Vladimir Putin cuenta con más de 6,200 armas nucleares.
Dora Amador
(CNN Español) — Dos frases dichas el 3 y el 4 de marzo por dos líderes políticos de gran peso mundial me han causado pavor. Podría ser por la explosiva situación que vemos día a día con la crudeza de la realidad que transmiten las cadenas de televisión de la guerra de Ucrania, pero no parece ser así. Lo que dijeron Sergey Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, y Emmanuel Macron, presidente de Francia, es para cualquier persona que tenga un ápice de conocimiento político o simple sentido común, motivo de gran temor. Lavrov aseguró que la única alternativa a las sanciones impuestas contra Rusia sería la Tercera Guerra Mundial y que esta implicaría el uso de armas nucleares.
Para que tengamos idea del terror que quiere causar Vladimir Putin –quien ha puesto ya en estado de alarma y exhibido ostentosamente sus armas nucleares–, tengamos muy en cuenta que Rusia tuvo el arma nuclear más poderosa: se llamaba Zar y se estima que tenía una potencia de 50 megatones, muy superior a las que estallaron en Hiroshima y Nagasaki.
Divulgan material inédito de la bomba nuclear más potente 1:40
Si complementamos lo anterior con el comentario hecho por el presidente de Francia, no hay duda de que se dispara la alarma. “Lo peor está por llegar”, afirmó Emmanuel Macron. Esto lo dijo después de hablar por teléfono con Vladimir Putin por 90 tensos minutos.
Rusia ha logrado penetrar Ucrania y entre sus objetivos parece estar el de dar un golpe de Estado y colocar en el poder a un Gobierno títere a favor de Putin, como el de Aleksandr Lukashenko en Belarús. Posiblemente, asesinando al actual presidente Volodymyr Zelensky.
No deja de resultar cínico uno de los más fuertes pretextos que ha dado Rusia para atacar a Ucrania: que quería “desnazificar” al país, porque, según decía, el nazismo estaba floreciendo en ese país. No mencionan que Zelensky es judío. Y fue el mismo presidente ucraniano quien le mandó a decir a Putin que estaba asesinando a sobrevivientes del Holocausto. Pero, vamos, ¿cuándo le ha interesado al gobernante ruso la verdad? Es experto en mentiras, golpes de Estado, imposición de dictadores, control, como todo buen agente, que lo fue, de la KGB soviética.
El valiente mandatario ucraniano, que se ha vestido de soldado listo para enfrentar las tropas rusas, hizo un emotivo y urgente llamado de alerta a Europa la noche del 4 de marzo, cuando Putin ordenó atacar Enerhodar. Ahí está la central nuclear de Zaporizhzhia, la mayor de Europa y una de las 10 más grandes del mundo. Durante ese ataque, se desató un incendio que por buen rato tuvo al mundo en vilo viendo aquello y temiendo que las llamas surgieran de un reactor nuclear. Afortunadamente, el fuego aunque muy cerca, fue en los perímetros fuera de la planta y pudo ser controlado.
El presidente Zelensky acusó al Ejército ruso de atacar deliberadamente el complejo nuclear de Zaporizhzhia, y dijo que una explosión allí sería “el fin para todos, el fin de toda Europa”. En un video de un minuto de duración publicado en las redes sociales, Zelensky agregó: “Solo las acciones inmediatas de Europa podrían detener al Ejército ruso”.
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El Tribunal Penal Internacional ha iniciado una investigación sobre la situación en Ucrania para determinar si se han cometido crímenes contra la humanidad, algo que a Vladimir Putin parece importarle poco, por supuesto. Pero yo creo que sí, pues si se ha usado la bomba termobárica contra la población civil, eso podría ser considerado un crimen de guerra bajo la Convención de La Haya. CNN vio lanzadores de cohetes termobáricos en la frontera con Rusia, pero aún no hay pruebas de que estas armas hayan sido usadas en el conflicto.
Los efectos sobre las personas expuestas a esta bomba son terribles, debido a que la nube gaseosa que se forma primero puede filtrarse por todas partes, como edificios, trincheras y búnkeres, y luego llega el segundo explosivo que enciende la nube y provoca una explosión masiva y duradera con enormes efectos destructivos y consecuencias aterradoras.
Cómo no recordar las palabras de la exsecretaria de Estado de Estados Unidos, Madeline Albright, en un artículo que escribió para The New York Times el 23 de febrero, titulado “Putin está cometiendo un error histórico”. Dice Albright: “Putin habló sin emociones y sin notas sobre su determinación de reanimar la economía de Rusia y sofocar a los rebeldes chechenos. Durante el vuelo de regreso a casa, registré mis impresiones. ‘Putin es pequeño y pálido’, escribí, ‘tan frío que parece casi un reptil’. Dijo [Putin] entender por qué el Muro de Berlín tuvo que caer, pero no esperaba que toda la Unión Soviética se derrumbara. ‘Putin está avergonzado por lo que le pasó a su país y está decidido a restaurar su grandeza’”.
He ahí el infierno nuclear al que nos está empujando Putin si después de Ucrania, se empeñara en invadir y ocupar países de la OTAN. Que no quepa duda de que sería la Tercera Guerra Mundial y acaso, la final.
Los planes ulteriores del exagente de la KGB soviética, Vladimir Putin, actual presidente ruso, nadie los puede predecir ni adivinar. Lo intentan expertos politólogos, eruditos sobre el comportamiento del aspirante a emperador con ansias desmedidas de restaurar el imperio de la Gran Madre Rusia.
Inútil, varios jefes de Estado y altos funcionarios participantes en la Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada el pasado fin de semana, lo han afirmado de una u otra forma: no saben cuál es su agenda a largo plazo, aunque por sus palabras nostálgicas del desplome de la Unión Soviética podemos deducir que desea que volvieran a formar parte de Rusia. Ha calificado el hecho como que “la desaparición de la Unión Soviética es la mayor tragedia mundial del siglo XX”.
¿Qué persigue Putin? Sabemos que no quiere que Ucrania se haga miembro de la OTAN, ni que la OTAN tenga presencia en Europa del Este, que se eliminen todos los misiles colocados en los países de esa organización internacional que están a corta distancia de golpear a Rusia y quiere incorporar a su país la parte este de Ucrania, como hizo con Crimea. Pero con su actitud amenazante, ha logrado lo contrario: Ucrania, que no consideraba formar parte de la OTAN ahora lo pide a nivel nacional en amplia mayoría.
En el momento que escribo este análisis, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas está reunido y en una sola voz le pide a Putin que detenga la invasión. Pero sabemos que la toma de Ucrania es inminente. El hecho es de inmensas proporciones globales.
El pequeño eslavo en estos instantes ha de sentirse inmenso, teniendo al mundo en vilo. Placer, puro placer putinesco, que roza con la revancha por su pequeñez más humana que física: ciudades bombardeadas, millones de refugiados, cientos de miles de muertos.
Mucho se ha dicho y escrito sobre sus planes de anexarse a Ucrania —país de 42 millones de habitantes— y las devastadoras consecuencias que ese acto le traerá. ¿Alguien duda de que el conflicto puede escalar a una guerra nuclear? Yo no la tengo, las guerras se saben cómo y dónde comienzan, pero no cómo ni dónde terminan. Pasemos a ciertas conjeturas que considero bien fundadas.
▪ Ucrania puede ser el primer bocado. Pero el apetito no queda satisfecho. Los países bálticos y Polonia pueden ser la próxima mordida. Invadirlos, así como a Georgia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, sería un logro maravilloso para él, nostálgico de la Cortina de Hierro que existió como bloque de defensa ante la OTAN durante el Imperio Soviético y la Guerra Fría. Pero esto no podría suceder, porque esos países de Europa del Este ahora son miembros de la OTAN, y Rusia sería atacada de inmediato. Entonces, ¿qué duda cabe que entremos de lleno en una Guerra Mundial?
▪ Hasta hace muy poco, la seria amenaza de la toma de Ucrania por parte de Rusia pensé que podría no ser más que un plan bien trazado de Putin para negociar gran parte de América Latina, y de esa forma ampliar y ejercer su poder en una nueva esfera de influencia en territorio muy cercano a Estados Unidos. Los mejores restaurantes de Miami Haz una búsqueda por barrio y por el tipo de comida que te apetezca LEER MÁS Por tanto, dando y dando: No invade a Ucrania, y a cambio la Gran Madre Rusia se extiende militar y económicamente hacia Cuba, Venezuela, Nicaragua, y posiblemente otros países. Territorios peligrosamente cercanos a Estados Unidos.
