Hoy se celebran los 110 años del nacimiento de Pablo Neruda, uno de los más grandes poetas de América Latina. En Chile hay fiesta por todas partes, y yo, que estuve en su casa de Isla Negra, imponente, misteriosa, que sentí como un lugar donde no se podría vivir tranquila jamás por su decoración extrema, sobrecogedoras colecciones de múltiples objetos tan abrumadoramente masculinos, lo celebro también. Era un hombre siempre enamorado, pura pasión. Perdonen, qué casa aquella, no la percibí como un hogar, sino como el ego del autor-macho desplazado, aplastante, apabullante. Pero cuando salí de ella, amé la costa brava de un mar herido y salvaje que golpeaba las enormes y elevadas rocas que impedían que ese océano arrastrara la casa. Todo era pasión en aquel lugar, me dio algo de miedo, lo recuerdo.
Ayer escribí aquí Cae la tarde, y lo ilustré con una pintura titulada Precipicio. Hoy me doy cuenta de que aunque inconsciente –la ilustración la elegí por su belleza, es arte abstracto, no le presté atención a su título– la elección fue un sobreaviso que no vi. Ahora sí, cuando elegí de entre muchos, este poema muy popular de Neruda para recordarlo en su aniversario.
“ Soneto XLIX “ – (De Cien Sonetos de Amor)
Es hoy: todo el ayer se fue cayendo
entre dedos de luz y ojos de sueño,
mañana llegará con pasos verdes:
nadie detiene el río de la aurora.
Nadie detiene el río de tus manos,
los ojos de tu sueño, bienamada,
eres temblor del tiempo que transcurre
entre luz vertical y sol sombrío,
y el cielo cierra sobre ti sus alas
llevándote y trayéndote a mis brazos
con puntual, misteriosa cortesía:
Por eso canto al día y a la luna,
al mar, al tiempo, a todos los planetas,
a tu voz diurna y a tu piel nocturna.
Una de las láminas a interpretar del test de Rorschach
Esta semana salió una columna mía en El Nuevo Herald dedicada a Carmen Comella, rscj. En ella hago memoria de algunos importantes momentos de mi intención de entrar en la vida religiosa, pero dejé algunos fuera. Por supuesto, era cuestión de espacio y de que no venían al caso. Pero me siento incómoda, porque la verdad de por qué abandoné ese «sueño», ese «llamado de Dios», que no sé a estas alturas si discerní mal o es que todo estaba planificado tal y como salió, un fracaso (tiendo a pensar que fue este el fin último, pero ignoro los motivos divinos) no está dicha. Y hoy quiero contarla.
Además de todo lo que dije en la columna, que es verdad, hubo otras razones: mi homosexualidad confesada honestamente a todas las acompañantes espirituales que tuve durante el proceso: Rosemary Bearss, rscj (Miami) e Isabel García, rscj (Chile). Más tarde se lo informaría a Carmen Margarita Fagot, rscj (Puerto Rico), y a Cristina Colás, rscj (Cuba), que por cierto, me resultó algo cómico su gesto con la mano como diciendo, eso no tiene importancia, esto fue en Chile. A Cristina lo que le interesaba era mi posición política. Ninguna, repito, ninguna de estas mujeres en nuestras largas conversaciones consideró que ser gay era un obstáculo para que yo entrara en la vida religiosa. Y diré aquí una verdad como un templo: una de mis mayores sorpresas de la experiencia conventual fue descubrir la cantidad de lesbianas que son monjas. Se le veía a leguas de distancia, o lo dejaban saber (en mi caso me lo dejaban saber de alguna forma, aunque jamás me di por enterada).
Supongo que llevarían una vida célibe, con un flirt por aquí y otro por allá, pero de ahí no pasaba. Lo mismo con los curas homosexuales, muchísimos. Aquí en la Arquidiócesis de Miami los hay que tienen sus parejas gay y relaciones sexuales, y llevan a cabo su sacerdocio sin conflicto alguno. En el Vaticano ya sabemos lo que incluso el papa Francisco admitió: que había un lobby gay. Yo no estoy juzgando a nadie, ojo. Pero digo esto para que se sepa. «La verdad os hará libres».
Otra cosa que a última hora salió a relucir que suponía un obstáculo en mi entrada en la RSCJ fue un test sicológico que me hicieron a toda carrera unos días antes de que llegara la provincial cubana –Cristina Colás– a Santiago. El test, el diagnóstico y mi reacción está en esta carta que le escribí a la sicóloga un mes después de llegar a Miami:
Aquí comienza la carta. He omitido los nombres de las religiosas y de la psicóloga. Se la envié por correo con algunas fotocopias en colores de arte cubano que resultaron ser muy significativo en lo que yo vi en los dibujos que debía interpretar.
Carta a la sicóloga:
21 de enero de 2001
Primero que nada recibe un abrazo y mis felicitaciones por este nuevo año que empieza, que el Señor de la misericordia te acompañe en tu caminar. ¿Qué mejor cosa te puedo desear? Eres creyente, me dijiste con el bisturí de la sicología clínica en la mano, por tanto sé que valoras y acoges este deseo sincero de alguien que, como tú, quiso ser monja un día, tan intenso fue el deseo de ambas de consagrar nuestra vida a Dios. Pero descubrimos que ese deseo no cesa ni mengua al ser laicas: estamos llamadas a la santidad por el bautizo, y de eso se trata: la vida como vocación.
Te escribo porque necesito compartir contigo algunas cosas que considero importantes. Ha pasado ya algún tiempo de mi regreso a Miami, y he tenido oportunidad de reflexionar con paz y cierta perspectiva que da el tiempo y la distancia, sobre nuestro último encuentro, tan perturbador para mí. Por favor ten en cuenta que lo que sigue es una expresión de dolor, una búsqueda de respuesta que no hallo, una queja profunda que va dirigida fraternalmente a ti como sicóloga hermana en la fe. En realidad creo que la carta va dirigida a la vida misma, acaso al mismo Dios. La relectura de Job me va ayudando en estos días.
Sé que un elemento clave de tu diagnóstico acerca mi personalidad fue el resultado del test Rorschach. Dos cosas noté que te llamaron la atención: que haya visto en el último dibujo en colores lo que me pareció ser una honda de esas que los niños usan para tirar piedras (así te la describí) y yo, algo divertida, le puse «la honda de David». También vi allí, en esa última tarjeta de la serie de manchas, un mar azul con pequeños peces y otros animalitos acuáticos en el fondo, como los que se ven en la tele en un programa de viaje submarino. Veía también las costas de Miami a un lado y las de Cuba al otro. Pues bien, hojeando el otro día un libro de arte cubano de reciente publicación, hallé estas pinturas, esculturas e instalaciones artísticas que me asombraron por la similitud conceptual que tiene con lo que yo vi en ese último dibujo del Rorschach. Así pues, decidí enviarte estas reproducciones de artistas cubanos jóvenes, porque tienen una significativa relación con lo que vi ese día.
Como ves, hay mucho mar en nuestro arte, mucha agua, muchas balsas, olas, botes, remos y ahogados, mucha cosa que flota ilógicamente: como el tren que viaja sobre el mar, o la muchacha que tiene mar en sus pupilas y de ahí sale una lágrima, o el hombre que por brazos tiene remos, etc. Todo esto tiene una explicación dolorosamente histórica, y el arte sabemos que en más de un sentido es precisamente un símbolo o una interpretación de la historia y la realidad de un pueblo: el pueblo cubano lleva más de 40 años huyendo de su país. Si vivieras en Miami o Cuba sabrías de la presencia constante del mar Caribe en nuestro imaginario mental, puerta anhelada de salida para los de allá; y para los que vivimos en Miami, una angustiosa e incesante llegada de balsas que arriban con seres humanos deshidratados, quemados, cuando no llegan las balsas vacías, porque los navegantes han sido devorados por las aguas o los tiburones. Las imágenes son ineludiblemente cotidianas en los noticieros televisivos.
