la tortilla, insuperable.

 

Quitaron la película de aquí. Búsquenla en Youtube. «La vida de Adele» con subtítulos en español.

 

Este es el trailer:

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