▪ Vladimir Putin, rabioso ante las sanciones que le ha impuesto Estados Unidos decide dar un paso de una trascendencia terrible: intenta derribar nuestra red eléctrica (grid), que es la generadora de electricidad en todo el país, la transmite y distribuye. Buscaría la impotencia de Estados Unidos al dejarlo a oscuras y sin un sistema de redes de comunicación y ejecución nacionales. Sabemos que somos vulnerables, pero que se ha estado trabajando intensamente en este campo, por tanto es poco probable que Rusia triunfe. Sin embargo, si el mandatario del Kremlin decide atacar cibernéticamente a Estados Unidos habremos entrado en una guerra nueva, tremendamente impredecible y que el temido botón nuclear sea el que, finalmente, se toque con fuerza.
(CNN Español) — Lo que sucedió el fin de semana del 29 y 30 de enero en Estados Unidos nos muestra que Trump quiere continuar con su peligroso e incendiario discurso y que quiere un estallido social.
No exagero. Parecería que es un plan bien trazado y es mi intención alertar a aquellos que todavía no están aterrados con lo que está pasando en este país.
Expondré lo sucedido en varios estados que me dan alguna idea de lo que Trump pretendería conseguir: ¿quizás la irrupción de una rebelión, o tal vez una insurrección armada en todo el país para destruir la democracia e instaurar una dictadura liderada por Trump?
Sabemos que desde la Casa Blanca intentó socavar los resultados de las elecciones y que trató de truncar el camino de la democracia al no reconocerlos.
Por la cantidad de personas que asistieron al mitin de Trump del sábado 29 de enero en Conroe, Texas, (algunos medios reportan que fueron miles de asistentes, aunque CNN no lo ha podido verificar de forma independiente), podríamos pensar que el exmandatario cree que fue un éxito. ¿Qué causó en la gente esa demostración de adoración y seguimiento fiel a su líder? El discurso del que para ellos es un “héroe” y para mí, recordando a Joseph Campbell, experto en mitología, “de las mil caras”.
Advirtió Trump: “Si estos fiscales extremistas, despiadados y racistas hacen algo malo o ilegal, espero que tengamos en este país las protestas más grandes que jamás hayamos tenido en Washington, en Nueva York, en Atlanta y en otros lugares porque nuestro país y nuestras elecciones son corruptas”.
En otras palabras, Trump agitó a las masas, agitadas ya, para que salieran a las calles, tal y como lo hizo al incitar el ataque al Capitolio, el 6 de enero de 2021, para que desguazaran a todos los que se opusieran a su presidente republicano, convencidos como están de que no había perdido las elecciones en 2020, lo que es falso, porque insisten en la mentira de que hubo fraude por parte de los demócratas.
Solo cabe imaginar que los trumpistas que tomarán las calles, si al creador de “La Gran Mentira” (de que fue él quien ganó las elecciones, no Biden) lo encarcelan, habría llegado la hora de pelear, y a estas alturas sabemos que muchos podrían estar armados con rifles de asalto, pistolas y un temible etcétera, que incluye bombas y explosivos, como ahora sabemos que sucedió en las afueras del Capitolio durante la insurrección.
Es importante aclarar que el llamado hecho por Trump ese sábado aludiendo a “los fiscales despiadados” que lo quieren condenar, se refiere a la fiscal general del estado de Nueva York, Letitia James, que dice que ha identificado «declaraciones engañosas” de la Organización Trump sobre sus impuestos. El equipo legal de los negocios del expresidente ha dicho que su cliente no ha cometido fraude.
James le envió una citación para que testificara bajo juramento. La fiscal de distrito del condado de Fulton, Georgia, Fani Willis, solicitó y logró que un jurado investigador pueda citar a testigos en la pesquisa que ella lidera sobre el intento de Trump de anular ilegalmente el resultado de las elecciones presidenciales de 2020 en Georgia. Trump dice que no ha hecho nada malo y que la investigación en su contra está motivada por factores políticos.
Ese es un crimen que en Georgia conlleva hasta 20 años de prisión. Willis ha pedido la protección del FBI tras las muchas amenazas, incluso de muerte, que ha recibidJunto a estas dos brillantes fiscales se encuentra también Alvin Bragg, fiscal de distrito de Manhattan y sucesor de Cyrus Vance Jr, quien inició una investigación contra Trump por presuntos fraudes en sus negocios, manipulación del valor de sus propiedades para ahorrar dinero en préstamos y evadir impuestos. De nuevo, Trump ha dicho que la investigación tiene una motivación política.
Algo más que dijo en su discurso incendiario ese sábado el expresidente es que consideraría indultar a los asaltantes del Capitolio si ganaba las elecciones de 2024, porque cree que han sido tratados injustamente. Ya se podrán imaginar la súbita esperanza que estos criminales convictos podrían experimentar al escuchar esa promesa.
¿Y qué decir de los que podrían andar sueltos preparados para hacer lo que sea por su jefe, que nos gobernó por cuatro años erráticamente, propagando desinformación, acercándose a polémicos líderes como Vladimir Putin y Kim Jong Un, que hacía muchas veces declaraciones racistas y xenofóbicas e incurría en abusos de poder?
Pero con el discurso de ese sábado en Texas no termina el peligro si no hacemos algo para evitar lo que podría avecinarse.
El domingo 30, Trump dijo en un comunicado que el entonces vicepresidente Mike Pence pudo haber cambiado los resultados de las elecciones y que tenía “el poder de hacerlo”. Eso es falso, según ha dicho varias veces el mismo Pence. También dijo Trump que quería que Pence lo hiciera.
A Trump no le importó en lo absoluto la insurrección sediciosa y terrorista que se desarrollaba en el Capitolio el 6 de enero de 2021. Sabemos que pasaron horas en las que vio por televisión los acontecimientos y no hizo nada, a pesar de que su hija Ivanka le rogó varias veces que detuviera aquello, según dijo Liz Cheney citando testimonios de “primera mano” sobre el momento. Le importó poco o nada que la turba buscara a su vicepresidente Mike Pence.
Y luego nos enteramos de que Trump evaluó muy seriamente algunas propuestas para apoderarse de las máquinas de votación. Fuentes cercanas al entonces presidente le han dicho a CNN que analizó seriamente los planes creados por sus asesores para usar el Departamento de Seguridad Nacional con el fin de apoderarse de las máquinas de votación para socavar los resultados de las elecciones. Según el diario, el entonces comandante en jefe rechazó hacer la solicitud al Pentágono, una idea que presentaron unos asesores. De igual forma, dice el periódico, el exsecretario de Justicia William Barr lo rechazó. Ninguno lo hizo, pero queda demostrado una vez más hasta dónde estuvo dispuesto Trump para hacer creer que quien ganó las elecciones fue él y no Biden, una mentira que muchos trumpistas creen ciegamente, como creen que no hubo intento de golpe de Estado.
El 8 de noviembre de 2022 serán las elecciones legislativas y de gobernadores en Estados Unidos. Faltan muchos meses, pero sospecho que el tiempo que queda será peligroso y violento. Así y todo, no olvidemos que en nuestras manos está, votando ese día contra viento y marea, que no triunfen los que anhelan con pasión desenfrenada destruir la democracia de la república. Que ganen los que creemos en la democracia, en la libertad, la justicia, la paz y el respeto a los derechos humanos.
A pesar de todo lo que ha dicho el que para mí es el peor presidente que ha tenido Estados Unidos, confieso que lo que más estupor me causa es la inmensa cantidad de republicanos, que opino que son inmorales, o que por su inmensa ignorancia votarán por Donald Trump si logra postularse y no está enfrentando investigaciones por los señalamientos en su contra.
Nota del editor: Dora Amador es periodista. Fue columnista de El Nuevo Herald por 20 años. Redactora de noticias y editora de redacción de reportajes en los noticieros de las 6 pm y 11 pm del Canal 23 de Miami. Fue documentalista del Canal 23 y del 51. Ha ganado cuatro Emmy por sus documentales “Cuba: del trauma al triunfo”. “Historia del exilio cubano 1959-1989″ y “La crisis de octubre”. En El Nuevo Herald fue ganadora del premio “Guillermo Martínez Márquez Excellence in Journalism Award”. Es autora del libro “La sonrisa disidente”. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora. Mira más en cnne.com/opinion
Acabo de descubrir en ese extraordinario archivo que es Internet Archive, que el 27 de junio de 2021 la revista cultural Incubadora publicó este artículo en el que entrevisto a seis expresas políticas cubanas en El Nuevo Herald. Le agradezco a Incubadora su obra de rescate y actualización de una historia dispersa vital.
El 10 de marzo de 1991 El Nuevo Herald sacó este impagable dossier sobre las Mujeres en el presidio político cubano. Dossier que resumía los testimonios de América Quesada, Lidia González, Ofelia Duque, Luisa Pérez, Georgina Cid e Hilda Felipe junto a una introducción de Dora Amador. En el mismo, Amador denunciaba el olvido que había sufrido -hasta ese momento- el presidio político femenino tanto dentro como fuera de Cuba. (Agradecimientos a Salomé García).