Te estoy enviando también una estampita de la Virgen de la Caridad del Cobre. ¿Conoces otro país cuya patrona lo sea por haberse aparecido en el mar a tres náufragos? Ya ves lo profundas que son las raíces histórico-culturales y religiosas que se hunden en nuestra memoria nacional, y que tiene que ver con mar, naufragio, salvación. Entonces, ¿es tan extraño que haya visto el Mar Caribe en el Rorschach? Es cierto que también vi algún órgano sexual, pero parece, por lo que he leído que eso es normal, algo común en las interpretaciones de otras personas. Debo confesarte que sentí un alivio agradable cuando me vi reconocida, reafirmada, en tanto artista que pintó y pinta lo que yo, más o menos, vi en un test sicológico que se me hacía para evaluar mi sanidad mental.
Te envío también dos breves textos, uno de José Marti, nuestro héroe de la independencia patria, y el otro de un autor joven, de cuyo libro se hace la reseña en la revista literaria Encuentro de la red que son las páginas que te mando. En ambos escritos, uno del siglo pasado y otro actual, se menciona la honda de David, una metáfora muy recurrente en la literatura cubana; quien primero la usó fue Martí para referirse al Goliat que para él era Estados Unidos en aquellos cruentos años de lucha emancipadora. Pero esa imagen sigue viva, muy viva hoy en nuestra cultura, ahora para referirse a otro Goliat. Te pregunto: ¿es tan sicológicamente sospechoso que yo haya visto una honda en ese dibujo Rorschach, y que me viniera a la mente la honda de David? Podría enviarte muchos otros textos donde se hace referencia a esa metáfora, pero no quiero cansarte.
Todo esto me lleva a hacer otras preguntas: ¿Qué papel desempeña el inconsciente colectivo de una nación en la psiquis de alguien que interpreta el Rorschach? Si la sicóloga es de otra cultura, y por supuesto es la que emite el juicio sobre esa interpretación de la paciente, ¿cuán válido es ese juicio? Hablamos aquí de lo que Unamuno llamó «la intrahistoria» de un pueblo. ¿Tienes algún paciente mapuche, le has hecho el test del muy alemán señor Rorschach a un indígena de la Araucanía, a ver qué ve él o ella en esas tarjetas? Esto de las culturas me cuestiona ante un test de esta naturaleza, tan radical y aparentemente infalible al emitir un diagnóstico.
Pero tengo otras preguntas acaso más importantes, importantes para mí, claro, después de intentar imaginarme varias veces qué debe ver una persona normal en esas manchas grises que culminan con un dibujo a colores. Es para mí una gran incógnita, te confieso.
¿Es alguien que quiere entrar en la vida religiosa normal? ¿Qué dice la psiquis de alguien que quiere estar en el mundo sin ser del mundo (evangelios)? ¿Cómo debe ser examinado alguien que opta radicalmente por la pobreza, la castidad, la obediencia en un mundo como el que vivimos? ¿No debe padecer ya de entrada algún trastorno serio? ¿Qué resultados habría arrojado el test Rorschach de Juana de Arco? ¿No sería histriónica la chiquilla que empuñó la espada y derrotó al ejército inglés para salvar a Francia? ¿Y el resultado de un test hecho a Margarita María Alacoque, que vio en llamas el Corazón de Jesús y conversaba con el Señor amorosamente? ¿Cuál sería el diagnóstico sicológico de un Francisco de Asís, desnudo en medio de una plaza pública, tirando por la borda la riqueza de su padre? ¿Y cuál el de Teresa de Jesús levitando en estado de éxtasis, o San Juan de la Cruz en sus poesías donde se mezclan el erotismo y el misticismo, como en el Cantar de los Cantares, o Ignacio de Loyola en La Storta? ¿Qué habría visto en las tarjetas el voluptuoso San Agustín?
Mucho me temo que no habrían santos ni místicos en la Iglesia Católica si hubiesen sido examinados con el implacable y nada espiritual Rorschach, y de ello hubiese dependido su entrada o no en la vida religiosa. Pienso ahora en Santa Rosa Filipina Duchesne, rscj que siendo de la aristocracia lo dejó todo en Francia para atravesar el Atlántico rumbo a Estados Unidos a los 48 años. Quería evangelizar indios. Le dio por eso. ¿Qué vería ella en el Rorschach? No logro imaginarme a Santa Magdalena Sofía Barat sometiendo a Rosa Filipina o cualquier otra religiosa a exámenes sicológicos, quizá es una de las razones por las que habían más vocaciones: se daba por sentado la llamada de Dios a esa vida, que se comprobaba con la convivencia, en la comunidad, en la vida de oración, de apostolado, etc.
Si eres creyente y yo creo que lo eres, ¿crees o no en la conversión? En ese cambio radical del corazón que te mueve a hacer locuras, maravillosas locuras, como dejarlo todo para seguir al Señor. ¿O es que eso se debe leer solo en los evangelios, pero a la hora de hacerlo de verdad, la persona es juzgada «demasiado apasionada”, que «no mide las consecuencias de sus actos». ¿Midió las consecuencias de sus actos la pecadora que vertió el frasco de perfume sobre los pies de Jesús, se los secaba con sus cabellos y lo besaba apasionadamente delante de fariseos y letrados? ¿Midió sus actos Pedro, Juan, Pablo? ¿Por qué entonces me preguntabas asombrada si no tenía «un plan B»? No, te dije, no tengo plan B.
Pero hasta el despojo de mi deseo de ser religiosa ha sido bueno. ¿Sabes? Las primeras semanas de mi salida de la congregación me sentía en mi desgracia (la palabra es clara: des-gracia) como despojada del amor de Dios, y es que en mi dolor grande y hondo, llegué a confundir ese amor infinito y misericordioso del Corazón de Jesús con la Sociedad del Sagrado Corazón. La relectura de las bienaventuranzas, la convicción profunda que renace como una luz o una brisa en mi corazón de que por algo Jesús prefiere a los excluidos, a los rechazados, a los que sufren, eso, la Eucaristía diaria me devuelven la alegría y la certeza del amor de Dios que por un momento terrible sentí vacilar. Es tan grande el desencanto, la caída tan súbita. Dos años y medio de convicción de una vocación, de un caminar en acompañamiento espiritual fecundo, de una vida comunitaria y apostólica que confirmaba ese llamado, fueron tirados al piso de un manotazo en menos de 24 horas. No fuiste tú la que dio el manotazo, tampoco fue la superiora cubana, fue Dios, que tiene sus formas de acercarnos a su Hijo, de hacernos crecer en la fe, y para eso nada tan sabio, en su inmensa sabiduría, como experimentar el dolor, la humillación, la injusticia.
Respecto a las cosas de mi vida pasada [relaciones amorosas y sexuales] que compartí en nuestras dos conversaciones y que también fueron importantes en tu opinión de que no debería entrar en la congregación, ¿qué puedo decir? Fue un error de mi parte no precisamente contarlo con honestidad, como lo hice, sin ocultar nada, sino creer que no sería obstáculo. Nunca lo fue, eso me lo dejaron saber muy claramente mi primera directora espiritual, Religiosa del Sagrado Corazón aquí en Miami ni mi directora chilena. Pero súbitamente, sí lo era. Pero ante esto también pregunto ¿Habría rechazado Jesús a la samaritana; o a María Magdalena? ¿Habríamos sido educados en la Iglesia Católica por el maravilloso San Agustín si se le hubiese juzgado por su pasado cargado de erotismo y turbulentos devaneos, tan vivamente narrado en Las Confesiones?