Algunas personas me han pedido que publique aquí algunas de las columnas de Opinión aparecidas en el periódico El Nuevo Herald, de Miami, a través de los años. Con gusto lo haría, pero el periódico está rehaciendo su departamento online de Archivos y las he tenido que buscar en otras partes de la red. Resulta muy difícil, pues fueron 20 años de trabajo intenso. Tan pronto como El Nuevo Herald termine de renovar su Archivo, pondré links.
Hallo en el insomnio como una llamada. No me rebelo, lo atiendo y obedezco con cierto agradecimiento que brota espontáneo, libre. Me llama para que me levante de la cama. Esta madrugada maravillosa, de noche silenciosa llena de horas sin interrupción, espacio y tiempo míos para leer o escribir, recordar, revivir el obstinado pasado, para rezar, meditar, ser.
Hola insomnio, llegas de nuevo como un ángel que me toma la mano con suavidad y me trae a la sala, a mi butaca. Me recuerda siempre encender antes la velita. Me gusta la pequeña llama que me acompaña en esta jornada nocturna que no sé adónde me lleva, pero me dejo llevar. Seductora experiencia que se da sin tiempo, el tiempo queda abolido. Sólo somos el ángel y yo, esperando a ver qué pasa. Creo que ella o él sabe lo que va a pasar, yo no, yo solamente siento que tengo que entregarme a lo que vaya llegando con una suavidad y ternura que me impiden tener miedo ni tristeza ni nostalgia ni anhelo.
Qué bueno entregarse, dejarse llevar por un deseo ajeno que te conduce a nada más que ser y estar en el vacío inmenso, callado, latente de la noche infinita del cosmos, del cual somos parte integral.
Y ahora cierro los ojos y llegan despacio imágenes del pasado reciente o muy, muy lejano. Zory siendo devorada por las llamas cuando la están cremando y la deshace ese poderoso viento que junto a las llamas sueltan las máquinas del horno. Es parte de la cremación, viento y fuego sobre un ser humano que era vital, ahora ardiendo. Cuando se apagan las llamas se trituran en un aparato los huesos, y a lo que se le llama cenizas no es más que huesos triturados transformados en polvo, aunque siempre quedan pedacitos de huesos sueltos. Es el polvo de mi hermana.
Mi hermana está quemada, no existe su cuerpo, lo que queda de ella, «las cenizas», las colocaron en una cajita, una urna y de ahí se la llevaron para una tumba en la tierra. Yo vi cuando colocaron la urna pequeña que contiene lo que era ella sobre la tierra y la cubrieron de cemento para sellarla. Ahí estará por siglos lo que fue una mujer llena de vida y ambición, de lucha y trabajo, mucho trabajo, adoración al dinero, su dios, su único dios, también de pasión y sexo con su marido por más de 50 años. Lo amó y lo dominó, era un muñeco en sus manos. Así lo quiso y estoy convencida de que era el único hombre en el mundo capaz de vivir con ella. De soportar su egoísmo, su autoridad aplastadora, su ira enquistada que estallaba con facilidad, sus gritos, su odio. Porque ese hombre no pensaba, era un pene y una boca, comía y templaba. Y la obedecía, sin duda la quería.
Zory, Zorita, le decíamos en la familia. Su nombre era Zoraida Octavila Amador Morales. La primera hija de mi madre. Mi primogénita, seis años mayor que yo. El segundo nombre se lo puso Mima por su querida amiga, Octavila, que murió de cáncer en el ceno en La Habana en la década de los 50. Yo recuerdo muy bien cuando la fuimos a ver al hospital, ya muriéndose. Estábamos Zory, Mima y yo alrededor de su cama.
Ahora Zory «descanza en paz». Ruego porque esté con Dios y las personas que, de acuerdo a su pequeña capacidad de amar, más quiso en su vida: Eddy, su esposo, Mima y abuela. No creo en el infierno, yo sé que ella no está en el infierno, está en el paraíso de los buenos, aunque no fue una mujer buena, pero no fue culpable de ser mala, supongo que circunstancias de su infancia –nuestra infancia, nuestro monstruoso padre–, de la vida misma, la hicieron así: narcisista maligna, que es uno de los trastornos de la personalidad narcisista -hay varios tipos de narcisismo- de acuerdo con la Asociación Americana de Psiquiatría.
Al narcisista maligno le es imposible establecer una relación interpersonal, pues carece de empatía, remordimiento y sentimiento alguno por el otro. Su juego es deshumanizar a sus víctimas y hacerlas responsable de su delito mediante la manipulación sistemática de aliados. A quienes seduce con sus elocuentes mentiras y verdades a medias. Requieren excesiva y constante admiración (es un síntoma que denota una baja autoestima y una gran preocupación por hacer bien el trabajo y por cómo son vistos por los demás). En sus relaciones interpersonales son explotadores. Se aprovechan de los demás para conseguir sus propios fines. Es frecuentemente envidioso de los demás o cree que los demás le tienen envidia (pueden llegar a devaluar a personas que hayan recibido una felicitación, un premio, al pensar que ellos son más merecedores de los mismos). Por ello se comportan de manera arrogante.
Pobre hermana mía. Debí de ser más compasiva, más comprensiva, pero me lo impedía a cada paso, me odiaba tanto. Poco a poco voy sobreviviendo intentando alejar los lacerantes flashbacks que como una carga siempre han sido parte de mi vida, pero que desde que murió son más insistentes. Recuerdos súbitos y recurrentes que llegan desde la infancia a su lado, cuando comenzó el abuso pero yo no sabía que aquello era abuso, infantil, o en la adolescencia, la mutilante salida de Cuba, yo con 13, ella con 19 años. La tarde gris en que en una estación de trenes, después de un precioso día de paseos caminando con ella y mi primo Carmelo, acabado de llegar de Cuba, que nos había ido a visitar a Port Chester, Nueva York, donde vivíamos en 1963 con mi padre y mi madrastra, me dijo mirándome fija y fríamente que regresara a casa sin ella, porque se iba a vivir con Carmelo a Manhattan y no regresaba. Que le dijera a mi padre que se iba de la casa y no volvía, que era mayor de edad. Creo que nadie ha odiado tanto a un padre como ella, y eran exactos: egoístas, avaros, seres quebrados.
Carmelo, nuestro primo, que acababa de llegar de Cuba, mi hermana Zory a la derecha y yo.
Y así, helada, totalmente desconcertada volví a la casa y lo comuniqué. Un inmenso sentido de desolación me acompañó desde la estación de trenes y siguió conmigo como una sombra en aquella casa donde vivíamos Georgina y Joseíto, hermanos de mi madrastra, Maíta, la madre, y ahora yo sola con ellos. Mi padre y su esposa estaban en Miami. Georgina de inmediato llamó a mi padre y se lo informó.
Me acerqué a la ventana de la cocina del apartamento donde mis ojos chocaron con el edificio vecino, casi pegado al nuestro, de ladrillos rojos. Había un gran vacío, un precipicio estrecho entre las dos monumentales construcciones de apartamentos. Mi hermana me abandonaba, fue el segundo gran abandono. El primero fue el de mi padre, que se divorció de mi madre por tercera vez cuando yo tenía dos años. Ahora éste. Nunca más supe de mi hermana, cuyo cariño jamás experimenté, hasta que llegó mi madre de Cuba en julio de 1963, que fuimos las dos a buscarla a la estación de autobuses. Mi padre, algo triste y preocupado, me pareció, me había llevado desde Port Chester a la casa de mi hermana en Manhattan. Y las dos fuimos a buscar a nuestra madre, que arribaba a Nueva York desde Miami.
Yo los quiero a ambos: a mi padre y a mi hermana. Y quisiera que estuvieran vivos, cerca de mí y fuéramos una familia feliz. Pero aunque se repitiera lo que sucedió –esta pequeña parte de mi vida que he contado– desearía que volviera aquel tiempo. Verlos de nuevo, quererlos. Hoy los he perdonado con toda mi alma, ¿quién soy yo para juzgarlos? Cada uno de los dos tuvo sus propias experiencias que les hicieron daño. Eran seres dañados, como yo. Los perdono, que me perdonen ellos a mí por haberlos juzgado tan duramente por tantos años, aunque marcaron con hierro ardiente y oxidado lo que fue un día una niña y una adolescente inocente. Es lo que más admiro, amo y respeto de la vida de todo ser humano: la ingenuidad. Es sagrada.
Sólo pido que mi hermana esté con Dios, que ame, porque amada es, infinita e incondicionalmente, como ama Dios. No olvidemos: la misericordia supera la justicia.
Mi abuela en su cumpleaños 60, sentada en el centro y rodeada de algunos de sus nietos. Mi hermana Zory es una de las que está sentada en el suelo, es la segunda de la derecha, a la izquierda de Ana Teresa. A la izquierda de mi hermana está Pucha, le sigue Cuca, frente a Cuca está Mayra, a la izquierda de Mayra, Oildita, le sigue Estelita que me tiene sujeta por las piernas. Yo soy la niña que está de pie con el lazo blanco en la cabeza, pegadita a mi querida Estelita. Arriba, empezando por la izquierda, Rodolfito, Lolina, Wichi, abuela, Carmelo y Rody.A la izquierda, abajo: Zory, mi hermana, al lado, Mime (Estela Ramos Miranda, hermana de mi abuela) a la derecha de Mime, abuela, arriba Mima, conmigo en brazos, a mi lado está mi padre, Pedro Amador. Detrás de mí, la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que colgaba en la pared frente a la puerta de entrada de la casa.La última foto de Zory, tomada en su casa, ya enferma de Alzheimer, por la muchacha que la visitaba diariamente para darle las pastillas y ayudarla .
A veces, muchas veces, me repugnan a los cubanos. Son como una cucaracha agonizante boca arriba expulsando ese líquido oscuro que sueltan dando pataletas. Pero no los veo morir. Siguen retorciéndose destilando odio. Me estoy refiriendo ahora a los cubanos del exilio que aplauden con sus patas de cucarachas al presidente Trump. Según una encuesta reciente, la mayoría lo apoya, sin importar la fecha en que salieron de Cuba: hace 60 años o hace cinco.
Después me inspiran una inmensa compasión. Los veo como seres mutilados que cargan heridas abiertas y andan doblados por el peso, la catástrofe, la laceración punzante de saberse sin patria , por haber sufrido –muchos, no todos– sabe Dios cuántos horrores en la isla y el pueblo que maldicen, desde que se fueron. Pobres hombres y mujeres aplastados, condenados, expulsados del Paraíso.
El sábado 26 de septiembre de 2020 en horas de una tarde temprana, fui victima de un acto de repudio en el Versailles, exactamente en la cafetería que queda al lado del restaurante, donde se acude, con hambre y regocijo de compartir por unos instantes nuestra cultura culinaria e identidad. Me gritaron, me levantaron las manos y los brazos amenazantes, aunque nadie me dio un golpe físico. Era más de una docena de hombres y mujeres en un estado magníficamente delirante a toda voz, buena muestra para ser analizadas por antopólogos y psicólogos junguianos, específicamente junguianos.
“¡Comunista!”, me gritaban, otros se reían burlándose de mí y se miraban entre sí. Me odiaban cuando me gritaban, “¡Vete para Cuba!”, “¡Que se vaya!”, “¡Que se vaya!”, “¡Estúpida!”, “¡Comunista!”. Era el estribillo.
El escándalo se formó cuando me tocó el turno de pedir un cortadito y frente a mí había un señor entregándole a una empleada unos documentos, a la vez que le decía: “Ahí está todo, por quién votar y cómo hacer todo”. Yo, en voz baja, estaba muy cerca de él, le pregunté: “¿Por qué usted le indica a una ciudadana por quién votar y que le dé las instrucciones y papeles a las otras empleadas? Votar es un acto libre, es un derecho y un deber, usted parece intimidar” Y entonces me contestó fuera de sí: “¿Por qué se mete en esto? Lo hago porque me da la gana”, y le le dije sin levantar la voz, “Seguro que usted es de los de Trump”. Se puso furioso, ya otros habían escuchado y visto la expresión de rabia de aquel cubano que empezó a hablarme haciendo gestos amenazantes, en voz alta y molesta.
Ardió Troya en el Varsialles. Algunos se levantaron de las mesas, muchos se viraron hacia mí, las empleadas empezaron a gritar “¡Trump!, ¡Trump!, ¡Trump!”, pero no tres veces, muchas, muchas veces lo repetían y aplaudían.
Se levantaron los que, con sobras de pastelitos u otra comida en la boca, la abrían escupiendo para unirse al coro y repetir frenéticamente el nombre del presidente. Era su líder, su fürer, cómo no defenderlo con todo, aunque se les saliera el café por entre los dientes.
Yo no concebía lo que mis ojos y oídos estaban viendo y escuchando. Me dio un salto el estómago y sentí el impulso de contestarles a todos, mirando a todas partes. Buscándoles sus rostros. “Fascistas, cubanos trumpistas, prepárense porque van a ganar Biden y Kamala!”. Entonces fueron más las risas, se reían con ganas. “¡Vieja comunista!”. Ya la gente ocupaba de pie el centro de la cafetería, allí estaba yo también, casi en el centro, a mi lado se hallaba mi amiga con quien había ido a tomar café allí, que es puertorriqueña, una doctora en medicina con vastos conocimientos en psiquiatría, hoy retirada. No abrió su boca, solo miraba espantada. Ella lleva muchos años viviendo en Miami, nada cubano le es ajeno. Pero esto, esto que estaba viendo, era la primera vez que lo veía, me dijo después muy impresionada.
En un momento me fijé en un joven que tenía muy cerca, que se reía de mí en mi cara. Y le pregunté: “¡Cuándo saliste de Cuba?” me pudo escuchar a pesar de los gritos de aquellas personas fuera de sí. “Hace 10 años, pero no importa cuándo salimos. Trump es el hombre y va a ganar estas elecciones. Trump!, Trump, Trump!”. Y me miraba mientras repetía el nombre. Me dio lástima y le dije mirándolo a los ojos: “Tienes un caudillo dentro. Lo necesitas. Se llama Fidel Castro, pero gritas Trump. Un nazi, un dictador, un criminal, por ése vas a votar.” Aumentó su risa, el número de sus carcajadas.
Dije dirigiéndome a todos, alzando la voz, sintiéndome impotente, para que me oyeran: “Además, no es Trump, es Putin a quien él obedece”. Segundo incendio troyano, mucho más fuerte en el Versailles. Incendio de risas histéricas. Incendio de ira tal y como hemos visto que son los actos de repudio en Cuba. “¡Está loca!” oí decir entre las voces. “¡Es una fidelista!”
La cajera que tenía en frente pidió como en súplica que ya, que se acabara aquella “discusión” sobre política. La miré, pagué la cuenta y nos fuimos. Atrás quedaron las risas, ls gritos, incluyendo el de las empleadas que noté nerviosas, de la cafetería del Versailles.
Regresé a casa y leí, minutos después, la noticia sobre el periódico Libre, de extrema derecha, que había estado insertándose por seis meses todas las semanas en el diario donde trabajé muchos años, El Nuevo Herald.
Y recordé el año 2016, cuando empecé a intuir problemas crecientes en el periódico contra mí porque publicaba artículos en contra de Trump.
Mi editor, que jamás me censuró a pesar de verse varias veces en apuros por mis columnas y enviarme emails en los que me decía lo que escuchaba en la sala de redaccion sobre mí y lo que escribía, y que debería de evitar decir ciertas cosas ofensivas sobre Trump, porque, según lo que a él le decían “es el presidente de Estados Unidos, hay que respetarlo”. Además, “nada ha sido probado». Andrés Hernández Alende, escritor y periodista, no se dejó intimidar, pensaba como yo, es demócrata y sabe de qué podrida madera está hecho Trump. Pero se vio presionado, era demasiado, y yo no cedía, exponiendo mis razones con hechos comprobados por los investigadores y periodistas de prestigiosos periódicos y organizaciones. Yo no escribía mentiras, todo era verdad. Mi trabajo era investigar y difundir la verdad. Fui primera en esas páginas que denunció el asunto del dossier, de la interferencia rusa en las elecciones, que seguí paso a paso, de otras cosas que, según supe, no creían en absoluto los editores y otros periodistas de Herald, derechistas trumpistas, aunque fundamenta lo dicho con fuentes de la más alta credibilidad. Ese es el trabajo muy difícil y gratificador de un buen periodista. Así lo hice durante 2015, 2016, 2017 y 2018, en que en el mes de junio la dirección –las ex directoras hoy– de El Nuevo Herald, marcadamente pro Trump decidieron que yo no escribiera más columnas de opinión en el diario. Después del vergonzoso escándalo de la inserción del periódico Libre, dirigido “por Demetrio Pérez, Jr., el ex miembro de la Junta Escolar de Miami-Dade, delincuente convicto que tiene un pasado oscuro que ha sido cubierto prominentemente por el Herald”. [Lapsos en comunicación llevaron a publicación de suplemento insertado con textos ofensivos.
Por Andrés Veglucci, 20 de septiembre de 2020, El Nuevo Herald].
Me alegro de que McClatchy, la empresa estadounidense dueña de The Miami Herad y El Nuevo Herald haya despedido de su puesto a su directora editorial, Nancy San Martin, y haya sacado también de su cargo, aunque no despedido a la publisher y executive editor de ambos diarios, The Miami Herald y El Nuevo Herald, Mindy Márquez. Su director actual es Jay Ducassy, alguien con vasta experiencia periodística y confiable.
Este es un ejemplo de lo que saió pubicado en Libre y difundido por El Nuevo Herald
“The columnist wrote that Michelle Obama reminds him of a “black monster” in Dante’s Inferno. Other times, he wrote that Islam is “filth,” Native Americans “primitive” and Africa the “ass of the world.” On another occasion still, he called George Floyd “ugly,” a “common criminal” and the protests over his death at the hands of police “racial whoremongering.”