Pero todo es providencia divina; todo, obra de Dios, así asumo lo que ha sucedido. Eso no impide, sin embargo, que sienta la necesidad de compartir contigo estos pensamientos. Me niego a aceptar el método Rorschach, tan poco seguro y desacreditado entre muchos sicólogos. He hecho investigaciones. Pero además, quiero preguntar: ¿por qué a algunas novicias se les hace ese test y a otras no? Por supuesto que no tienes que responder a ninguna de estas preguntas, sólo, repito, necesito conversar contigo, la sicóloga que quiso un día ser monja. Y ahora analiza a monjas.
Te agradezco tu escucha atenta, tus palabras, tu honestidad. Comparaste mi padecimiento sicológico con el de grandes escritores, gracias, pero no lo soy. Soy, o era, una periodista de relativo éxito que se enamoró de Jesús, y como el hombre que halla un tesoro y lo vende todo para obtener el terreno donde enterró ese tesoro, corrí enamorada tras el Señor, sin plan B, como hicieron los discípulos. Ahora recompongo las piezas de todo esto tan extraño que ha sucedido, reubicándome en el mundo laico, que sin duda disfruto y valoro como nunca antes, completamente abandonada en las manos de Dios.
Hasta hace poco me asombraba que no hubieran vocaciones, que hubiera la crisis que hay en la vida religiosa. Ya no. Hay buenas razones. El Espíritu sabe donde sopla, nosotros no.
Recibe mi agradecimiento grande: estoy donde debo estar, bendito sea Dios, que Él te bendiga.
Aquí termina la carta. En futuros posts describiré los diagnósticos variados que han dado los psiquiatras acerca de mí. Es sumamente interesante el loco estado de la psiquiatría. En cuanto a la orientación sexual, fue una verdadera sorpresa y una alegría descubrir que una de mis hermanas de comunidad en Chile, Quena Valdés forma parte de la Pastoral de la Diversidad Sexual, algo nuevo que no existía cuando yo estaba allá. Recomiendo este artículo publicado en el diario El Mercurio, en una de sus revistas dominicales, Paula, donde aparece Quena y una buena explicación sobre ser homosexual y católico: La pastoral de la diversidad sexual, escrito por Sofía Aldea.
Me alegro de haber tenido la valentía o la imprudencia bendita de escribir esto. Sigo siendo la de siempre, ahora, enamorada, algo que no me sucedía en muchos, muchos, años. Una relación con ella resulta imposible, aunque la deseo ardientemente.
Esa soy yo, católica y gay. Pero para acabar de decir toda la verdad, y esto sí que es duro de aceptar para mí, me considero bisexual, porque me he sentido muy atraída sexualmente a algunos hombres. Conste, nunca me he enamorado de uno, creo que por mis experiencias de abuso sexual y mi violación a los 16 años. Pero de que me atraen, me atraen. Hace más de 25 años que no tengo relaciones con el sexo opuesto, ni la pienso tener. Qué cosa tan extraña, sí pudiera ser con una mujer. Con esa mujer a la que amo. Digo amo, pero no siento romanticismo ninguno, es cuestión solo de sexo, creo. La quiero conmigo en una cama. ¿Me enamoraré más después si llega a ocurrir? No va a ocurrir, es, como dije un total imposible. ¿Será pecado?
Carmen Comella, rscj, en una guagua rumbo al Valle de Viñales en Pinar del Río, me hizo ver esa foto en su página de Face Book, consciente de lo que amo mi tierra, un detalle de ella muy lindo.
Murió Carmen Comella, rscj, la admirada y querida religiosa que, en mi viaje a Cuba de mayo de 1998 me animó a hacer el noviciado en la isla cuando le expresé mi deseo de entrar en la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús. Quería regresar a mi país para siempre. ¡Qué encuentro aquél!
No lo olvidaré jamás, en la iglesia del Rosario, en La Habana, donde residían las monjas, y a quienes conocí ese domingo, 25 de mayo de 1998, en que la Sociedad celebraba la vida y obra de Magdalena Sofía Barat, fundadora de la Sociedad en París el 21 de noviembre de 1800. Ella y y tres compañeras se consagraron al Corazón de Jesús y así quedó fundada la Sociedad del Sagrado Corazón. Las Constituciones expresaban claramente su finalidad: «El fin de esta Sociedad es glorificar al Corazón de Jesús, trabajando en la salvación y perfección de sus miembros por la imitación de las virtudes de que este Corazón es centro y modelo, y consagrándose, cuanto puede hacerlo la mujer, a la santificación del prójimo como la obra más querida del Corazón de Jesús». Yo me acuerdo que de niña, en Pinar del Río, siempre hubiera querido estudiar en uno de esos colegios, tan famosos y prestigiosos en Cuba. Pero, Pinar del Río al fin, pobre pueblo olvidado de Cuba, allí no había ese colegio. Fue una idealización, supongo, de origen religioso. Siempre el símbolo del corazón de Jesús me atrajo poderosamente, y lo sigue haciendo.
Quedé fascinada con la aventura que de inmediato puse en marcha: una vez de regresé en Miami, compartí con las rscj de aquí mi deseo, que ya había sido confirmado a través de las entrevistas y conversaciones que sostuve por más de seis meses con la que fue mi directora espiritual en aquel tiempo en Miami, Rose Mary Beaars, rscj. Y así fue que en septiembre de 1998 dejé mi trabajo en El Nuevo Herald, regalé todo o vendí sumamente baratas todas mis pertenencias, incluyendo mi casa, herencia de mi madre, y me fui para Puerto Rico, donde pasé casi dos años con las religiosas y después en Santiago de Chile, un año, al cabo del cual me fue a visitar la entonces provincial de la congregación en Cuba, Cristian Colás para dejarme saber que no podía entrar en Cuba. Fue uno de los golpes más grandes que he recibido en mi vida. Lo he contado ya, no quiero recordarlo más.
Han pasado muchos años y el recuerdo de Carmen, tan acogedora, tan espiritual, tan inteligente siempre lo tendré presente. Fue inspiradora de uno de mis más altos sueños, pero Caridad Diego, encargada de Asuntos Religiosos del Partido Comunista de Cuba me negó la repatriación por mi «pasado político», entiéndase por eso mis escritos en El Nuevo Herald, muchos de ellos en contra de Fidel Castro. Pero de nuevo se confirman las palabras del evangelio: Todo conspira para el bien de los que aman a Dios.
Recuerdo con mucho cariño y gratitud a Carmen, aunque apenas nos vimos dos o tres veces más después de nuestro primer e histórico –para mí– encuentro en La Habana. Sé que hizo todo lo posible porque yo entrara a Cuba, mi regreso lo solicitó a través de la Nunciatura Apostólica de La Habana, me escribió un día desde Roma, con un sello del Vaticano, contándome lo que hacía y también supe que fue ella quien decidió que saliera de Cuba rumbo a Argentina una de las religiosas –una prima del Che Guevara, viejita ya– para que yo pudiera entrar. Así funciona en esa isla la situación de entrada de religiosos: para que entre una tiene que salir otra. Por lo menos en los 90.
Gracias, Carmen, por todo lo que hiciste por mí, por escucharme con tanta compasión y amor cuando te llamé a Canadá para contarte llorando, desde Miami, lo que había pasado cuando conversamos Cristina Colás y yo. Qué mal me hizo sentir esa mujer, Dios, delante de mis hermanas de comunidad en Santiago. Sentí su desprecio, no sé por qué esa mujer se portó así conmigo. No hay peor astilla, dicen, que la del mismo palo. Pero le deseo bien, sé que se fue a vivir a Puerto Rico, ella solo cumplió su papel en esta trama misteriosa y muy dolorosa que me tocó vivir. Sin embargo, aprendí tanto en esos tres años, fue más que una universidad, vivir entre los pobres, con los pobres y «En todo, amar y servir». Fue como un retiro de tres años que me hizo conocerme, adentrarme en lo más íntimo y desconocido de mi ser y de los otros. La vida religiosa es muy hermosa. Es mi experiencia.