And then there’s the time that he wrote, in all apparent seriousness, that Black Lives Matter protesters should summarily be put to death.”
That’s only a small sample of the work of Roberto Luque Escalona, a Cuban exile writer whose vituperative and obscenity-laced opinion pieces ran in a thick insert named LIBRE that its publisher paid to distribute inside every Friday’s edition of el Nuevo Herald, the Miami Herald’s Spanish-language sister newspaper this year. After ending the relationship with LIBRE last week, Herald newsroom leaders said.
«El columnista escribió que Michelle Obama le recuerda a un» monstruo negro «en El Infierno de Dante. Otras veces, escribió que el Islam es «inmundicia», los nativos americanos «primitivos» y África el «culo del mundo». En otra ocasión aún, llamó a George Floyd «feo», un «criminal común» y las protestas por su muerte a manos de la policía «prostitución racial».
Y luego está el momento en que escribió, con toda aparente seriedad, que los manifestantes de Black Lives Matter deberían ser ejecutados sumariamente «.
Esa es solo una pequeña muestra del trabajo de Roberto Luque Escalona, un escritor cubano exiliado cuyas opiniones vituperadoras y llenas de obscenidad aparecían en un grueso inserto llamado LIBRE que su editor pagó para distribuir dentro de la edición de cada viernes de el Nuevo Herald. Periódico hermano en español del Miami Herald.
Por décadas el exilio “histórico” cubano (y ahora mucho de los que siguen llegando), se ha quejado y acusado a El Nuevo Herald de ser comunista, “el Granma” de Miami. De veras que los cubanos pueden ser cerriles. Ese periódico ha estado minado de personal editorial de derecha siempre. No lo sabré yo, que trabajé en su sala de redacción por 10 años. Y como columnista por más de 25.
Así suceden las cosas significativas a las que deberíamos prestrle más atención, si de veras los cubanos quieren una Cuba democrática y donde se respeten los derechos humanos y una prensa libre en un futuro, que veo cada vez más lejano.
El mismo sábado 20 de septiembre en que me hacían un acto de repudio por expresar mi opinión libre ciudadana en contra de Donald Trump, en respuesta a un intimidador y ser de inmediato llamada “comunista” “estúpida”, “vete para Cuba”, etc., en el restaurante cubano más famoso de este Miami revuelto y brutal, se descubría que las directoras de El Nuevo Herald, importante diario con decenas de miles de suscriptores, estrechaba sus lazos a escondidas con un divulgador y delincuente trumpista, Demetrio Pérez, Jr., para influir en los votantes hispanos del Sur de la Florida de forma que saliera electo el actual presidente, delincuente, asesino que permitió y propagó mentiras sobre el cobid19, agente de Vladimir Putin, jefe de gobierno de un país enemigo, misógino, psicópata, mentiroso patológico, aspirante a dictador totalitario como Fidel Castro.
Esos son los cubanos trumpistas, igualitos a los cubanos comunistas.
Bede Griffiths —también conocido como Swami Dayananda (‘bienaventuranza de la compasión’)— fue un monje y místico benedictino que vivió en áshrams en el sur de India. En 1958 ayudó a establecer Kurisumala Áshram (Montaña de la Cruz), un monasterio de rito católico griego en Kerala. En 1968 se trasladó a Shantivanam Áshram (Bosque de la Paz) en Tamil Nadú. Aunque se mantuvo como monje católico adoptó algunas ideas hinduistas acerca de la vida monástica. Griffiths escribió doce libros sobre diálogo entre el cristianismo y el hinduismo. Explicó la doctrina hindú del Vedānta con inspiración en el cristianismo, llamada Sabiduría Cristiana.
Dirección y presentación del programa: Francisco de Oleza Le Senne Invitados: Bede Griffiths, Francisco Lopez-Seivane, Raimundo Panikkar Alemani, Sibila Pironti y Fernando Sánchez Dragó
Raimon Panikkar, (Barcelona, 3 de noviembre de 1918 – 26 de agosto de 2010, Tavertet, Barcelona, desarrolló una filosofía interreligiosa e intercultural , con una nueva apertura respetuosa al diálogo con otros sujetos y tradiciones no occidentales . Su filosofía tiene como objetivo transformar nuestra civilización que está determinada por un sistema occidental impuesto como única alternativa.
Su pensamiento es un punto de encuentro entre Oriente y Occidente. En su obra convergen múltiples realidades: la realidad humana con su múltiple origen hindú-cristiano, la realidad académica e intelectual interdisciplinar, pero también intercultural e interreligiosa. De ahí, la importancia que en su pensamiento tiene el diálogo.
Para Panikkar la realidad es siempre más rica que cualquier teorización o conceptualización de la misma. Todo concepto es una parcialización, y ésta es inevitable en la evolución de los múltiples universos culturales.
Obras del autor
El indeterminismo científico. Madrid: Nuevas Gráficas, 1945.
El sentido cristiano de la vida. Madrid: Samarán, 1945.
F. H. Jacobi y la filosofía del sentimiento. Buenos Aires: Sapientia, 1948
El concepto de naturaleza: análisis histórico y metafísico de un concepto. Madrid: Instituto Luis Vives de Filosofía, 1951.
CASTELLS, Joaquim. Iconografía del espacio sagrado: homenaje a Raimon Panikkar. Barcelona: March Editor, 2002. ISBN 84-95608-02-2
DE VALLESCAR PALANCA, Diana. Cultura, multiculturalismo e interculturalidad. Hacia una racionalidad intercultural. Madrid: Perpetuo Socorro, 2000. ISBN 84-284-0597-2
MEZA RUEDA, José Luis. La antropología de Raimon Panikkar. Bogotá: Universidad Javeriana, 2010, ISBN 978-958-716-336-0
PÉREZ PRIETO, Victorino. Dios, Hombre, Mundo: la trinidad en Raimon Panikkar. Barcelona: Herder, 2008. ISBN 978-84-254-2575-2
PÉREZ PRIETO, Victorino. Más allá de la fragmentación de la teología, el saber y la vida: Raimon Panikkar. Valencia: Tirant lo Blanch, 2008. ISBN 978-84-9876-150-4
Aquel día todavía no había quemado todo un pasado plasmado en álbumes de fotografías, diarios, cartas y tarjetas de amor, cientos y cientos de columnas de opinión publicadas en El Nuevo Herald por diez años, cuatro Emmys que gané por varios documentales que hice para la televisión de Miami y otros objetos que guardaba como recuerdos que ya no tenían nada que ver con mi nueva vida. Para evitar que ardiera parte del patio o se propagara el fuego descontrolado a la casa, compré varios basureros grandes de aluminio y en ellos arrojé todo aquello. Rocié sobre ellos poco de gasolina y después los fósforos encendidos. Qué dicha verlo todo arder. Lo recuerdo como si fuera hoy, y de esto hace 20 años, la libertad, la redención, un nuevo yo iba surgiendo, más limpio, más puro. Otro paso más que daba rumbo al radical camino que había elegido. O que me eligió. Me sentía renacer, como una nueva creación.
El día al que me refiero en que todavía no había quemado nada fue cuando Madeline Cámara, especialista en temas de estudios cubanos, editora, escritora y profesora de literatura hispanoamericana en la Universidad del Sur de la Florida, se hallaba de visita en casa y frente a mi biblioteca iba escogiendo libros que le dije se llevara, los que quisiera. Recuerdo que ella escogió uno de María Zambrano y luego me contó que fue a partir de aquella lectura que se inició en sus estudios sobre la filósofa española. Yo estaba regalando todos los libros. Vendí muy barato o regalé todo lo que poseía: mi casa y el carro, muebles, cuadros, mi ropa, la de cama y baño, vajillas, utensilios y artefactos, tarecos que componen un hogar, pero quería salir pronto de ellos. No me interesaba el dinero sino irme de Miami para cumplir lo que consideraba un llamado de Dios: ser misionera en Cuba ingresando en la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús. Ante semejante proyecto de vida —era entonces 1998, ese año cumplí 50—, ¿qué significaban posesiones o posiciones? Ya había renunciado a mi trabajo en el periódico, que me dio fama entre algunos cubanos de ser «honesta» y «valiente», siempre dicho como bajito por teléfono o en persona, después de haber publicado algún artículo que critica a los congresistas cubanoamericanos en Washington, o exigía el fin del embargo o incluso defendía y apoyaba –en aquellos años era peligroso, dado el terrorismo verbal de la radio miamense– a los disidentes. Entre otros (poseedores de micrófonos radiales, verdaderos muy populares) de «dialoguera» y «comunista». Hoy lo recuerdo divertida. Pero es que jamás evadí la confrontación o la condena pública por defender mis principios, que guiaban mis posiciones políticas, mi ética periodística comprometida con la investigación seria, informar la verdad y exponerla, plasmada todas las semanas en mis artículos, y cuando el tema era Cuba: levantamiento del bloqueo, diálogo, reconciliación, no a la venganza, sí a la justicia, edificando la cultura del reencuentro entre los de acá y los de allá, transición hacia la democracia por medios pacíficos. Con desengaño aún veo que todo fue inútil. De qué sirvieron tantos años de denuncia, de lucha por la libertad, la justicia, la tolerancia aquí y allá?