Carmen, estás en el lugar que tanto anhelamos los cristianos, junto a Jesús, a quien amaste hasta entregarle tu vida a él. Y de qué manera. Después de haber salido de Cuba en los 60, Carmen y las cubanas de la Sociedad, muchas de ellas, se instalaron en Puerto Rico, allí llegó ella a ocupar un alto cargo en la Universidad del Sagrado Corazón de San Juan, fue directora del Departamento de Humanidades, siempre fue amante de la literatura, como yo. Todo ese éxito y esa comodidad, las dejó un día bueno en que pudo regresar a Cuba a mediados de los 70, para refundar la Sociedad en La Habana, pasó muchos trabajos, vivió en lugares inhóspitos, pero logró, con la gracia de Dios, hacer que la congregación tuviera nuevas y jóvenes vocaciones, abrió tres comunidades: una en Santiago de Cuba, la otra en Catalina de Güines y la casa madre, en La Habana. Fue por muchos años profesora del Seminario San Carlos, y vio su sueño convertido en realidad después de un exilio doloroso. Mi gratitud eterna por mí y por todo lo que hizo en Cuba.
Un abrazo, hermana, nos vemos en la casa del Padre.
Ayer en la tarde fui a mi iglesia, en la que me inscribí esta semana que pasó, donde cuando muera celebrarán la misa de mi resurrección, de cuerpo presente, para inmediatamente después me cremen y pongan mis cenizas en el nicho que tengo en la capilla del cementerio Mercy. La iglesia es St. Dominic, de los frailes dominicos, que está a tres cuadras de donde vivo y espero no mudarme. Ahí voy a misa mucho, casi a diario por las mañana o por la tarde.
Qué feliz me sentí cuando vi por primera vez que en esta parroquia se da la comunión en ambas especies: el cuerpo y la sangre del Señor. Pan y vino que consumo y me va transformando en él, me voy convirtiendo, espero, en él. Muy pocas iglesias de Miami o Broward ofrecen este servicio. Solo dan la comunión con la hostia. Y eso está bien, ahí está contenida la sangre de Dios. Pero a mí me apasiona beberla del cáliz y comer su cuerpo, ambos.
Tengo un compañero espiritual, maravilloso, uno de los frailes dominicos que me he tenido la oportunidad de escuchar y observar por meses en sus misas. El padre Eduardo, haitiano, habla perfectamente el español y el inglés. Ya tuvimos nuestro primer encuentro el jueves, fue muy importante, me hallaba sin dirección espiritual hacía mucho tiempo. Y sé que elegí muy bien. Es un hombre muy alegre, de mucho conocimiento bíblico y espiritual, tiene un gran fervor que contagia, me encanta asistir a sus misas.
Ayer, dije, fui a St. Dominic a la misa de la Ascensión del Señor. La ofreció el P. Alberto, otro gran predicador, es el párroco. Brillante hombre, muy serio en comparación con Eduardo, que es todo risas y carcajadas. Ambos, cada uno a su estilo saben muy bien cómo tocar nuestro corazón con la Palabra.
Carta de San Pablo a los Efesios 1,17-23. Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Este es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. El puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.
Evangelio según San Mateo 28,16-20. En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo».
Fui anoche a la Misa de Vigilia para poder compartir con mi comunidad de Residential Plaza, asilo donde resido, al servicio religioso que ofrecen los domingos a las 9:30. Ahí escuchamos también las lecturas del día y comulgamos y compartimos las oraciones y nuestras peticiones. Y nos despedimos en espera de la Fiesta de Pentecostés que es el domingo que viene.
Jesús, queridos amigos, está con nosotros «todos los días, hasta el fin del mundo», nos dijo en el evangelio de hoy, en las buenas y en las malas, en aplastante desolación, cuando la noche oscura se apodera de nosotros y creemos morir, y le pedimos en un grito ahogado: «¡Dios ayúdame!» entre lágrimas y ahogo, como me sucedió hace poco, una noche de espanto y soledad terrible que tuve, recién mudada para este lugar. Noche como no había pasado en muchos años, aunque la conozco, y le temo.
Pero, ¡como no creer en Dios!, si ha pasado el tiempo y su paz me llena. Él me dio la fuerza para seguir viviendo, respirando. Hoy, domingo 1 de junio en la tarde, aguardo el lunes que ya llega llena de alegría, porque Dios sabe hacer las cosas tan delicadamente: ha llenado inesperadamente mi corazón de esperanza, de gozo.
Ahora voy a meditar en esta hora. Mi mantra sagrado, mi silencio interior, con su gracia y su Presencia.
Maya Angelou: «No existe mayor agonía que soportar una historia no contada dentro de ti».
Me hubiera gustado tanto conocerte personalmente y abrazarte y decirte muchas cosas. Mi gratitud antes que todo porque tu vida y tu actitud ante ella, la de una niña negra despreciada, marginada, habitante del sur profundo racista y segregado, que me enseñó a mí y a toda una generación de amantes de la literatura y en especial de ese maravilloso género literario que tú engrandeciste: rescatar la memoria de lo vivido, para narrar en prosa retrospectiva, poética, la historia de tu vida. “Si crecer es doloroso para una niña negra en el sur, tener conciencia de su desplazamiento interior es el óxido en la navaja que amenaza su garganta”, expresas en el primer volumen sobre tu infancia de tu fabulosa autobiografía “Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado”.
Es la urgente necesidad del descubrimiento del yo a medida que se escribe. Mi admiración, mujer, es grande, tanta como mi fascinación cada vez que veía tu rostro y tu sonrisa o tu mueca inconfundibles, chocante y hermosa, del hondo dolor vivido a través de una vida llena de desdichas, como no se lo he visto a nadie. Tu cara era tu poesía.
Maya Angelou, tú dignificaste y engrandeciste ese género tan discutido y estudiado: ¿Una autobiografía es lo mismo que unas memorias? ¿Es en sí un género de la literatura, como el teatro, la poesía, el ensayo, la novela, el cuento, la épica? ¿Qué es eso de hacerse uno personaje central de una obra literaria? ¿Es un pacto con la verdad o hay algo de ficción en esa vida narrada? Allá los críticos, allá los académicos, Maya.
La niña Maya
Una niña violada a los siete años por el novio de su madre, que creció dando tumbos, viviendo con su abuela en un mundo de fieras, una adolescente que súbitamente se ve a sí misma a los 16 años convertida en una madre soltera, que tuvo que ganarse la vida como pudiera, de cocinera a conductora de trenes –la primera mujer en serlo– , de prostituta a proxeneta. Maya, ¿cómo escribirías cada palabra de esa autobiografía de seis volúmenes? Con sangre, con llanto, ira, herida, lo sé, porque me puedo relacionar con tu vida. Tenía que ser escrita, también lo sé, dentro de ti no podía quedarse esa vida: la vergüenza, la flaqueza, las caídas, el sufrimiento de una mujer que quería ser algo, alguien, una persona por lo menos, y lo lograste, Maya, mucho más de lo que pudiste imaginar. Te levantaste del lodo, te hiciste a ti misma, tú eres tu propia obra. Luchas, decepciones, un agobiante ahogo y una pluma y un teclado de los cuales surgieron como llagas, como pájaros, como flores, como follaje infinito de un misterioso bosque con un lenguaje rítmico, único, como tu voz, ¿quién la olvida? Maya, tu vida es tu obra.
Que no fue tu venganza, fue tu desesperada necesidad de explicarte a ti misma, de entender tu rumbo, tu espíritu, de publicar lo impublicable, que más da, lo más íntimo al aire, y así, un día escribirse esta poesía que tan bien te describe y te dignifica:
Y aún así… Yo me levanto
Tú puedes escribirme en la historia/con tus amargas, torcidas mentiras,/puedes aventarme al fango/y aún así, como el polvo… me levanto./¿Mi descaro te molesta?/¿Porqué estás ahí quieto, apesadumbrado?/Porque camino/como si fuera dueña de pozos petroleros/bombeando en la sala de mi casa…/Como lunas y como soles,/con la certeza de las mareas,/como las esperanzas brincando alto,/así… yo me levanto./¿Me quieres ver destrozada/cabeza agachada y ojos bajos,/hombros caídos como lágrimas,/debilitados por mi llanto desconsolado?/¿Mi arrogancia te ofende?/No lo tomes tan a pecho,/Porque yo río como si tuviera minas de oro/excavándose en el mismo patio de mi casa./Puedes dispararme con tus palabras,/puedes herirme con tus ojos,/puedes matarme con tu odio,/y aún así, como el aire, me levanto./¿Mi sensualidad te molesta?/¿Surge como una sorpresa/que yo baile como si tuviera diamantes/ahí, donde se encuentran mis muslos?/De las barracas de vergüenza de la historia/yo me levanto/desde el pasado enraizado en dolor/yo me levanto/soy un negro océano, amplio e inquieto,/manando me extiendo, sobre la marea,/dejando atrás noches de temor, de terror,/me levanto,/a un amanecer maravillosamente claro,/me levanto,/brindado los regalos legados por mis ancestros./Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo./Me levanto./Me levanto./Me levanto.
Maya Angelou murió a los 86 años el 28 de mayo de 2014. La noticia hizo titulares en la prensa internacional. Fue una luchadora tenaz por los derechos civiles junto a Martin Luther King, Jr, Bill Clinton la eligió para que leyera su poesía En el pulso de la mañana durante su toma de posesión en 1993. Y como reconocimiento a su vida y su obra el presidente Barack Obama le otorgó la Medalla de la Libertad, el más alto galardón civil de Estados Unidos.
No déja de asombrar que siendo una niña pobre viviendo en los más pobres guetos sureños, llegara a convertirse en profesora universitaria ocupante de la cátedra de Estudios Americanos en la Universidad de Wake Forest, en Winston-Salem, Carolina del Norte, donde murió.
El pájaro libre salta
al lomo del viento
y flota viento abajo
hasta que cesa la corriente;
moja sus alas en el naranja de los rayos de sol
y osa reclamar el cielo.
Pero un pájaro que acecha
en su jaula angosta
apenas puede ver tras las rejas de rabia
sus alas están contraídas y
sus pies atados,
luego abre la garganta para cantar.
El pájaro enjaulado canta
un temeroso trino
sobre algo desconocido
mas ansiado aún
y desde la lejana colina
se escucha la melodía
pues el pájaro enjaulado
canta a la libertad.
El pájaro libre imagina otra brisa
y tenues vientos alisios
entre árboles anhelantes
y los gruesos gusanos que aguardan
en el pasto iluminado de alba
y designa al cielo como suyo.
Pero un pájaro enjaulado permanence
inmóvil sobre la tumba de los sueños
grita su sombra en el clamor de una pesadilla
sus alas están contraídas y sus pies atados
luego abre la garganta para cantar.
El pájaro enjaulado canta
un temeroso trino
sobre algo desconocido
y desde la lejana colina
se escucha la melodía,
canta a la libertad.
And Still I Rise
Maya Angelou
You may write me down in history
With your bitter, twisted lies,
You may trod me in the very dirt
But still, like dust, I’ll rise.
Does my sassiness upset you?
Why are you beset with gloom?
‘Cause I walk like I’ve got oil wells
Pumping in my living room.
Just like moons and like suns,
With the certainty of tides,
Just like hopes springing high,
Still I’ll rise.
Did you want to see me broken?
Bowed head and lowered eyes?
Shoulders falling down like teardrops,
Weakened by my soulful cries.
Does my haughtiness offend you?
Don’t you take it awful hard
‘Cause I laugh like I got gold mines
Diggin’ in my own back yard.
You may shoot me with your words,
You may cut me with your eyes,
You may kill me with your hatefulness,
But still, like air, I’ll rise.
Does my sexiness upset you?
Does it come as a surprise
That I dance like I’ve got diamonds
At the meeting of my thighs?
Out of the huts of history’s shame
I rise
Up from a past that’s rooted in pain
I rise
I’m a black ocean, leaping and wide,
Welling and swelling I bear in the tide.
Leaving behind nights of terror and fear
I rise
Into a daybreak that’s wondrously clear
I rise
Bringing the gifts my ancestors gave,
I am the dream and the hope of the slave.
I rise
I rise
I rise.
El presidente Barack Obama condecora a Maya Angelou con la Medalla de la Libertad en 2011 en reconocimiento a su vida y su obra.
Y aún así… Yo me levanto
Maya Angelou
Tú puedes escribirme en la historia
con tus amargas, torcidas mentiras,
puedes aventarme al fango
y aún así, como el polvo… me levanto.
¿Mi descaro te molesta?
¿Porqué estás ahí quieto, apesadumbrado?
Porque camino
como si fuera dueña de pozos petroleros
bombeando en la sala de mi casa…
Como lunas y como soles,
con la certeza de las mareas,
como las esperanzas brincando alto,
así… yo me levanto.
¿Me quieres ver destrozada,
cabeza agachada y ojos bajos,
hombros caídos como lágrimas,
debilitados por mi llanto desconsolado?
¿Mi arrogancia te ofende?|
No lo tomes tan a pecho,
Porque yo río como si tuviera minas de oro
excavándose en el mismo patio de mi casa.
Puedes dispararme con tus palabras,
puedes herirme con tus ojos,
puedes matarme con tu odio,
y aún así, como el aire, me levanto.
¿Mi sensualidad te molesta?
¿Surge como una sorpresa
que yo baile como si tuviera diamantes
ahí, donde se encuentran mis muslos?
De las barracas de vergüenza de la historia
yo me levanto
desde el pasado enraizado en dolor
yo me levanto
soy un negro océano, amplio e inquieto,
manando
me extiendo, sobre la marea,
dejando atrás noches de temor, de terror,
me levanto,
a un amanecer maravillosamente claro,
me levanto,
brindado los regalos legados por mis ancestros.
Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo.
Me levanto.
Me levanto.
Me levanto.
Ella, que no era mariana, se lanzó a correr casi sin poder cuando te vio aparecer en una calle céntrica de Sevilla. Llegaba la Virgen de la Macarena. En ese momento te amó, te descubrió en su corazón, todos estábamos esperando a la Virgen emocionados, porque no habíamos presenciado el fervor de los sevillanos ante las procesiones en Semana Santa. Y nos contagiamos. Pero en ella fue mayor, fue único, yo lo vi, lo vi en su rostro. Allá después le compramos una medalla de la Macarena en oro que no se ha quitado nunca. Eso fue hace años.
Pero la Virgen de la Macarena es una advocación mariana como muchas otras, la de la Caridad cubana, la Inmaculada, patrona de Estados Unidos, la de Luján argentina, la Virgen de Czestochowa polaca, la de Guadalupe mexicana y así, tantas otras. Se te reza a ti, única madre de Dios, la Virgen María.
Llevo años rezándote todas las mañanas el Memorare para que la sanes, le quites las enfermedades que vienen una tras otra debido a su padecimiento fatal de artritis reumática y a los más de 20 años tomando cortisona para poder funcionar en la vida sin una silla de ruedas ni dolores tan intensos, insoportables. Cómo ha sufrido, nadie sabe, Madre, sólo tú. Por qué si su entrega a Dios es total, verdadera, entera, ha tenido que padecer semejante calvario toda la vida a base de medicinas, aliviada solo por esa medicina de doble filo que ahora llega como con venganza a cobrarse los años que la dejó vivir con menos dolor. El sufrimiento es un misterio, como lo es el mal. Yo no pretendo, ni quiero entenderlo, aparto mis ojos de él y los alzo hacia ti: cúrala. Te lo pido de nuevo.