Y fue así que aquella mujer agotada mental y físicamente, decepcionada, angustiada por una relación amorosa destinada al fracaso, de irse todos los años de vacaciones turísticas por Europa, y en Miami adoración al hedonismo: restaurantes, entretenimiento, actividades culturales, tertulias intelectuales, los placeres, un buen día se descubrió jubilosamente presa en una misteriosa fuerza que la empujaba hacia adentro de sí. El vacío existencial, la falta de sentido de mi vida era casi asfixiante. ¿Para qué vivía? ¿Cuál era mi razón de ser? ¿Por qué ese anhelo, ese deseo no colmado ni aun en los momentos de mayor intimidad amorosa satisfecha?
Todo convergió, no sabría decir cuándo, pero llegó la salvación, una especie de sacudida que me liberaba, me fortalecía, me dignificaba. Cayeron en mis manos la autobiografía de Thomas Merton, La montaña de los siete círculos, su sublime Nuevas semillas de contemplación y muchos otros libros que parecían destinados a mí, porque daban una respuesta a mi crisis, y caían en mis manos de forma curiosamente sincronizada. El castillo interior, de Teresa de Jesús, Las variedades de la experiencia religiosa, del fiósofo William James, Pierre Teilhard de Chardin, de la escritora franciscana Ilia Delio algunas obras de la escritora benedictina Joan Chittister, una antología extraordinaria de experiencias personales de conversión religiosa, titulada Conversión y editada por Walter E. Conn, Spiritual Pilgrims: Carl Jung and Teresa of Avila, de John Welch, O. Carm., gran parte de la obra de Thomas Keating, Richard Rohr , Cynthia Bourgault, y más que todo, los evangelios. Primero los fui escuchando como parte de la misa y aprendía de las magistrales homilías de sacerdotes, la mayoría cubanoamericanos, y la sabiduría que habían tenido desde los primeros siglos del cristianismo, los Padres de la Iglesia, los teólogos, los hermeneutas, que prepararon la liturgia dominical y diaria ordenando la lectura de la Palabra (las Sagradas Escrituras) con una primera lectura, usualmente del Antiguo Testamento, seguida por un salmo y culminando con la lectura del evangelio.
Como tomada de una mano invisible fui guiada a adentrarme en la lectura asidua y después, algo más formada, en el estudio de la Biblia. Y fue así que acabé descubriendo la verdad, por medio del Nuevo Testamento –los evangelios –Marcos, Mateo, Lucas y Juan–, las maravillosas cartas de Pablo, los Hechos de los Apóstoles, las cartas de los los discípulos de Jesús, y el Apocalipsis–.
No dejo fuera –¡cómo hacerlo por Dios!– las lecturas que hoy forman parte de mi vida como el aire: el Antiguo Testamento: los profetas, lo salmos, los libros de la Sabiduría, los Proverbios, el Eclesiastés, el Pentateuco (los primero cinco libros de la Biblia, que viene a ser la Toráh de los judíos). Toda una vida quisiera tener solo para estudiarlos, y si algo lamento de mis estudios universitarios, es no haberlos dedicado, además de a la literatura comparada, las Sagradas Escrituras. En ellas, por cierto está la base de mucha de la gran literatura: no habría un Dostoyevski ni un Kafka sin el Libro de Job, un San Juan De la Cruz sin el Cantar de los Cantares, imposible pensar en la obra de Tolstoy, C.S. Lewis, los grandes místicos. Es muy larga, muy profunda la influencia, el fundamento cristiano que creó la civilización occidental. Pero eso es para otro articulo.
Mi ida a misa los domingos se fue convirtiendo en una necesidad mayor y así, llegó el momento en que iba todos los días, bien antes de ir para el trabajo o a la hora del almuerzo. El Nuevo Herald quedaba muy cerca de la Iglesia Jesu, de los jesuitas en el centro de Miami, y me daba tiempo de asistir y regresar después a la oficina. La participación en la Eucaristía diaria y otros sacramentos, además de la sed insaciable que se apoderó de mí, de lecturas y retiros espirituales, mis largos ratos de oración silenciosa frente al Santísimo, y sobre todo, mi lectura de la Biblia completaron el cambio radica de mi vida.
Creo que estaba atravesando lo que llaman midlife crisis. Y deseé mucho, por ejemplo, conocer el mundo que habitaba Merton, adentrarme en la vida de la gente para mí sabia que había huido del mundo hacia los desiertos o montes en busca de soledad y silencio. Me refiero a solitude, no loneliness, hay una gran diferencia.
Fui a un retiro espiritual de una semana a Getsemaní, el monasterio cisterciense —una de las órdenes más estrictas después de los cartujos y los monjes y monjas budistas en sus monasterios— en Kentucky, donde había vivido y escrito el hombre que empezó a colmar mi sed de Dios. Thomas Merton. Uno de los votos que se hacen en esa orden religiosa, además de pobreza, castidad y obediencia es estabilidad. Quiere decir, que cuando entras al monasterio jamás sales de nuevo, no te mudas a ninguna parte. Después, con los años eso cambió un poco, porque los monjes se fueron abriéndoselos más a la formación de conciencia política y social pacífica y de justicia, a crear comunidades de oración y meditación y viajaban, pero siempre regresaban a su lugar. No olvido la entrada a Getsemaní por primera vez: Arriba, tallada sobre la piedra encima de las puertas decía: «Solo Dios». «Only God».
Cuando emprendí ese primer y transformador retiro de silencio y soledad con los monjes, ya sabía que aquél vacío solo lo podía llenar Dios, la trascendencia a la que estamos convocados, su Presencia y su amor incondicional en mi interior. Ya para entonces había estado en la Basílica de San Marcos, en Venecia, que me condujo a una fuerte experiencia estética de esplendor religioso, anduve peregrina en Roma, días y días recorriendo lugares sagrados. No le resto importancia, todo lo contrario, a la papel que desempeñó la estremecedora, penetrante, estética del arte sagrado en mi conversión religiosa.
Por ejemplo, cómo olvidar la Basílica de Letrán, de cuya historia no sabía nada y resultó ser un signo de confirmación lo que experimenté al entrar en ella, cuando una tarde la visitamos e incomprensiblemente sentí que me acogía como a alguien que regresa a su casa, aquel lugar lo sentí como mi hogar. No entendí, ni lo intenté, sigue y seguirá una experiencia inefable.
En 1995 algo excepcional sucedió en mi vida. Llegó a Miami para dictar unos cursos de ética y dirigir los Ejercicios Espirituales (EE), el jesuita peruano Ricardo Antoncich, de fama internacional por sus obras, charlas y sobre todo, retiros ignacianos (es decir, de Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas y creador de los EE). Yo iba por las noches a la salida del periódico a tomar clases al SEPI (en aquellos años una extensión hispana de la Universidad Barry que ofrecía la Maestría en teología en español) y supe de este retiro que iba a dar Antoncich. Creo que no tomó ni un segundo en que decidiera asistir. El retiro duraba 30 días. Yo no conocía a Ignacio de Loyola ni los Ejercicios Espirituales pero había oído hablar de ellos y por supuesto del maestro jesuita Antoncich, con quien iba a tomar la clase de ética. Y a quien me unió después una honda amistad que duró hasta su muerte, hace poco.
Una alegría muy fuerte, una motivación que era impulsada, estoy convencida, por el Espíritu Santo, llenó todo mi ser al saber que iba hacer los ejercicios. Me dieron el permiso en el trabajo por una semana más de vacaciones a las tres que me pertenecían anualmente. La vivencia de la espiritualidad ignaciana de este retiro fue el hecho más importante o quizá el clímax de todo un proceso de conversión religiosa que estaba teniendo desde la muerte de mi madre en 1991, mi Confirmación en 1992 y mis posteriores búsquedas del sentido del vida. Esos 30 intensos e inolvidables días en que un mundo nuevo se abrió ante mis ojos sellaron mi conversión al catolicismo.
Viajé a Cuba en mayo de 1998, después que se fue de la isla Juan Pablo II. Lo había preparado todo para ir estando el papa allá en enero de ese año, pero el gobierno cubano no me permitió la entrada. Después me llamaron por teléfono y me dijeron que podía solicitar de nuevo, que entonces sí podría ir a Cuba. No entendí nada ni me interesó mucho. Yo vi todo lo que aconteció durante la visita del papa en la televisión de Miami. Muy emocionante, ¿quién iba a imaginar aquello?