Recuerdo con qué ardor te lo pedí con esta oración hace dos años durante aquella crisis tremenda de salud, cuando todo comenzó a venirse abajo, su vida se acababa, debilitándose más y más. La he visto sufrir tanto, yo no sé cómo he podido. Por eso ahora solo quiere tratamiento paliativo, está agotada de luchar, porque cuando se acaba un padecimiento comienza otro, más fuerte.
Dejé de rezarte «Acuérdate’ «Acordaos», «Memorare», cuando confiada y feliz vi que habías de nuevo, después de siglos de hacer milagros, como dice la oración, me habías escuchado y habías hecho otro, porque sé que aquella curación fue un milagro. Cómo, si todos los médicos habían coincidido en que lo que tenía era cáncer, bajó tanto de peso con una anemia feroz, de pronto una doctora hindú de Cleveland Clinic dijo no. No tenía cáncer y aquel horror del estómago desapareció cuando le extirparon los extraños nódulos que habían aparecido. Sí, estoy convencida que fue un milagro tuyo, Madre mía. Y viví de nuevo.
No puedo olvidar los meses que pasamos. Las noches largas sin dormir, escuchándola quejarse a mi lado, con la voz bajita, y sin embargo, aceptándolo todo con paz. Me asombró de nuevo su acogida a la voluntad de Dios, pero es humana, de carne y huesos. Y ahora, después de la fractura de dos vértebras, que le arreglaron inyectándole cemento líquido, que al secarse las separó y cesó el dolor, súbitamente aparece otro dolor esta vez en la lumbar, las placas muestran que está hecha añicos, en cualquier momento se puede partir, y no importa ya si tiene que seguir entonces viviendo sentada en una silla de ruedas, es el dolor que padecerá. ¿Cómo se le va a quitar, si ya la morfina que toma 24 horas al día, sin cesar, la ha vuelto otra? ¿Más morfina, hasta que le dé un paro cardíaco? , Cada vez le falta más el aire y verla me mata. Tengo que disimular las lágrimas que me salen sin poder contenerlas porque sé que el final se acerca. Es otra: los brazos llenos de manchas oscuras, color vino, por los dos potentes medicamentos que le licúan la sangre, y sin los cuales muere en cualquier momento. Su rostro ha cambiado, pero sigue su misma sonrisa inocente, buena, generosa. Cómo la quiero, Madre, tú lo sabes. Es mi madre aquí en la tierra, es la hermana que no he tenido, la amiga del alma más íntima y conocedora de mí que yo he tenido en la vida. Cuando se vaya, Madre, que me vaya yo también. Llévame a mí junto a ti, antes mejor que después que ella, para no sufrir su pérdida.
No sé bien lo que te pido, tú lo sabes, yo no. Quiero que viva, que vuelva a caminar de nuevo, a sonreír de nuevo, a manejar su auto y volver a ser el ser que yo conocí hace 13 años, cuando me mudé a su lado, y mi vida, que ya había cambiado radicalmente por mi encuentro con Cristo, tu hijo, cambió aún más para bien, porque me integré a la comunidad franciscana que ella fundó hace más de 25 años. Porque conocí a su familia y me integré también a ella y conocí muy de cerca a un matrimonio cristiano feliz, con hijos y ahora nietos. Navidades compartidas inolvidables, cenas de Thanksgiving juntos en la casa y ella, dichosa porque a todos les fascinaba el pavo que ella hacía. Qué ilusión en sus ojos, qué presta a sazonar y a preparar. Y todos sentados a la mesa, como una gran familia, la de ella que ella me regaló, porque yo no tengo, cenábamos contentos dando gracias a Dios por muchas cosas. El año pasado fue la primera vez que se rompió la tradición por otra enfermedad que tenía y no se pudo celebrar en la casa. Pero su hermano, un hombre que admiro profundamente, por su bondad, sus valores cristianos que vive a plenitud, su amor por ella –cuánto he querido yo que mi única hermana me quisiera así, o un poco, pero no, ella no me ha querido nunca, desde que nací, pero esa es otra historia que no haré ahora– su hermanos, guiándose por la receta que ella le dictaba por teléfono, hizo el pavo y lo llevó a la casa y allí todos comimos. Ella llena de felicidad decía que le había quedado igualito al que ella hacía, o mejor. Cosas sencillas de la vida, momentos aparentemente tontos, pero que no lo son, perduran entonces en nuestro corazón cuando todo cambia y se va y no vuelve, no vuelve.
Madre, en ti confio, sánala otra vez más. Mañana va con su hermano a ver a los médicos, de 2 a 3 de la tarde son las placas, los rayos X, los estudios. Y a partir de ahí la conversación que tendrán sobre qué hacer, porque nadie sabe qué es lo que tiene, otro misterio del sufrimiento, otro estado en suspensión, mañana.
En ti confío, dulce corazón de María, sánala, que viva, que no sufra más. Pero si ha llegado la hora en que Cristo la quiere junto a sí allá en el cielo, algo que ella acepta plenamente, me lo ha dicho, hágase su voluntad.
Adel se ha ganado la gloria. ¿Quién soy yo para intervenir en lo que Dios quiere para ella? Que se acaba el sufrir, los dolores, y que me dé la fuerza, si es que vivo, para seguir en esta tierra hasta que él, tu Hijo amado quiera.
Dentro de una hora estaré en mi parroquia, Santo Domingo –Saint Dominic– a unas tres cuadras de donde vivo, para comenzar la semana mariana este final de mayo, mes de María. Rezaremos un rosario y después meditaremos sobre algunas lecturas bíblicas. Es una noche bella, que Dios me regala. Y te pediré de rodillas con todo el corazón que Adel viva, que la cures, que me cures a mí también, que tú bien conoces mi corazón.
Tomo el título de este artículo de uno de los mejores ensayos (The Crazy State of Psychiatry) escritos en Estados Unidos, ganador del premio Best American Essays de 2012 y publicado en el libro anual que se dedica a publicar estos ensayos. La autora es la genial Marcia Angell, exeditora en jefe del New England Journal of Medicine y actual Profesora titular del Departamento de Salud Global y Medicina Social de la Facultad de Medicina de Harvard. (Para quien no pueda leer el inglés que por favor lea al menos Lo que dice Marcia Angell, en Postpsiquiatria.blogspot.com).
Ayer estuve con mi nueva psiquiatra y fue reconfortante y esperanzadora la visita en la cual hablé lo necesario y recibí una buena acogida para iniciar el proceso de eliminar el diagnóstico de mi antiguo psiquiatra sobre mi supuesto trastorno bipolar. Hace dos años, mi médico del Jackson Memorial Hospital se negaba a recetarme Xanax, debería hacerlo un psiquiatra, me dijo, porque estos medicamentos están muy controlados. Y por tanto busqué un psiquiatra, cualquiera, en Citrus Health Network, pues no tenía seguro médico, es por eso que había estado yendo al Jackson, pero en cuestiones de pastillas para la ansiedad o la depresión, es decir controladas, debería de ir a Citrus.
Este señor, Osvaldo Fernández, decente, muy cumplidor en sus tareas agobiantes por la inmensa cantidad de pacientes que recibía en un día normal de trabajo, observé que era un escritor frustrado, que malogró su camino y después de graduarse como médico y viajar por largo tiempo sin ejercer su profesión, decidió hacer una especialidad en psiquiatría al regresar a Miami. Vean su perfil en Facebook bajo el nombre “PrescripcionesparaelTedio”, que es el título de su único libro publicado. A mí me gusta su página en Facebook, tiene muy poco que ver con psiquiatría y mucho con literatura, y por eso digo que me gusta, porque este psiquiatra ahí, se libera de un trabajo «científico», que lo aplasta.
A los dos años de estar visitándolo por unos 10 minutos cada tres meses, me dijo que ya era hora de que me diera un diagnóstico –me dio la impresión que se lo exigían– , y me definió como bipolar. ¿Las pruebas de su investigación “científica”? Mi forma de hablar “intensa”, mis pensamientos que se notaban eran rápidos y los quería expresar rápidamente (recordemos que no se cuenta con tiempo suficiente como para conversar con el médico). Mi carácter «apasionado», etc. Eso era todo. No hubo un MRI del cerebro ni nada que comprobara científicamente que yo padecía ese mal, que se ve perfectamente en. un MRI. Pero acepté el diagnóstico sin conocer prácticamente nada de esa enfermedad. Mi padecimiento de ansiedad y depresión, algo muy común en Estados Unidos, siempre se había resuelto con Xanax y a veces Zoloft.
Cuando cumplí los 65 años y llegó con ellos el Medicare, ya pude dejar de ir a Citrus y dejar de ver a este «psiquiatra» inepto.
Cuando Tuve el seguro médico la visité por tercera vez, ayer 6 de mayo, le pedí que revisara ese diagnóstico, pues no me identificaba como bipolar después de probar con dos pastillas para esa enfermedad que casi me matan, y las suspendí naturalmente. Además había hecho una profunda investigación sobre ese padecimiento y yo no me identificaba con él para nada: jamás he padecido de estados de manías ni profundas depresiones poro las cuales haya habido que ingresarme en un hospital psiquiátrico o haya tenido que faltar a mi trabajo. Tampoco padecía de otros síntomas definitorios del bipolar, enfermedad, por cierto, que se descubre en la adolescencia o juventud. ¿Y a mí me la descubren a los 63 años?
Es cierto que hubo una época anterior a todo esto que visité un psiquiatra, el Dr. Fernando Mata, en Fort Lauderdale. Con él estuve tratándome por unos tres años, yo estaba atravesando un inmenso estrés causado por mi trabajo, me dijo que sufría de mucha ansiedad, para lo cual me medicó acertadamente.
Ahora, con la doctora Diana Glacuum, de amplia experiencia en psiquiatría y excelentes credenciales, espero que se cambie el diagnóstico a uno correcto, si es que padezco de algún mal mental, que honestamente no lo creo. Lo conversamos y decidimos vernos todos los meses por más tiempo para conocerme mejor, dijo y evaluarme correctamente. Espero que cambie el diagnóstico actual, porque decididamente, después repito, de ahondar en esa enfermedad a través de estudios, yo no la padezco. Me cambió los medicamentos, y ahora tomo Effexor y Clonazepam, ninguno para tratar a bipolares, ambos son muy populares y son para la depresión y la ansiedad. Que me diga algún periodista de loso que conozco en Miami, que no vive tomando algún anxiolítico o antidepresivo. Esta es una de las profesiones más estresantes que existen, yo toda la vida me he dedicado a ella y, créanme, deja secuelas.
Tengo muchas cosas más que decir acerca de los errados diagnósticos psiquiátricos, pero es innecesario, si a algún lector o lectora le interesa, puede leer The Illusions of Psychiatry o sencillamente que investigue sobre el creciente movimiento que hay en contra de la ética psiquiátrica, los grandes intereses de las compañías farmacéuticas y los diagnósticos lanzados. Mucho para pensar.
Evangelio según San Mateo (Mateo 28, 1-7)
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Angel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán». Esto es lo que tenía que decirles».
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
Evangelio según San Marcos (Marcos 16, 1-8)
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas. pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
Evangelio según San Lucas (Lucas 24, 1-12)
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por que había sucedido.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
Evangelio según San Juan (Juan 20, 1-18)
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos regresaron entonces a su casa. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
En los Hechos de los apóstoles
La presentación más antigua de la resurrecciónse encuentra en los discursos de Pedro de los Hechos de los apóstoles. En el segundo capítulo de los Hechos, Pedro habla de Pentecostés, un fenómeno interno de la comunidad de los apóstoles que se ha manifestado al pueblo con el rumor del trueno y a través de su capacidad para hablar distintas lenguas.
Pedro explica que los apóstoles no están borrachos sino que el Espíritu ha descendido sobre ellos, como había predicho el profeta Joel.
El gran día de Dios ha llegado gracias al Jesús Nazareno que vosotros habéis crucificado pero que Dios ha hecho resucitar rescatándolo de la muerte, como David había predicho en el salmo 16. De hecho, el salmo no habla del mismo David, pues él murió, fue sepultado y su sepulcro todavía sigue entre nostro ; sino que David prevé la resurrección de Cristo el cual fue elevado a la derecha de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado sobre nosotros, como vosotros véis y escucháis. La conclusión del discurso de Pedro es clara: “Sepa, pues, con certeza todo Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a ese Jesús a quien vostro habéis crucificado” (Hch 2, 36).
Detengámonos en los puntos esenciales de este discurso y de otros que le siguen.
El hecho central anunciado es la resurrección de Jesús, del Crucificado que la gente conocía bien. De este hecho los apóstoles son testino ante Israel. La venida del Espíritu es consecuencia de la resurrección.
Dios ha cumplido las promesas antiguas resucitando a Jesús, que es Señor y Cristo, el Mesías.
Los tiempos futuros ya han comenzado.
El anuncio es estrictamente teocéntrico: es Dios quien ha despertado o levantado a Jesús de la muerte. La cristología es arcaica: Jesús es siervo de Dios, el siervo fiel descrito por el profeta Isaías ; pero la fe es ya segura: Jesús es llamado Mesías, Señor, es decir, Dios.
El anuncio consiste en el hecho de que Dios ha resucitado a Jesús. Se añade sólo que, con esto, Dios ha realizado su plan de salvación como había prometido. En esto se ve la reflexión de los apóstoles a la luz de las Escrituras.
El discurso de Pedro a Cornelio, en el capítulo décimo de los Hechos, precisa los detalles que se encuentran en la tradición primitiva: Jesús ha resucitado al tercer día, durante algunos días se ha manifestado a testigos escogidos, les ha dado la orden de predicar al pueblo para que se arrepienta y crea.
En los Evangelios
Se cree que el evangelio de Marcos se escribió entre los años 67 y 70, el de Lucas entre el 75 y el 80, el de Mateo entre el 85 y el 90 y el de Juan hacia finales del primer siglo. Los exégetas adamite una fuente escrita común para Mateo y Lucas, anterior a Marcos.
Leyendo paralelamente los relatos de la resurrección podemos destacar algunas apreciaciones.
Lo esencial para Marcos,es el ángel que anuncia, en nombre de Dios, que Jesús ha resucitado. A diferencia del resto de los evangelios, las mujeres –por miedono dicen a nadie lo que han visto.
Para Lucastodas las apariciones se producen el día de la resurrección, en Jerusalén.
Lucas insiste en el hecho de que Jesús explica las Escrituras a los apóstoles y les abre los ojos para que comprendan que “estas son las cosas que el Mesías debía sufrir para entrar en su gloria”, porque “así está escrito: el Mesías deberá padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará a todas las gentes la conversión y el perdón de los pecados, empezando por Jerusalén”. Además, los discípulos de Emaús lo reconocen rientra parte el pan. Palabra y Eucaristía dan a conocer a Cristo resucitado.
En Mateo resuena el eco de la polémica con los judios: El hecho de que la tumba se hubiera encontrado vacía era indiscutible, pero los judíos corrieron la voz de que habían sido los apóstoles quiete habían robado el cuerpo de Jesús.
Entre los hechos narrados sólo por Juan tenemos: el episodio de Pedro que corre al sepulcro con otro discípulo (sólo reflejado en el evangelio de Lucas), la aparición a Tomás y la pesca milagrosa tras la cual Pedro recibe el mandato de apacentar las ovejas de Jesús.