Cuando por fin me dieron la entrada, visité a las Religiosas del Sagrado Corazón en La Habana. Había conversado ya varias veces con la provincial de Cuba, Carmen Comella, ya fallecida. Hablamos mucho acerca de mi fuerte deseo de unirme a ellas y su misión. Fue el Padre José Conrado Rodríguez, en una de sus visitas a Miami, el que me las recomendó cuando le hablé del incipiente proyecto que iba tomando forma en mí: regresar para siempre a Cuba como misionera.
Estando conversando con Carmen en su comunidad principal, que era un espacio detrás de la Iglesia de Rosario, en La Habana, de pronto mi corazón dio un salto cuando escuché su voz que me dijo que sí, que me mudara para Cuba, allá haría el noviciado y me quedaría para siempre con ellas. Era solo cuestión de buscar el permiso de entrada del gobierno. Me iría a Puerto Rico a hacer el postulantado, período de un año en el cual la aspirante inicia la vivencia de sororidad, amplía y fortalece la formación cristiana y la experiencia misionera que la lleve, en forma progresiva, a discernir su opción vocacional en el seguimiento de Jesucristo según la identidad o carisma de la Congregación, y hacer gradualmente la transición a la vida consagrada. Luego, en uno o dos años estaría en Cuba. En Puerto Rico, donde había vivido muchos años al salir de Cuba en la década del 60, permanecí casi un año viviendo en diferentes comunidades diseminadas por la isla. La idea era ir formándome en los avatares de esa oblación. No tengo el espacio para contar las numerosas vivencias que me fueron cambiando poco a poco o repentinamente. Experiencias de vida fuertes, que te cambian. Viví entre los más necesitados, gente que sufría, padeciendo la pobreza de ellos en barrios marginales. Mi trabajo era darles clases a los niños que les iba mal en la escuela, muchos eran hijos de drogadictos, de madres solteras hundidas en la más absoluta pobreza.
También pasé meses en la casa de las hermanas mayores, a las que tenía que cuidar, alimentar, cambiarle pañales, hacerles compañía, quererlas. La educación espiritual e intelectual fue más bien realizada en las prácticas de misericordia. Entre tanto esperaba por mi ingreso en Cuba… Era la época en que casi todos los religiosos y religiosas y gran parte del clero eran misioneros extranjeros. Y como había una cuota muy limitada, para que entrara uno en Cuba, otro tenía que irse. Por fin, cuando se venció el tiempo como postulante y debía de entrar en el noviciado, desde la congregación en Cuba llegó la orden de que me enviaran a Chile, allá haría el noviciado hasta que pudiera entrar en mi país.
¡Qué experiencia y formación académica, espiritual, religiosa, civil y política tan integral recibí en Chile! Fui a residir en Santiago, en otro barrio de la periferia de la capital. Una de las que más me impactaron fue mi trabajo con niños con graves problemas neurológicos desahuciados y abandonados por sus padres. Allá tuve que ir por diez horas diarias dos semanas. Todas las noches antes de irnos a dormir, íbamos a una preciosa capilla que teníamos en la casa. Sobre cojines o recostadas en ellos en el piso, nos colocábamos en círculo alrededor de un altarcito preparado por alguna de nosotras —a la que le tocara ese día— en el centro, con una o más velas, algunas flores o plantas, una imagen, todo colocado sobre un mantel. Era la hora del recogimiento del día, de compartir con nuestra comunidad la jornada que terminaba. Yo residía en la casa de formación con seis chilenas y una peruana. La oración o rezo nocturno consistía en compartir nuestra jornada: ¿Dónde habíamos encontrado a Dios durante ese día, en qué persona o acontecimiento se hizo presente, en que movimiento espiritual interior nuestro? ¿Cómo había sido ese día? La conversación se convertía en una experiencia maravillosa, a veces inquietante, de oración ante ellas y Dios, a veces iba acompañada con lágrimas. Sin duda, la formación religiosa es muy fuerte, transformadora, tan distinta a la vida que llevábamos en el mundo que dejábamos atrás.
El largo e inolvidable tiempo que estuve en Chile, poco antes de terminar el noviciado, fue a verme una nueva superiora de las Religiosas de Cuba. Había terminado el priorato de Carmen Comella, que había sido provincial por nueve años, y ahora era Cristina Colás la que mandaba. Fue inesperadamente dura conmigo. Se me había negado el permiso de entrada a Cuba. Lo menos que pude imaginar en aquellos días llenos de fervor era que un día la provincial cubana me diría que «mi compromiso político previo tendría repercusiones para la Sociedad del Sagrado Corazón y la Iglesia en Cuba». Entiéndase por «compromiso político previo» haber escrito en El Nuevo Herald por años sobre la disidencia, los turbios asuntos que sucedían dentro de la misma Iglesia, como fue el cierre de la revista Vitral, dirigida por Dagoberto Valdés, hoy director de la excelente revista Convivencia, y también del Centro de Formación Convivencia, un proyecto extraordinario que sienta la hoja de ruta para el futuro de Cuba después de alcanzada la democracia.
Mi denuncia incesante de las injusticias contra hombres y mujeres que luchaban pacíficamente por la libertad, entre ellos los cientos de presos políticos, una oposición que se iba enriqueciendo con cubanos y cubanas valientes, decididos, conscientes de que era la vía pacífica y la formación ética política la que nos llevaría a una democracia sin vuelta atrás jamás a la violencia Por lo menos eso demostraron y siguen demostrando. El más peligroso de todos para el el régimen comunista era Oswaldo Payá —curioso que me lo mencionara la provincial como si fuera anatema, un peligro terrible hablar de ese hombre en la institución católica cubana. Pero a nadie debe sorprender que la Iglesia le dio la espalda y traicionó de muchas formas el excepcional ideario de un católico como Payá, que pudo quizá como nadie, llevar la patria a la anhelada democracia. Uno de los golpes más fuerte que recibí en esta larga y ardiente lucha fue el asesinato por órdenes de Fidel Castro de Oswaldo –estoy segura que fue de su boca que salió a sentencia al opositor que más probabilidades tenía de triunfar en el plebiscito que pedía en el Proyecto Varela–, pero ese es un tema del que he escrito con mucho dolor en otros momentos.
De búsquedas y encuentrAnte la actitud de Cristina Colás (estoy convencida de que si hubiera estado en su lugar Carmen Comella yo sí hubiera entrado en Cuba), decidí de inmediato dejar la congregación y regresar a Miami. Ante mi súbita decisión, las siete hermanas con las que convivía bajo el mismo techo en Santiago trataron de que no me fuera, recuerdo la reunión comunitaria que tuvimos enseguida, y las frases de ellas: «Nosotros somos también voz de Dios, no te vayas»; me conmovió enormemente. Yo no iba a Cuba con idea de unirme a la disidencia, mucho menos de ponerlas a ellas en conflicto con el gobierno, como parece que pensaba Colás, la superiora, sólo quería ir a servir en Cuba. Mi deseo eran tan sencillo: ser el Corazón de Cristo, que es amor, en el corazón de Cuba.
Llegar aquí, a Miami, sólo con el poco dinero que le había entregado a la congregación cuando entré en ella y que me devolvieron al irme, fue duro. Porque ahora no tenía casa ni trabajo ni auto, nada material, únicamente mi experiencia. Sin embargo lo devastador, lo aplastante del golpe fue ver que mi proyecto –creí con toda convicción que aquello había sido una llamada de Dios para que lo abandonara todo. Como fiel discípula había seguido el impulso amoroso de todos los apóstoles al escuchar a Jesús decir al pasar a su lado: «Sígueme». Lo dejé todo y lo seguí. Pero mi proyecto no había sido el de Dios. ¿Me había abandonado Dios? ¿Había confundido de alguna forma el amor del Sagrado Corazón de Jesús con las bellas y fervorosas enseñanzas y experiencias de años compartidos con la Sociedad del Sagrado Corazón? Las fundí en una misma espiritualidad, sin duda. La formación religiosa del noviciado es muy fuerte y en mí ardía una llama apasionada por pertenecer, por ser parte de esa luz de amor que brota del corazón herido de amor de Jesús, el Cristo.
En estado de conmoción, en silencio y leyendo y rezando con la Biblia, cuando llegué fui a vivir a casa de mi hermana por dos semanas en lo que conseguía un apartamento y un carro para empezar a buscar trabajo.
Mi decisión de abandonar súbitamente la vida religiosa fue devastadora, pero también una gracia de Dios, que me hizo experimentar la desolación más honda. Fue cuando más cerca estuve de saber lo que se sentía en un corazón roto, como el de Jesucristo crucificado cuando fue atravesado por una lanza. Acaso solo para que pasara por esa experiencia me condujo Dios a esta loca aventura. Las hermanas cubanas que conocí en Chile –había otra pasando un tiempo en Santiago, además de la superiora que fue a visitarme– fueron mi peor encuentro. Sentí como si las residentes en Cuba estaban totalmente desinteresadas en una cubana de Miami que quería, deseaba fuertemente regresar a su patria y ser parte de ellas en su obra misionera por y para los cubanos. Para mí fue una aventura de amor a Cristo y a Cuba.
Cuando supe que me rechazaron –estoy convencida de que no sólo fue Caridad Diego, la responsable de Asuntos Religiosos del Partido Comunista de Cuba, también ellas las, las monjas cubanas las que colaboraron en impedir mi entrada a mi país–, algo helado, de un poder de muerte me golpeó el corazón, no hablé, pero sí lloré. Lloré mucho, el fracaso más grande de mi vida acababa de ocurrir. Me bastaron pocos minutos de discernimiento interior para darme cuenta que yo sólo quería servir en Cuba, yo no quería ir a otro país. Entonces, la superiora cubana me dijo algo que me abrió los ojos: Quedaba claro: Mi vocación no era ser religiosa. Lo que yo quería era regresar para siempre a Cuba. Me había engañado a mí misma. Y regresé a Miami, al exilio del cual tanto había anhelado irme. Aquí llegué a la intemperie. Partiendo de cero, habiendo quemado las naves, pero eso era para mí lo de menos.
Con los días se me fue revelando la verdad. Es que me había equivocado, los planes de Dios eran distintos a los míos. Muy superiores. Por supuesto, lo pude ver después, con el paso del tiempo, cuando me fui recobrando lentamente. A los pocos meses de regresar, empecé a trabajar en la Arquidiócesis de Miami, dirigiendo el periódico La Voz Católica, y continué escribiendo columnas de opinión para el Nuevo Herald. En 2006 decidí dedicarme de lleno a trabajar como escritora, traductora y editora free lance, por mi cuenta y me fue bien hasta que me retiré en 2012.
Aunque sigo siendo una mujer de fe de tradición católica, ha cambiado mi espiritualidad. Dejé de creer en la institución de la Iglesia, el clericalismo, el machismo, la misoginia arraigada en la jerarquía católica que vi desnuda en su más absoluta crueldad. Entonces estalló el escándalo de la pedofilia. Siendo yo la directora del periódico católico de la Arquidiócesis de este estado pude vivir muy de cerca la mentira, el disfraz, la hipocresía de la jerarquía católica.
Lo que se formó cuando empezaron a salir a flote las denuncias de las víctimas de abuso sexual por parte del clero fue horrendo. Pero ya todo eso pasó, han pasado muchos años de aquel 2002 en que en Estados Unidos el cardenal de Boston fue descubierto encubriendo a curas pedófilos para «proteger» a la Iglesia de escándalos, y así, miles de niños y niñas fueron violados y abusados sexualmente por curas y obispos, dejando a su paso víctimas inocentes convertidas en adultos devastados por experiencias de esa índole. Fui abusada sexualmente cuando era adolescente. Sé lo que es pasar por ese infierno, sé lo que se siente y cómo te deja de mutilada para el resto de tu vida.
Y entonces, como una pandemia, se propagó por todos el mundo la misma fetidez: la pedofilia era un fenómeno cotidiano en la Iglesia católica universal.
Le doy gracias a Dios por mi liberación, que no se debió a esta infamia descubierta, sino a años de experiencia y contacto con otras tradiciones de fe –budista, hindú, ortodoxa, que me enriquecieron.
Han pasado 17 años del regreso a lo que he empezado a considerar, después de 56 años de exilio, mi país, Estados Unidos. Me he reconciliado amorosamente con Miami que es otra ciudad a la que conocí en las décadas del 90 y lo que va del siglo 21. Sigo yendo a misa y me considero cristiana, pero mucho más espiritual que religiosa, perdí la fe en la estructura y el clero. Aunque el papa Francisco ha salvado mi fe en tratar de reivindicar a la Iglesia que Jesús fundó no la que hicieron de ella los cristianos. Francisco ha hecho renacer mi esperanza en que es posible una transformación radical, mucho más misericordiosa y menos jueza del cristianismo católico.
Pero volvamos al hilo principal de esta narración. Me reencontré con Madeline Cámara, después de 20 años —la última vez que la vi fue cuando estaba ella en casa y casi llenamos el baúl de su auto con libros que eligió de mi biblioteca–. Nos volvíamos a ver, con años y canas y experiencias que mostraban nuestra pertenencia ya a la tercera edad. Tiempo intensamente vivido por ambas, no hay duda. El reencuentro se dio en un restaurante de St. Petersburg, Florida, que daba por concluido un fin de semana precioso en Tampa. Habíamos recorrido la ciudad, principalmente la martiana Ybor City, una noche de celebración de Halloween digna de la peor película de terror. Pero el viaje tuvo como motivo ver una iluminadora exhibición retrospectiva de Dalí en el museo que lleva el nombre de ese único pintor surrealista que nació del movimiento creado por André Breton en Francia en la década del 20 del siglo pasado. Excepcional exposición. Mis nuevos amigos eran Carmen Díaz, Olga Lastra, y Luis Carlos Silva. Hice el viaje rodeada de científicos cubanos de merecido prestigio. Dos de ellos, Carmen y Luis Carlos, ateos. El trayecto de unas cinco horas fue para mí una inesperada fuente identitaria que necesitaba a gritos, pero no lo sabía. Lo supe por la expansión de un horizonte interno y el gozo pleno de estar allí en aquel momento de puro placer. Carmen y Luis Carlos fueron los autores del mejor de los tiempos que pasamos en la larga trayectoria de un paisaje árido, aburrido, insoportable como es el de la península floridana. De los dos teléfonos móviles de ellos, conectados a las bocinas del auto por bluetooth, salía aquella maravillosa música que me hizo vivir horas de felicidad agradecida a dos personas que, sin embargo, en otras ocasiones me hicieron sentir completamente fuera de lugar, alguien patético, ignorante porque expresé mi fe en Dios. Después intuí algo fundamentalista en ese ateísmo. Pero eran encantadores, y tengo amigos agnósticos y ateos. Respeto todas las religiones y a quienes no tienen ninguna. Me gusta la cultura del encuentro, el pluralismo y la inclusión. Aquellos días de museo, música y conversaciones no hubieran motivado estas meditaciones si no fuera porque Madeline nos presentó un proyecto de publicación. Y con autoridad de editora, y también con la cercanía del afecto, me pidió que dejara correr la memoria, que contara de mi viaje hacia Dios y hacia Cuba. Recuerdo que ella llegó algo tarde al encuentro, pero qué alegría volver a verla y abrazarla. Imposible no recordar la última vez que nos habíamos visto. La biblioteca, mi desasimiento, su interés y asombro ante mis planes, y ahora esto.
A los pocos minutos nos pidió, sacando la Revista Surco Sur de su bolso, que escribiéramos para el próximo número algo sobre este viaje: amigos cubanos «de distintas tendencias», y experiencias de vida reunidos un fin de semana en Tampa. A todos nos tomó de sorpresa el pedido, ¿qué contaría cada uno? La idea resultó interesante y estuvimos de acuerdo.
Y este es el resultado de aquella invitación de Madeline en octubre de 2018. Escribo esto final en mayo de 2020. He editado algo este recuento digamos que de un camino interior recorrido que me transformó. Hoy soy otra y la misma. Soy cristiana, pero como dije me he acercado al budismo, y al hinduismo. Algo que me sorprendió e hizo mi acercamiento a ella más fuerte, fue saber que Madeline Cámara cree y practica la religión hindú. A todos los seres espirituales, de fe, los une algo superior a ellos, la relación para se ser una amistad a la vivencia y comprensión mutua de que se vive en ese misterio profundo y maravilloso que los une, no importa la espiritualidad.
Me siento colmada, en paz conmigo y con el acontecer del mundo por más tenebroso que nos parezca. Hago lo que puedo. El resto está en manos de mi Dios.
Acojo feliz la vejez y la vida aquí en Miami. La mía ha sido una vida de aventuras, arriesgada, intensa, herida, pero sobre todo de búsquedas. Mas bien de un viaje interior que me condujera a la verdad, al sentido y propósito de la vida. Lo hallé. A pesar de los grandes y pequeños obstáculos, de las caídas y fracasos que he hallado en el camino, ha valido la pena.
Patricia Fernández Miranda De su blog: Art. E Sin Brújula
Ella nació entre encajes y no en una sábana raída fue única y muchos llantos a la vez ella preguntó por qué los pájaros vuelan y donde termina el arco iris. Aprendió a escribir en la arena y coloreó las nubes con pinceles de oro. Ella descubrió el amor muy pronto. Reservó su piel para el beso más perfecto. Conoció la mentira en unos ojos bellos, no le importó dejar la virginidad en el camino. Ella se fue sin mirar atrás en el recodo se quedó prendida de los grandes ventanales su equipaje llenó de palabras. En una caja de ébano guardó todas las imágenes queridas. Ella dibuja cuanto ha perdido en paredes de cal, escribe en el aire una lista interminable de hallazgos ella se fue sin que nadie lo notara alguien cada día para ella siembra una flor.