El evangelista Juan desarrolla una reflexión teológica más avanzada sobre los hechos que narra. Esto se aprecia en las apariciones a la Magdalena y a Tomás. Jesús es la misma persona que han conocido y sin embargo no lo reconocen. La Magdalena cuando ve a Jesús piensa que era el jardinero. Sabe que Jesús ha muerto y por eso busca a dónde lo han llevado, porque en el sepulcro no está. El texto de Juan repite dos veces el término “se volvió – vuelta”. A muchos exégetas no les gusta esta repetición. ¿Se trata de un añadido o de dos versiones del relato unidas? Sin embargo aquí está el centro del relato. El evangelista hace que María se vuelva a Jesús, en dos ocasiones, porque tiene que reconocerlo dos veces ; primero, como idéntico al Maestro que murió y fue sepultado ; luego, como el Resucitado. Es decir, como el mismo y como distinto.
El Crucificado está vivo. La Magdalena lo entiende cuando oye que le llama por su nombre: “¡María !”. Está vivo en su cuerpo pero su existencia ya no es terrenal y la relación con él será distinta: “No me
toques”. “No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis” (Jn 14, 18-19) había prometido Jesús antes de marchar. Y, efectivamente, Jesús ha vuelto, resucitado, para estar con los discípulos aunque de forma distinta a como era antes: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14, 23). En el episodio de Tomás, la frase de Jesús: “Dichosos los que no han visto y han creído” (Jn 20,29) vale para nosotros, como valía también para los cristianos a los que escribía Juan. Tomás no debería haber tenido la necesidad de ver por sí mismo al Resucitado sino que debería haber creído a los discípulos que, habiéndolo visto, se lo habían anunciado.
En las cartas de Pablo
La reflexión sobre la resurrección de Jesús sigue y se desarrolla en las cartas de Pablo. Una reflexión que estuvo estimulada en Pablo, principalmente, por dos razones claras:
: la resurrección es el contenido esencial de la fe cristiana;
sin la resurrección la fe está vacía y no puede salvar.
Hemos visto cómo los mismos discípulos no creyeron rápidamente. Algunos cristianos de Corinto tuvieron dificultades en aceptar que los muertos pudieran resucitar con su cuerpo.
El siglo pasado, la resurreción de Jesús se consideraba como una fábula de estudiosos, llamados a sí mismos liberales, que profesaban poder admitir sólo aquéllo que fuera controlable por el hombre. Pero la resurrección de Jesús, como la más grande de las acciones de Dios en la historia humana, no puede ser controlada por el hombre.
Es anti-histórico negar la resurrección sólo porque no puede ser verificada por la ciencia, y es imposible dar pruebas, de las que se dicen “científicas”, de la resurrección en cuanto que la fe en la resurrección no será jamás el resultado de pruebas humanas.
Como escribió el entonces cardenal Ratzinger en 1985: “El Resucitado no se puede ver como un trozo de madera o de piedra. Lo ve sólo aquél a quien él se revela. Y se revela sólo a aquél que puede ser enviado. No se revela a la curios
Misioneros franciscanos al servicio de Tierra Santa. El Santo Sepulcro, Jerusalén
Poema de Thomas Merton compartido por Mercedes Scopetta a sus amigos de Luxdivina, grupo de oración online.
Ya te habían coronado con espinas y con estacas te golpeaban la corona para que se clavara más en tu cabeza. Con qué crueldad te hicieron gritar de dolor mientras reían por tu coronación. Estremece el simbolismo de este acto: una coronación de espinas a Dios. Ya te habían escupido el rostro y las risas e insultos, las burlas sonaban más alto que el chasquido de los escupitajos; ya te habían desnudado, Amor, se habían rifado tu ropa, te habían empujado para verte caer y te flagelaron hasta arrancarte la carne. Carne amada que ahora consumo enamorada. Ya habías cargado tu pesada cruz camino al Gólgota: un Vía Crucis que quedó grabado en la historia y recorremos desde entonces alabándote, adorándote. Tu rostro se fue haciendo irreconocible, del hombre más bello del mundo al rostro desfigurado con un aspecto que no parecía humano, siervo humillado al máximo, sin dignidad ante nadie, a quien no se le quiere mirar, demasiado repugnante y horrenda es su presencia.
“Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Tus primeras palabras ya colgando de la Cruz redentora. Dios, ¿de verdad no sabían lo que hacían? Sí lo sabían, como saben los soldados y la Guardia Nacional de Venezuela cuando golpean y torturan y asesinan a estudiantes inocentes. Saben lo que hacen, pero obedecen órdenes y no se rebelan ante la injusticia, colaboran con ella, cobran su sueldo y nada les importa. En cada estudiante muerto, herido, golpeado está el rostro de Cristo crucificado.
“Yo te aseguro que hoy estarás en el Paraíso” (Lc 23, 43). Tu segunda palabra, Jesús de ternura infinita. La palabra paraíso procede del griegoparadeisos (en latínparadisus), para aludir al Jardín del Edén. Y se lo prometes a un ladrón, el buen ladrón crucificado a tu lado que creyó en ti. En tu inmensa agonía hay espacio para la agonía de los otros. Te compadeces y lo perdonas y lo purificas. Y un criminal será el primer hombre que entrará contigo en el Paraíso. Jesús de los misterios, qué maravilloso eres y qué incomprensible.
Yo te pido perdón por todo lo que he hecho o he dejado de hacer, mis pecados de omisión, tan terribles como los actos llevados a cabo sabiendo que me alejan de ti, dolor insufrible cuando cobro conciencia. “Contra ti, contra ti solo pequé”. Con fe, con humildad, con todo el amor que brota de mi corazón, yo te pido mi Dios y mi todo: acuérdate de mí cuando estés en tu Reino.
“Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo, ahí tienes a tu Madre” (Jn 19, 26) Tercera Palabra.
¡Ay, Jesús Nazareno! Cómo agradecerte que nos hayas dado a tu Madre cuyo corazón atravesó una espada, como le anunció Simeón en el templo, cuando te llevaba en brazos, siendo un bebé para ofrecerte al Padre. Qué sabía la joven madre lo que le esperaba, solo la guiaba la fe en Dios, que tuvo desde el instante glorioso en que le dijo al ángel “Sí”. Y el Espíritu Santo la cubrió y penetró toda, y te parió y te tuvimos entre nosotros, Dios de las Alturas que elegiste hacerte hombre, igual a nosotros menos en el pecado. ¡Dios se hizo hombre¡ No hay grandeza mayor que la Encarnación. Soy hija de ella. Y por eso le imploro, llena de confianza, como a la terrenal madre que se tiene y se le habla, sabiendo que nuestras palabras las guarda en su corazón.
Madre Santa a ti te pido, sana a Adel, mi amiga del alma, ¿quién, que yo conozca, vive un calvario como el de ella, dando frutos de bondad, dando amor como un torrente desde sus dolores físicos? Sánala.
Madre amada, que Cuba se libere del poder maligno que la destroza, que los cubanos, que también son hijos tuyos, vivamos la democracia, la justicia, la paz.
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46).
Séptima y última Palabra. Es la muerte a la que te llevó tu Padre, y de esa forma lo hiciste nuestro Padre, porque a eso viniste: a enseñarnos que somos hijos de un mismo Padre, somos hermanos. ¡Y no lo hemos entendido todavía, Cristo! El inconmensurable regalo que nos diste: dejarnos ver a Dios en ti, el que rige el universo. Padre nuestro que nos ama incondicionalmente, y te envió no para condenarnos, sino para salvarnos.
Después de estas últimas palabras un soldado te clavó una lanza el corazón y en ese instante brotó sangre y agua que nos dieron tu Divina Misericordia, el Bautismo y la Eucaristía.
No hay momento más triste, más desolador y aterrante que hoy, Viernes Santo a las tres de la tarde, cuando expiraste y cuando hoy todos los sagrarios del mundo se quedan vacíos, sin tu cuerpo y tu sangre, y me estremezco, porque siento que moriste. Que no te tenemos. ¡Dios no está en ninguna parte!